«Mis discos y mis libros se vuelven conmigo a Valencia a descansar»

Todolí es un hombre con suerte. Él se la ha buscado, pero lo cierto es que este experto en arte pasa de museo en museo (IVAM, el Serralves de Oporto y la Tate Modern de Londres), y de todos los sitios se va y no le echan, y se va con el prestigio intacto, a pesar de que en esta ocasión abandona la dirección de uno de los grandes museos del mundo, un puesto por el que muchos daría un riñón. O los dos.

-Anunció su marcha y el director del Grupo Tate le despide alabando su gestión. Así da gusto, ¿no?

-Pues sí. Tan importante como saber abrir es saber cerrar una puerta y el comportamiento de la Tate ha sido intachable. Para mí, ha sido una gran experiencia. He aprendido mucho, aunque también sufrí un proceso de adaptación porque venía de instituciones muy diferentes, pero el balance es muy satisfactorio.

-¿Incluso el clima londinense?

-No, eso va aparte, porque la verdad es que es insoportable. Crees que te adaptarás, pero no, va a peor.

-¿Qué es lo que le satisface más de su labor en la Tate Modern?

- He cambiado el modelo de la presentación de la colección. A nivel de programa, la Tate nunca hizo una exposición de un artista latinoamericano, lo cual ha cambiado. Se ignoraba la fotografía, no se consideraba una manifestación artística, y ya tenemos un departamento y un grupo de apoyo que financia la compra. Además, la Tate era parte de un club selecto de grandes museos que se intercambiaban exposiciones y hemos ampliado el marco de colaboraciones. Era un cambio necesario para no convertir el anterior modelo en algo inamovible. Además, el sistema que he organizado tiene fecha de caducidad. Yo considero que en 2012 debía cambiar el modelo y las personas. Lo dije cuando llegué y no se lo creían, pero creo que uno llega, contribuye en todo lo que puede y luego da el relevo.

-¿Trabajar allí es como había imaginado?

-Preparar el partido mucho antes es hacer un juego virtual. Hay que lidiar durante la faena. No se pueden luchar todas las batallas ni querer preverlo todo. Te impide entender qué es lo prioritario.

-¿Y qué prioridades tiene ahora?

-Dar un paso a un lado. Abrir un paréntesis para ver las cosas desde otra perspectiva, más desinteresada. Darle tiempo al tiempo para al final de un proceso de reflexión decidir. A partir de ahí, todo esta abierto, pero no antes, porque si no, no tendría sentido parar.

-¿Le han llegado propuestas?

-Inmediatamente, pero a todas he dicho que no. Han habido algunas, pero el mensaje que he enviado es que ni se molesten, que no me hablen de nada. En un año estaré dispuesto a pensármelo. Necesito otra dinámica, escucharme a mí mismo.

- ¿Por eso se va de Londres?

-La Tate, como todos los sitios donde he estado, era un proyecto. Yo nunca correría una maratón, necesito ver la meta. Cuando entro en un sitio sé que tengo una misión y que después me iré.

-¿Cambiar de trabajo es bueno?

-Totalmente. Te rejuveneces y aparece una creatividad que pensabas que había desaparecido. Cuando estaba en Valencia, en el IVAM, tenía plaza de funcionario, y la dejé, ni renové la excedencia.

-Eso no se lo habrá contado a su madre, tal y como está la vida.

-No lo hice, no, la verdad, es que era un seguro de vida, ciertamente. Pero hay que caminar por la cuerda floja sin red, porque la red es algo psicológico que creas tú.

-¿Se verá por Valencia?

-Nunca he dejado de ir. Tengo unas tierras entre La Safor y La Vall de la Gallinera. Cada dos meses voy, bajo a la tierra, hago un fin de semana largo, y continuaré haciéndolo. Mis libros, mis discos van a ir allí, a descansar. Será una de mis bases para hacer incursiones en el mundo, pero sin un objetivo concreto.

-¿Desde la perspectiva del tiempo y de la distancia, qué le parece la evolución del IVAM?

-Sólo diré, como en Euronews, 'no comment', por elegancia.