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J. MOLANO
Jueves, 12 de noviembre 2015, 23:43
El hombre asesinado a manos de su hijo el pasado martes en su vivienda de Gilet era Fernando C., un taxista jubilado de 71 años. Amante de la naturaleza, de los perros y cazador, convivía desde hacía varios años con el menor de sus tres vástagos, Javier, tras el fallecimiento de su esposa. Se estaba sometiendo a un tratamiento de quimioterapia para combatir un cáncer y por ello se dejaba ver con menos frecuencia por el pueblo últimamente. Quienes conocían a la víctima dicen de él que era «una buena persona, cercana y amable». Ayer muchos en Gilet continuaban sin salir de su asombro tras conocer la noticia. «Pensábamos que podría pasar algo así con cualquier otra persona, pero no con su padre», afirmaban.
La relación que mantenía Fernando con Javier, de 34 años, era complicada debido a su adicción a las drogas y su enfermedad, padece esquizofrenia con alteraciones de la personalidad. Según allegados a la familia, las discusiones entre ambos en casa eran habituales, siempre a causa de la dolencia de Javier, conocido como 'Liebre' entre sus amistades. Sin embargo, el padre no tenía en cuenta los enfados ni los bruscos cambios de humor de su hijo pequeño cuando dejaba de medicarse o estaba bajo los efectos de sustancias estupefacientes. Se dedicaba a cuidarle e incluso le encubría cuando se metía en problemas. «Nosotros sabemos como es, tiene un carácter agresivo, estaba descontrolado y por eso no le hacíamos caso cuando se comportaba de forma violenta», comentaban los vecinos.
Los hermanos le propusieron al padre en varias ocasiones ingresar a Javier en un centro psiquiátrico, porque temían que acabara cometiendo una locura con cualquiera por su enfermedad y su carácter problemático. El padre siempre se opuso y siguió dándole cobijo pese a que se rodeaba de malas compañías y las riñas con él eran constantes, sobre todo por dinero. Javier se lo reclamaba a Fernando para salir por las noches, pero éste se negaba y estallaba la discusión. La última, al parecer por ese motivo, acabó en tragedia. No era la primera vez que el parricida amenazaba con acabar con la vida de su progenitor, como aseguran personas cercanas a ambos, pero nunca llegó a convertir en realidad sus palabras, hasta el martes.
Todo apunta a que Javier, de constitución fuerte, mató a Fernando a golpes. Sabía cómo agredir a una persona usando su cuerpo, ya que practicaba kick-boxing, artes marciales mixtas y otros deportes de contacto. Puso fin así a la vida de su padre, pese a que éste hizo todo lo que pudo por reconducirle y protegerle.
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