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Cristina Jiménez con su hija, ayer, en Murcia.
«Ser doula es mi vocación»

«Ser doula es mi vocación»

Cristina Jiménez, trabajadora social, se hizo «acompañante» de embarazadas tras un curso de dos fines de semana

JAVIER PÉREZ PARRA

Miércoles, 18 de febrero 2015, 11:51

Cristina Jiménez es trabajadora social y dietista, pero su verdadera vocación «es ser doula», confiesa. Estas «acompañantes emocionales» -como ellas se denominan- de las madres durante el embarazo y parto están en el ojo del huracán después de que un durísimo informe del Consejo General de Enfermería las haya acusado de comportamientos sectarios y de poner en riesgo la salud de las pacientes con su actividad, entrometiéndose en la labor de las matronas. Ellas se defienden. «Los hospitales se han deshumanizado, son muy fríos. A las madres no se les ofrece un acompañamiento durante todo el proceso, y eso es lo que nosotras hacemos, estar con ellas. Si tienen alguna duda, les ofrecemos la información científica disponible de entidades como la Organización Mundial de la Salud», asegura Cristina Jiménez, que pone un ejemplo: «En temas como la lactancia, nuestras madres no pueden ayudarnos, porque somos la generación del biberón». Allí están las doulas, afirma, para suplir esa carencia.

Pero, ¿cuál es la cualificación profesional de las doulas para impartir tales consejos o para ofrecer la «información científica disponible»? Ninguna. Lo admiten ellas mismas. Cristina hizo un curso «intensivo» durante dos fines de semana, impartido por un ginecólogo y una doula. Fue un seminario «informativo» porque no hay título alguno detrás, y no lo hay porque la profesión no existe como tal, no hay regulación al respecto. Esta trabajadora social y dietista ha hecho equipo con otra doula que es traductora. Ambas son madres. A parte de la experiencia personal, «seguimos formándonos, leyendo sobre los últimos avances científicos», asegura.

Cristina ha «acompañado» a unas diez madres, aunque de momento asegura que no ha cobrado por ello «porque eran amigas, personas de mi entorno». No ha llegado a entrar en un paritorio. Su compañera de actividad, que prefiere no desvelar su identidad, sí lo hizo, en una ocasión en Alicante: «Fui con una madre a la que su ginecólogo le había advertido de que tendría que someterse a un parto inducido, con fármacos. Me dijo que se sentía presionada y le puse en contacto con una clínica de Alicante donde ofrecían una atención más acorde con su visión. Allí dio a luz en un parto normal».

El Consejo General de Enfermería denuncia que actuaciones de este tipo suponen un claro ejercicio de intrusismo. «¿Pero quiénes son estas personas para dar consejos sobre preparación al parto o sobre lactancia después de un curso de dos fines de semana? Esa es una labor de las matronas, que han estudiado tres años de carrera y dos de especialización», clama Emilia Redondo, matrona de Molina de Segura que hace casi cuatro años denunció la actividad de las doulas, dando lugar al informe del Consejo General que ahora se ha dado a conocer. «Si el ginecólogo le dice a una madre que puede tener que pasar por un parto inducido es porque tiene factores de riesgo. Y si finalmente el alumbramiento es normal es porque pese a esos factores no ha sido necesaria esa inducción. Así se funciona en cualquier hospital, no se necesita una doula», asegura Redondo.

En la Región hay apenas cuatro o cinco doulas. Su figura es casi anecdótica. Ellas defienden que no interfieren en la labor de las matronas y que jamás atenderían un parto. También desmienten que animen a las gestantes a comerse la placenta, como denuncia el informe del Consejo, o a no cortar el cordón umbilical del recién nacido. «Nosotras no damos consejos, solo información, y no hay evidencia científica de que sea ni bueno ni malo comerse la placenta», defiende Cristina Jiménez. «Estamos ahí para quitarles el miedo a las madres, para darles confianza», añade.

Pero el problema, para el Consejo General de Enfermería, es que precisamente lo que generan las doulas es desconfianza hacia la actuación del personal sanitario, al presentar a los profesionales directa o indirectamente como enemigos del parto natural. Una actitud tachada de «irresponsable» cuando lo que está en juego es la salud del niño y de la madre.

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