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Arriba, Uno de los chistes que el dibujante Panach, más tarde "Milo", publicó en nuestro periódico durante el "Affaire Strauss". Abajo. Una página de LAS PROVINCIAS con información de la crisis.
Estraperlo: la corrupción desacredita a la política
A LA LUNA DE VALENCIA

Estraperlo: la corrupción desacredita a la política

Hace 75 años, España se escandalizó ante un caso de regalos a políticos que acabó con el Gobierno Lerroux y precipitó el fin de la República

F. P. PUCHE

Sábado, 10 de abril 2010, 03:19

Del término "Strauss-Perlo", el habla popular española construyó, durante la guerra y la posguerra, la palabra estraperlo. Que es "comercio ilegal de artículos intervenidos por el Estado" y que, durante años de hambre, intentó definir un modo de actividad comercial abusivo y de martingala. Pero en realidad, todo procede de un caso de corrupción política que se produjo en 1935, con Alejandro Lerroux como víctima. Un valenciano amigo suyo, Sigfrido Blasco, hijo del famoso novelista republicano, fue salpicado por el asunto y también vio arruinada su carrera.

Hace ahora 75 años, cuando la derecha gobernaba a trancas y barrancas los complicados derroteros de la República Española, el "Affaire Strauss-Perlo", un escándalo político de corrupción, que tuvo una significación material moderada, dio al traste con el Gobierno de Alejandro Lerroux. Presentado por la prensa de una forma escandalosa, y sagazmente manejado por los partidos de la izquierda, el "affaire de las tragaperras" llenó de escándalo el año 1935 y vino a precipitar el destino de la II República.

Aunque todo había comenzado antes, el Almanaque de LAS PROVINCIAS refleja el escándalo cuando en octubre de 1935 se produjo el estallido parlamentario. "Un affaire denunciado en Madrid, en el que estaban complicados varios personajes políticos, y que se denominaba "Affaire Strauss" produjo gran escándalo", escribimos en su día, al tiempo que explicábamos que el tal Daniel Strauss era un holandés "muy metido en negocios de índole dudosa relacionados con el juego de ruleta en los casinos".

Strauss, asociado al polaco Perlo, (también Perle o Perlowsky) había inventado un juego de ruleta -en realidad hoy le llamaríamos máquina tragaperras-que quería implantar a base de forzar un permiso del Gobierno; porque la legislación española prohibía el juego y los casinos desde la época de Primo de Rivera. Fue entonces cuando Strauss intentó una vía torcida para conseguir sus fines: pensó que el regalo de unos relojes de oro, y de otros objetos, allanaría su camino entre autoridades relevantes de uno de los partidos de la coalición gobernante, el radical republicano. Gastó en ello una suma, medio millón de pesetas, que se puede considerar importante pero no exorbitante. Pero ni siquiera así tuvo éxito: solo dos ruletas funcionaron, en San Sebastián unas horas y en Formentor una semana. La autoridad gubernativa las canceló en ambos casos.

Es en ese punto donde los historiadores señalan que Strauss usó maliciosamente los datos sobre la corrupción que había generado. Al sentirle burlado, al ver frustradas sus intenciones, apeló al presidente de la República, Niceto Alcalá Zamora, a quien envió una información-denuncia de los hechos. Es así como la agitada política española, que veía pasar gobiernos casi mensualmente, se tensó todavía más: el 25 de septiembre cayó el gabinete presidido por Alejandro Lerroux, sustituido por Chapaprieta, más cercano al presidente de la República. La siguiente escena del drama se inició cuando el Jefe del Estado envió los papeles a la Justicia y toda la documentación (19 de octubre) fue entregada a la prensa desde Presidencia. En cuestión de días, la política española estuvo envuelta en un escándalo del que se dedujo el estallido del Partido Radical Republicano.

Porque para empezar, el hijo adoptivo de Alejandro Lerroux, Aurelio, estaba entre quienes habían aceptado regalos comprometedores. Junto a él, Valdivia, director general de Seguridad; Benzo, subsecretario de Presidencia; Galante, delegado del Gobierno en los ferrocarriles MZA; Vinardell, jefe de la oficina de Turismo española en París. Y en Valencia, el diputado Sigfrido Blasco, el hijo del idolatrado Vicente Blasco Ibáñez, alma del partido y sus esencias.

LAS PROVINCIAS dedicó durante varios días un mínimo de 6 de sus páginas a dar debates parlamentarios y opiniones. El bloque gubernamental de centro derecha, articulado en torno a Gil Robles, estaba en crisis. "Se trató el asunto en las Cortes; se nombró una ponencia para que estudiara el asunto y se emitió un dictamen, que fue aprobado en el Congreso, y en el que se deducían responsabilidades para varios políticos, entre los que figuraba el diputado a Cortes valenciano don Sigfrido Blasco", dice el Almanaque de LAS PROVINCIAS con ánimo de suavizar el recuerdo de lo sucedido. El debate de las Cortes de 28 de octubre fue épico, incendiario: como consecuencia, Chapaprieta no pudo resistir ni una hora más, la presencia de Lerroux en su Gobierno. Tras años de dedicación a la política, el demagógico y populista hombre de los bigotes, adorado en Valencia, desapareció de la historia de la política española.

Sigfrido Blasco fue vencido por 190 bolas negras contra 70 blancas. Los diputados usaban ese procedimiento para dictaminar si consentían el procesamiento de un compañero de cámara. "La moral pública no ha quedado satisfecha. El escándalo ha alcanzado a políticos de uno de los partidos que forman fundamentalmente el bloque gubernamental. Este partido sufre las consecuencias". El manifiesto que por esos días hizo público un grupo de intelectuales encabezado por Unamuno, Antonio Machado y Pío Baroja situada el asunto en el ámbito de la verdadera crisis: la corrupción, hábilmente manipulada, estaba evidenciando la crisis del bloque de centro-derecha y el ascenso alternativo y radical del Frente Popular, que se estaba movilizando con todos sus recursos.

Por aquellos días, como antes, como después, una guerra exterior apasionaba y dividía la política española. Italia había invadido Abisinia: de modo que las izquierdas defendían los derechos pisoteados de los abisinios y las derechas admiraban cada día más la fuerza y la contundencia de un líder nuevo que fascinaba en Europa. El Duce Mussolini.

La corrupción, y sus secuelas, la agresividad y el fanatismo político, no hacían sino añadir nubes negras al panorama político español.

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