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Nacho Fresneda, el guion vital del nuevo campeador

Nacho Fresneda, el guion vital del nuevo campeador

La televisión da alas a este actor con aires de galán de antaño en quien ciertos productores ven el semblante de un médico, a juzgar por sus papeles. Parece seguir la huella del Cid. Ese es el nombre del popular instituto donde estudió y su último trabajo le ha llevado a la Peñíscola que inmortalizaron Charlton Heston y Sofía Loren

Ramón Palomar

Viernes, 17 de febrero 2017, 20:28

Nacho Fresneda es ese actor valenciano que no para de trabajar mientras otros entonan cánticos quejosos de anunciadas derrotas en vez de reconocer su falta de talento. Nacho estudió de chaval en el popular instituto El Cid del Valencia, con lo cual ya se intuía su futura conexión con Peñíscola, porque la vida nos obsequia con esas extrañas casualidades que luego nos alegran. Ustedes sigan leyendo y ya verán la casualidad (un poco por los pelos, pero existe...)

Se siente ciudadano del mundo, acude allá donde su labor interpretativa le llama, aprovecha las oportunidades y toma aviones con la naturalidad con la que los demás nos bebemos un café mañanero para recomponer nuestro legañoso despertar. Gasta aire de galán de antaño; esto es, un físico rotundo preñado de apostura de macho que también sabe ser tierno cuando la ocasión así lo demanda, y podría pasar por ese hijo moderno con pelazo que le salió al hoy injustamente olvidado Alfredo Mayo.

Aquí ya le vimos hace tiempo en la película Tranvía a la Malvarrosa, lo cual nos alegró porque la cuota valenciana se redondeaba no sólo gracias a la materia prima de la novela de Manuel Vicent y a los escenarios que tan bien conocemos, sino con la presencia de un joven actor, Nacho Fresneda, que se inició por aquí. El arco del Mediterráneo lo conoce bien y por eso le vimos en series de Canal Nou y de TV3. Nacho regresó hace poco hasta nuestras costas, pero en vez de caminar sobre la arena de la Malva sus pies recorrieron una preciosa cala de Peñíscola, porque de ahí saldrán ocho minutos para un episodio de El ministerio del tiempo que veremos en un capítulo, en plena Segunda Guerra Mundial, titulado Tiempo de espías.

El medio televisivo es sin duda el que ha cimentado la popularidad de este actor. Asumió el rol de médico en Hospital central y también en Amar en tiempos revueltos. Esperemos que no sea hipocondríaco. No consta. Y no sé, pero digo yo que se conoce que ciertos productores le han visto semblante de galeno y este hombre convence realizando diagnósticos. Tampoco creo que le vayan a encasillar, porque ha dado muestras de versatilidad en clásicos teatrales (Bodas de sangre, Macbeth), en el cine e incluso en series internacionales como la culebronesca y desafortunada versión que elaboraron en ultramar de la novela de Reverte La reina del sur.

Habla idiomas y sabe sufrir. La vida del actor no resulta tan glamurosa como intuye la gente. De hecho, confesó el frío que padeció precisamente en una aventura de El ministerio del tiempo. Rodaban en pleno invierno pero la ficción les trasladaba al verano: tuvo que tragar hielo para evitar el vaho que emergía de su boca. Tartamudeaba del frío. Pero con frío o calor, la serie triunfa y demuestra que otro tipo de ficción, alejada de la caspa, es posible en España. Ojalá su actual visita laboral se haya desarrollado con mayor placidez.

Y en este sentido, y ahora viene la casualidad con El Cid, Peñíscola bien merece unas líneas. Con la de rodajes que acoge, la ciudad castellonense adquiere contorno no sólo de lugar cuajado de historia, sino de protagonista sobre el cual bascula el eje de la acción. Peñíscola es mucha Peñíscola y todavía recuerdo las farras que allí explotaban al calor de aquel festival de cine entre los periodistas y los actores. Qué risas. Qué desparrames. Qué noches tan relocas y qué tiempos... La relación de Peñiscola con el audiovisual inicia su leyenda con aquel Cid protagonizado por Charlton Heston y con aquella Jimena bajo la piel de la turgente Sofía Loren, inolvidable gracias a ese cruzado mágico de Playtex realzando su ya de por sí gozoso busto.

Peñíscola, su playa y su castillo rompieron las fronteras durante una época bastante rancia. Charlton propinó una buena tunda a la morisma bellaca y Sofía provocó infinidad de sueños húmedos a unos españoles atrapados por la represión. Aquella siembra de superproducción algo acartonada germinó y por eso Peñíscola ha repetido como escenario. Por ejemplo, y si no me equivoco, en esta magnífica y turística localidad se rodó la serie El chiringuito, otro peaje a la infumable corriente cocinillas que nos invade. También acudió el equipo de otra serie llamada El barco y, cómo no, orgasmo general entre los seguidores de esa fantasía poblada de dragones, luces y sombras llamada Juego de tronos. Sí, incluso Juego de tronos recaló en Peñíscola, tal es su poderío.

Nacho Fresneda nos ha visitado fugazmente y Peñíscola, licencia del audiovisual, aparecerá como Punta Umbría por exigencias del guion. Qué importa. Nacho detectó el poderío de nuestra tierra como inmenso plató y por eso declaró: «La Comunitat Valenciana es el mejor plató del país, pero está desaprovechado». Ojalá estos últimos rodajes ayuden a recomponer la maltrecha imagen. Ojalá afloren más actores como Nacho Fresneda. Aquí abunda el talento y sobran los parajes de película.

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