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L. SORIANO
Viernes, 14 de mayo 2010, 15:33
Las paellas de la Universitat de València, que desde mediados de los 90 se venían organizando en el campus de Tarongers, se han trasladado este año al Grao, donde se celebraron ayer, dada la negativa del rector, Esteban Morcillo, a autorizar nuevos conciertos en el aparcamiento. El objetivo de la medida ha sido evitar las molestias a los residentes del barrio San José, que desde hace años protestan por el exceso de ruido y los botellones improvisados.
Los vecinos de calles como Albalat dels Tarongers, Xúquer o Ramón Llull han conseguido librarse del evento, pero el problema no ha hecho más que trasladarse al Grau-Port, donde los residentes comprobaron cómo lo que estaba anunciado como una fiesta de paellas, se convirtió desde el minuto uno en un macrobotellón y basurero descomunal. Y, aviso a navegantes, hoy está previsto que repitan la fiesta los estudiantes de la Politécnica.
Desde la Universitat dejaron claro que la entrada, que costaba seis euros, incluía ración del plato típico valenciano, un refresco y postre, nada de alcohol. Pero la realidad es que la mayoría de los asistentes traían la bebida bajo el brazo.
LAS PROVINCIAS comprobó cómo a la misma puerta del recinto muchos jóvenes mezclaban los licores con refrescos y los entraban a la fiesta. Otros llevaban latas de cerveza o litronas y algunos se atrevieron a pasar con neveras playeras o cubos de fregar llenos hasta arriba de sangría, limón y hielos.
La fiesta se hizo en los terrenos de la antigua estacioneta del Grao -suelo cedido en alquiler por Adif, empresa dependiente de Fomento- y, a pesar de contar con seguridad privada, acabó desbordándose.
No sólo entró más gente de la que tenía entrada, si no que además, se consumió alcohol en abundancia, se dieron muchos casos de intoxicaciones etílicas -algunas atendidas en ambulancias- y calles como la avenida de Francia, Ingeniero Manuel Soto o Juan José Síster se convirtieron en estercoleros.
Protestas
Ni la presencia de la Policía Local y Policía Nacional, que fueron aumentando sus efectivos conforme comprobaron que el problema iba en aumento, consiguieron parar un botellón que se prolongó hasta la noche y que se trasladó a la marina real del puerto y a la playa.
«En teoría no dejaban entrar botellas de plástico con tapones, para evitar causar daños. Pero la mayoría nos hemos escondido el tapón entre la ropa. Yo, en concreto, en el sujetador. Hemos mezclado la bebida y la he metido en la fiesta», explicó una estudiante de Psicología que, además, confesó que se había colado.
Una de las criticas a la organización, es que no se pedía el carné de estudiante para comprar entradas. Desde la Asociación Valenciana de Estudiantes Universitarios (AVEU) detallaron que se había gestionado mal el tema. «En principio pagabas seis euros y tenías acceso a la fiesta, paella, refresco, postre y entrada a discoteca. Cuando vieron que todo el aforo a la discoteca estaba completo, vendieron otras, sin derecho al local, pero siguieron pidiendo seis euros y mucha gente se sintió defraudada. Y algunos se han quedado sin paella». Esta asociación lamentó que lo que debía ser una fiesta universitaria, «se haya convertido en un acto puramente comercial de una empresa».
La asociación de vecinos Grau-Port también se mostró muy crítica. «No sólo tenemos que aguantar las molestias colaterales de la Fórmula 1, que nos dejará aislados. Ahora nos mandan los grandes botellones. Tememos que desplacen de forma permanente el tema del macrobotellón de Tarongers al Grao», indicó Jesús Vicente Andrés.
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