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Arantza Furundarena
Lunes, 6 de noviembre 2017
Para unos, lo mejor que nos ha pasado. Para otros, un nefasto régimen a derrocar. En estos tiempos revueltos y maniqueos, el historiador Santos Juliá (Ferrol, 1940) publica ‘Transición. Historia de una política española’. Quizá porque el conocimiento y la reflexión son el mejor antídoto contra el ‘antitodo’.
- Su libro abarca los últimos 8o años.
- Es que la Transición tiene una historia larguísima. Su sentido es clausurar la Guerra Civil.
- Pues ahora tiene mala prensa.
- La deslegitiman para justificar un cambio radical, para obtener lo que un dirigente de Podemos llamaba «políticamente productivo».
- ¿Cómo hemos llegado a esto?
- A la crisis económica se ha sumado una ‘cartelización’ de los partidos tradicionales que ha llevado a la desafección y al grito de ‘¡No nos representan!’. Y ahí suelen surgir líderes carismáticos que luego pueden convertirse en autócratas.
- En los años 30 también hubo un fervor populista... ¿Nos echamos a temblar?
- No. En los 30 a eso se añadía un recurso sistemático y legitimado de la violencia para la exclusión del otro. Eso hoy no ocurre, aunque haya brotes neofascistas.
- Aquí ahora todo el mundo es fascista, según algunos.
- El independentismo catalán cuando te excluye y te llama fascista está recurriendo a un repertorio fascista. Esa es la paradoja.
- Otro mantra: seguimos en el franquismo.
- Eso a algunos les resulta políticamente productivo. Para deslegitimar cualquier acción la etiquetan de franquista.
- ¿Por eso se ha radicalizado el nacionalismo?
- En los últimos años se insiste en las políticas identitarias. Cuanto más diferente sea mi diferencia, más puedo aspirar al poder total en mi comunidad. Hoy los derechos, en lugar de estar sostenidos en los ciudadanos, están sostenidos en identidades colectivas. La democracia saldrá reforzada, pero tiene que atravesar esta época...
- ¿Tuvimos miras más altas en la Transición?
- Fue un proceso irrepetible. Requirió un esfuerzo de los políticos para encontrar formas de concordia y consenso. Y estuvieron a la altura. Fueron audaces.
- ¿Ha sido audaz Puigdemont huyendo a Bruselas?
- Puigdemont es patético como líder, un tipo de una insignificancia política notable. Es algo sin precedente en la historia mundial.
- ¿Y ha sido audaz Rajoy?
- He criticado mucho a Rajoy. Pero esta manera limpia, rápida y sin titubeos de aplicar el 155 me parece un acierto. Lo podía haber hecho el 6 de septiembre y no dejar la competencia al aparato judicial.
- ¿Por qué?
- Porque un político debe actuar movido por la ética de la responsabilidad, pero un juez se rige por la ética de la convicción y eso puede agravar un problema político, como ha pasado con el encarcelamiento de los ‘Jordis’.
- Y ahora de Junqueras y de siete exconsejeros.
-Ahí el Supremo ha actuado con mayor sabiduría jurídica que la Audiencia Nacional. «Que se haga justicia aunque el mundo perezca», dice el viejo aforismo... Pues mire no, que se haga justicia, pero vamos a intentar que el mundo no perezca.
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