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A. G. R.
Viernes, 21 de abril 2017, 00:24
Un guionista hubiera pagado por presenciar ayer la Junta Directiva Provincial del PP de Valencia. En los partidos políticos ocurre lo mismo que con las personas: nadie que exponga su intimidad suele salir indemne del trance. Y una vez se cerraron las puertas de la sede del PP -ahora ya en la plaza América- lo que allí se representó sería más propio de cualquier reunión de amigos -o enemigos- que de un partido que aspira a recuperar la Generalitat. Asistentes al encuentro subrayan el 'papelón' de Vicente Ferrer, el secretario general del PP, a la hora de defender su interpretación de los estatutos. Dicen que terminó el acto con voz pese a sus insistentes «Silencio, por favor» o su variante, de escasa originalidad, «Por favor, silencio». El lugarteniente de Betoret tiene tablas. En los juzgados de guardia de Valencia ya lo había demostrado con eficiencia. Hace unos años ocultó al juez y al fiscal su condición de aforado en un juicio rápido por alcoholemia. Así que, después de aquello, lo de ayer parecía más sencillo. Seguro que menos comprometido.
El formidable guirigay que se organizó en la reunión de los populares desembocó en gritos de «queremos votar»; «que me voy, que me voy» o un escándalo que obligaba al interlocutor a cortar su palabra. Lo resumió bien una de las intervinientes. «Dejadme hablar aquí»... Se han planteado dudas sobre la organización del congreso. Eso es muy grave. Ya está bien de hacer el mono. Estamos haciendo el mono», proclamó.
Uno de los que tomó la palabra fue Enrique Ortí, lugarteniente de Contelles, la rival de Betoret que por el momento resiste las peticiones de Génova para que retire su candidatura. «No soy jurista, soy trabajador, de l'horta y que no tengo mucha cultura... Llego hasta donde llego, pero ahí llego», comentó al auditorio para disculparse por una expresión. Defendía la posibilidad de votar una alternativa al Comité, es decir, la propuesta de Contelles. «No me siento con fuerzas para salir y defender que en mi partido no se ha dejado votar una alternativa por el motivo que sea. Eso contradice todo lo que estamos vendiendo desde hace dos años. Nos hemos dejado la piel ahí fuera diciendo una cosa... No podemos destrozar todo aquello».
Hacía referencia a un periodo especialmente convulso en el PP en el que incluso se pensó en una refundación del partido. Los escándalos de corrupción se sucedían en el seno de la organización y buena parte del núcleo duro está investigado o incluso cumple ya pena de prisión. El ejemplo más cercano y llamativo, el PP de la ciudad de Valencia. Todos los concejales salvo Eusebio Monzó, se encuentran imputados por el blanqueo en el Grupo Municipal.
«Aquí no se juzga que unos no lo vayan a hacer bien o mal -prosigue Ortí-. No se juzga eso. Por favor, por favor...». Los gritos se sucedían. En cualquier reunión de comunidad de vecinos hay más respeto por el turno de palabra. Ni una aparición de Marcos Benavent en la sala hubiera generado mayor tumulto.
El asunto de los certificados para poder votar fue especialmente surrealista. Mientras la regional los concedía, la provincial trataba de vetarlos. Fue el momento de Pedro Agramunt, ese histórico del partido y valedor de Betoret, que se permitió alguna chanza: «A estos habrá que pedirle también el certificado de penales». Varios de los participantes, conscientes del esperpento en el que se había convertido aquello, pensaban en la prensa de un modo no especialmente cortés. Un nutrido grupo de informadores aguardaba en el exterior las consecuencias de ese combate entre las dos facciones del partido». Los intentos de Ferrer por proceder a la votación resultaban inútiles.
«Mañana se le va a sacar punta a este procedimiento por todas partes. Que se vote con normalidad y termina la historia y se acaba el problema», añadía Orti. «Lo otro será volvernos a citar aquí». La intensidad de los gritos, en un audio que recoge parte de las exposiciones, era notable. «No poder votar porque lo dice el secretario general es mañana (por hoy) insostenible para el PP». Tenía razón Orti. La presión no deja de incrementarse en el partido.
El turno del portavoz de Vilamarxant también fue acogido por griterío. «Dejemos de decir que no hay democracia. Se va a votar una propuesta». Aseguró que es amigos de Betoret y lo va a seguir siendo. Y aprovechó para cargar contra el nuevo PP de Bonig. «Si hablamos de regeneración del partido, llevo meses viendo cosas que no me gustan un pelo. «El exceso de celo no lo he visto yo para el regional».
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