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Escapadas

Cerezas de la Gallinera

El valle de la Marina Alta abre esta semana la temporada en la Península de este delicado, pequeño y sabroso fruto

JOSÉ IGLESIAS lamarina@lasprovincias.es

Viernes, 7 de mayo 2010, 12:07

Benirrama, Benialí, Benissivà, Benitaia, La Carroja, Al Patró, Llombai y Benissili, de Este a Oeste, son las ocho poblaciones que conforman el Consell de la Vall, en la Marina Alta. Unas antiguas poblaciones que entre todas suman 700 habitantes y que entre sus piedras y sierras esconden los cerezos de una variedad temprana que inicia durante estos días la campaña de 2010 en la Península.

Un valle dedicado a la agricultura a lo largo de su historia y también ahora. Almendros, olivos, algarrobos y, sobre todo, cerezas de la Vall de Gallinera, una marca de garantía para unos frutos que se recolectan 40 días después del espectáculo de la floración que dejó el valle «nevado» de flores blancas a principios de abril.

A la Vall de Gallinera se llega desde la costa, por la carretera de Pego a Bocairent. Tras dejar la población de l'Atzúvia, la carretera se adentra por un desfiladero entre las montañas de la Foradà y sierra de l'Almirall, junto al río Gallinera que le presta su nombre al valle. Antes de llegar a Benirrama, se observa a la derecha, sobre la montaña, el abrigo de Benirrama que alberga pinturas rupestres incluidas en el arte rupestre levantino como Patrimonio de la Humanidad.

Y también aquí, junto a la carretera, comienza un sendero que discurrirá a lo largo de 14,5 kilómetros por los ocho pueblos de la Vall. Desde la Font de la Mata de Benirrama hasta la Font de la Mata de Benissili, pisando la herencia que dejaron los moriscos durante seis siglos de permanencia antes de ser expulsados en 1609. Su legado y los cerezos protagonizarán la escapada propuesta para hoy.

La primera población que encontramos es Benirrama, un topónimo que deriva del árabe Beni, que significa 'hijo de', y que se convierte en un prefijo constante en la toponimia de este valle y en la comarca de La Marina Alta. Porque esta fue la tierra de la familia de Rahma, bajo los dominios del príncipe al-Azraq (siglos XI-XII). En Benirrama, la iglesia dedicada a San Cristóbal es la más antigua del valle y conserva retablos del siglo XV.

Aquí comienza el encanto de esta ruta. Un pueblo de calles estrechas, patios luminosos, y fachadas de piedra seca descubierta bajo la cal que las ha conservado durante siglos y que ahora pone en valor para el disfrute del turismo en antiguas casas agrícolas, hoy reconvertidas en cautivadoras estancias de turismo rural.

Pero el verdadero encanto del valle son sus gentes. Habitantes que repoblaron el valle llegados desde Andratx, (Mallorca) tras la expulsión de los moriscos y que han conferido una singular personalidad al territorio con sus tradiciones, y su gastronomía.

En el próximo pueblo, Benialí, se firmó la Carta Puebla el 10 de junio de 1611 por el Duque de Gandía ante «las 100 cabezas llegadas para repoblar el valle». Hasta aquí importaron sus apellidos Alemany, Palmer, Vercher (Berger) o Seguí y todavía en Benialí, está el Ayuntamiento o el Consell de la Vall.

Benissivà y Benitaia, los siguientes pueblos de la ruta, destacan por su sencillez. Apenas dos calles para Benissivà y tres para Benitaia. Pero en la primera cabe destacar un lugar donde hacer parada para reponer fuerzas en el restaurante 'Ta Casa', junto a la carretera. Aquí la cocina de siempre se adapta a los productos de la Gallinera, por lo que cualquier plato está aderezado con cerezas. Por ello, hay que probar el pato con cerezas, una singularidad de este establecimiento de Benissivà, y los pucheros de los jueves, algo más que garbanzos y 'pilotes'.

Al lado, Benitaia, con sus tres calles, Dalt, Enmig y Baix. Allí se encuentran los restos del antiguo convento Franciscano donde se produce el fenómeno de la alineación del sol con la peña de la Foradà. Coincidiendo con la festividad de San Francisco, cada 4 de octubre, el sol atraviesa la Foradà creando un haz de luz que ilumina el antiguo convento, y quien sabe si en sus días (desde 1611), también una estatua del santo. El fenómeno se repite también en marzo. Después llegaremos a La Carroja, y de aquí a Al Patró, el municipio más poblado y donde hay que visitar su antigua almazara que actualmente hace la función de museo etnológico. Además, desde allí, se observa, en un risco de la montaña más próxima, la fortificación árabe del Castellot donde anteriormente hubo un poblado íbero. En Al Patró, hay que detenerse en el Forn Alemany y después comprar embutidos caseros en Casa Carmen. Pero es a escasos 100 metros, donde se encuentra la Cooperativa que comercializa la cereza de Vall de Gallinera, y donde en estos días, despierta con una vertiginosa actividad. En la Cooperativa de San Marcos se pueden comprar cerezas recién recolectadas del árbol y degustar del sabor y textura del fruto recién recogido del árbol. La ruta nos guía hasta Llombai, el pueblo desierto desde que en 1970 falleciera su único habitante, el 'alemán de Llombai, Stefan Gregor', quien murió en extrañas circunstancias. Con una sola calle, el pueblo todavía conserva la antigua almazara a su entrada.

La caminata acaba en Benissili. Es el pueblo más alto de los ocho y forma parte del valle desde 1838 en que se independizó de la Vall d'Alcalà para formar parte de la de Gallinera.

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