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A. RALLO
Miércoles, 24 de febrero 2016, 00:13
Alfonso Grau pudo cometer un grave error cuando se le ocurrió ir a una conocida joyería, en pleno centro de Valencia, y cambiar el reloj que supuestamente le habían regalado desde Transvia porque no terminaba de gustarle. El propietario del establecimiento, a este tipo de clientes que acuden con una pieza de varios miles de euros no suelen ponerle inconvenientes en estas relaciones comerciales. Tampoco suele ser frecuente este tipo de cliente. Así que Grau eligió otro modelo -se desconoce si era de inferior o igual precio o si desembolsó por su cuenta la diferencia- pero dejó un rastro que se antoja fundamental para los investigadores. La constatación más evidente del cohecho. ¿Qué otra explicación habría para que una persona apareciera a cambiar un reloj que supuestamente no pagó él?
De nuevo la denominación de la operación de la Guardia Civil no estuvo exenta de cierta ironía. Bautizó la operación como clepsidra (reloj de agua). Precisamente porque la clave del cohecho se asentaba en estos obsequios. De hecho, fuentes cercanas al caso confirmaron ayer que el registro del domicilio de Grau deparó un buen número de indicios, entre algunos relojes de alta gama, que apuntalarían los ya existentes contra el vicealcalde.
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