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LA PALESTRA

Entierro de la sardina y de la cecina

PPLL

Domingo, 7 de febrero 2010, 01:56

Ya huele a Carnaval, la fiesta trasgresora por excelencia, tan anárquica ella que todo vale en la programación y desarrollo de las actividades que giran en torno a la misma.

Por ejemplo, se ha celebrado en Pego el primero de los actos carnavalescos, la XXV Bajada del río Bullent donde se premia a las embarcaciones sin motor más originales que van por las aguas de la marjal guiadas por intrépidos navegantes disfrazados. Y aunque la tradición marca que el Domingo de Piñata sea el primero tras el Miércoles de Ceniza, dedicado primordialmente a los niños, este año el 28, aquí se celebra en la noche del sábado de la semana anterior, es decir el 20 de febrero, con la particularidad de servir para rendir culto al fuego y quemar una hoguera con los despojos del Carnaval, seguida del tradicional por estos lares 'correfocs'. Hay que añadir que estas fiestas pegolinas gozan de un gran predicamento en toda la comarca e incluso se organizan excursiones desde Valencia para presenciarlas.

Y hoy en Alicante es el llamado Domingo de Talleres donde las collas -la del Dimoni está de conmemoración- preparan vestuarios e instrumentales, ultimando los ensayos de los críticos y provocadores autos de don Carnal y doña Cuaresma. La capital se disfraza con las arqueologías o intervenciones urbanas que visten los monumentos y lugares representativos en espera de lo que se avecina, el Jueves de Grasa, alcohol y colesterol, el Viernes de Pregón, el Sábado Ramblero donde la arteria del centro tradicional se muestra más animada que nunca, para seguir con el orden clásico del Martes de Carnaval y el Entierro de la Sardina del Miércoles de Ceniza.

Aquí me quiero detener porque esa celebración tiene su aspecto confuso. Murcia la celebra por todo lo alto el sábado siguiente a la Semana Santa, cuando la Cuaresma ha finalizado y entonces ya se puede comer carne y se 'abandona' la ingesta del más popular y asequible de los pescados, la sardina. Sin embargo, en el resto, con unos orígenes disparatados, a caballo entre la leyenda y la pura invención, se 'entierra' la sardina el día en que empieza la Cuaresma y la Iglesia impone ayuno y abstinencia. Debería ser en todo caso 'el entierro de la cecina' porque comienza el periodo en que lo carnal, en todas las acepciones, debe apartarse de nuestras bocas para vivir con recogimiento ese espacio de tiempo previo a la Pascua de Resurrección.

Pero todos sabemos que aunque la mayoría de nuestras fiestas tenga un origen cristiano, a menudo basado en ritos paganos ancestrales, aquí lo que se impone es la juerga, con tintes de burla anticlerical, que continuará las semanas siguientes y el resto del año hasta con disfraces, de otro tipo eso sí, ya que las tribus urbanas patean las calles permanentemente, con sus pelos de colores, tatuajes, piercings, y abalorios increíbles, símbolos de la moda punky, heavy, anarko, okupa o gótica.

Todos sabemos que los Carnavales más famosos se dan a nivel internacional en Río de Janeiro, Venecia, Niza o Colonia; en España, los de Tenerife y Cádiz resultan los más populares. Pues bien, al estilo canario tenemos en la provincia unos singulares en Torrevieja, con Reina que lucirá un abigarrado y vistoso vestuario que este año se denomina 'Fantasía Garza Imperial de los Lagos de Sal'. Merecerá la pena contemplarlos si no se puede viajar al archipiélago.

Otras poblaciones como Elche, Alcoy, Villena, Dénia, Monóvar o Muro, también organizan fiestas carnavalescas de un modo oficial, con sus desfiles, bailes y concursos de disfraces. Hay un caso muy curioso y excepcional, el de Novelda, que celebra de manera insólita el Martes de Carnaval la llamada 'Procesión de las 40 horas' en la que la Sagrada Forma, como si del Corpus se tratara, desfila por las calles de la ciudad. Se trata de un raro privilegio papal otorgado tras padecerse una desoladora epidemia de peste.

Visto ya lo que es el presente, quiero ahora detenerme en aspectos históricos de los Carnavales. La palabra procede del italiano 'carne elevare' que significa 'quitar la carne'. Expresiones similares como 'Carnestolendas' o la nuestra valenciana de 'Carnestoltes' descienden de la latina 'carnes tollitas', que podríamos traducir como 'carnes quitadas'.

Antes que cristiano, el origen, como afirmamos atrás, es pagano, para anunciar de manera vibrante la vuelta de la luz a los días, el cambio del tiempo; y por ello se trocaban los atuendos y las apariencias: el hombre se vestía de mujer, el rico de pobre, el noble de villano. Y para no ser reconocidos, se tapaban la cara.

En España se introducen en su concepción actual desde Francia a comienzos del siglo XVIII. Pero ya el primer rey Borbón, Felipe V los prohibió porque ocultar el rostro resultaba peligroso.

En la centuria siguiente y a lo largo del primer tercio del XX, vivieron un irregular periodo de auge, pues el absolutismo los condenaba al ostracismo. Pero con la participación de las clases adineradas, se organizaban lujosos bailes de máscaras donde se lucían disfraces espectaculares. Luego, el franquismo los eliminó y tan sólo se permitía que las niñas se vistieran habitualmente de gitana el domingo carnavalero, y al siguiente, también los más pequeños disfrutaban dando palos con los ojos vendados a las piñatas para ganar los regalos que portaban quienes conseguían romperlas.

En Alicante, según los regímenes políticos imperantes, se autorizaban o no. Las máscaras sólo podían ser exhibidas en los lugares de baile, no por la calle. Los más famosos del siglo XIX se celebraban en el Casino de la calle Mayor. Cuando en 1847 se inaugura el Teatro Principal, tienen lugar allí, compitiendo con los del Liceo y la Sociedad de Amigos.

Ya en el siglo XX había desfile de coches por la Explanada y cenas de gala en el Casino para los más pudientes mientras el pueblo llano disfrutaba en la Rambla.

Famosos fueron los Bailes de Carnaval del Diario de Alicante que tuvieron lugar en el Teatro Principal hasta 1934. Al año siguiente se celebró un llamado 'Baile de los Capuchones' en el Hotel Samper a beneficio del Instituto Provincial de Ciegos y otro más organizado por el Club Magritas.

Con la democracia se volvió a dar rienda suelta a esta fiesta y como la jarana es consustancial a nuestro espíritu mediterráneo, va progresando aunque no sea con el rigor de programaciones estrictas que imponen otras celebraciones lúdicas.

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