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ANDREA VICENTE
Jueves, 13 de mayo 2010, 02:56
Antonia Aragonés murió en 1992 sin conocer la joya que se ocultaba en un baúl en lo más recóndito de su casa: un vestido de la época de la Revolución Francesa que marcó la liberación de las mujeres con un cambio de estilo en sus ropajes. Ahora, el Ayuntamiento de La Vila ha restaurado esta pieza única de museo junto a otros enseres localizados en la Finca la Barbera, propiedad de la familia Aragonés, y que fue donada al municipio por la Fundación que lleva el mismo nombre.
Allá por el año 1790, cuando los restauradores e historiadores han datado el vestido, la revolución en el país vecino trajo más de un cambio. Las mujeres se liberaban de los complicados ropajes, los corpiños y las grandes faldas que dieron paso a vestidos como camisas interiores.
La especialista en museografía, Carmina Bonmatí, explicó a este periódico que el vestido localizado en la finca de la familia Aragonés es una pieza única que corresponde a esta época. Pero además tiene la peculiaridad de ser un reflejo de la moda de finales del siglo XVIII cuya pionera fue la reina María Antonieta, en Francia, y en España la Duquesa de Alba. Así, esta tendencia en el vestir sólo duró entre 8 y 10 años, de ahí que no se conserven apenas originales.
El traje localizado en La Vila sería un antecedente de la moda de 'corte imperio', que recibió ese nombre por el Imperio de Napoleón a principios del siglo XIX, según añadió la experta.
El escote fruncido con pasacintas y la cintura alta con corpiño y falda de una sola pieza configuró una nueva anatomía femenina. Este tipo de vestimenta se acompañaba con grandes tocados, incluso con plumas, además de zapatos completamente planos a pesar de que las mujeres normalmente no sobrepasaban el 1,50 de altura.
En concreto, el localizado en la Barbera se habría utilizado para grandes acontecimientos como fiestas o reuniones importantes de la época, añadió Bonmatí.
La familia Aragonés fue una de las familias más influyentes de La Vila desde que el primero de ellos llegara a la zona en el siglo XIII. A partir de ese momento, entre sus miembros existieron diputados de Cortes, guardias reales o requeridores de la costa, de ahí que se deduzca que un vestido de estas características y hecho de seda pudo encargarse para un acontecimiento importante.
En cuanto a la confección, el traje vilero está hecho de «sarga» (forma de tejer los textiles) con tela de seda, decoración con hilo de las mismas características y tul en su parte inferior, explicó la especialista en museografía.
Las tareas de restauración de la pieza, realizadas por dos profesionales del Museo Nacional del Traje de Madrid, han permitido recuperar prácticamente la forma original del traje conservando partes de tul original, «cubierto con otro tul actual para mejorar su conservación», así como reconstruir la decoración.
«Lo único que no hemos podido recuperar son las pequeñas lentejuelas que llevaba por todo el vestido porque no se han encontrado piezas iguales», añadió Bonmatí, además de no «eliminar» unas manchas que el paso del tiempo y la mala conservación han dejado.
Pero el trabajo de recuperación ha sido costoso en todos los sentidos. Para darle la forma original, los expertos han creado un maniquí hecho a medida para el vestido. «No es como poner un vestido en un modelo, es hacer un modelo en base a las medidas de un vestido», explicó la experta en historia.
El Ayuntamiento no podría haber hecho todo este trabajo sin la ayuda de una subvención del Ministerio de Cultura concedida en 2009, de 225.000 euros, para el tratamiento de los fondos del museo de la que 15.000 euros han ido destinados a esta reconstrucción.
El traje de corte imperio no es la única joya que escondía la Barbera. En las tareas de inventario de las cerca de mil piezas textiles localizadas, los expertos localizaron un vestido de niña de principios del siglo XIX del que no se conoce pieza similar en el mundo y que estaba en perfecto estado.
Las menores en esa época eran vestidas de la misma forma que sus madres o abuelas, de ahí que el traje infantil localizado recuerde a ropajes demasiado serios. Según Bonmatí, la ropa estaría hecha de la tela de algún vestido de adulto.
Además, el museo, que se abrirá en un año, cuenta con un chaleco de hombre y dos vestidos del romanticismo que también son ropajes únicos que podrían equipararse a los conservados en el Museo del Traje de Madrid.
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