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CARMEN VELASCO cvelasco@lasprovincias.es
Domingo, 16 de mayo 2010, 11:36
Sentenciado. En unas horas, el fundido negro dominará las salas. Todos los valencianos que acudan a los Albatros esta noche ya conocen cómo terminará la sesión. Después de 'the end', no habrá más proyecciones en 35 mm ni lágrimas ni risas entre las butacas. «Creo que no lloraré», avanza Antonio Such, gerente de las multisalas Albatros, que cierran a las puertas de cumplir 25 años. Esta efeméride se habría alcanzado el próximo octubre.
No habrá ningún tipo de celebración. «No quiero que el cierre de los Albatros sea percibido como una fiesta, porque es justamente lo contrario: un drama», señaló Such, quien ahora sólo domina las riendas del cine Babel. Esta noche se programarán las películas previstas, sin modificación alguna. En ningún momento se ha barajado homenajear el cine con 'Cinema Paradiso' o hacer una despedida de la mano de 'The last picture show'. Los socios que durante más de dos décadas han mantenido iluminados los sueños de los Albatros consideran que los tributos siempre se saborean mejor en vida, no cuando el enfermo está moribundo.
El único rescoldo del cine de autor en Valencia se cobijará, a partir del lunes, en las salas ubicadas en la calle Vicente Sancho Tello, que nacieron como la hermana menor de los Albatros y ahora son las herederas de un estilo de cine con mayúsculas y sin palomitas. Y en silencio. El arte en versión original sin ningún conservante ni añadidos.
Babel recibe una media de 12.000 espectadores mensuales, una cifra muy alejada de los Albatros, que no alcanzaba en los buenos meses los 8.000. El primero proyecta 75 títulos al año y el que hoy se apaga, 62. Mientras Antonio Such ofrece estos datos a LAS PROVINCIAS suena su teléfono móvil. Recibe un sms con el siguiente mensaje: 'El cine nunca morirá'. Suelta un irónico: «¡A buenas horas!». Guarda de nuevo el celular en el bolsillo de su pantalón.
«Los cines Babel, que tienen un público muy fiel, son viables porque beben público gracias a la cafetería-restaurante y a la ubicación céntrica», destacó Such, quien marca el principio del fin de las salas de Fray Luis Colomer en 2006. «Desde hace cuatro años, los Albatros no son rentables e, incluso, los socios hemos aportado dinero propio al margen de la empresa; algo que nunca se debe hacer», detalló Such.
Los universitarios, que nutrían de público los Albatros, han dado la espalda al cine porque el consumo de cultura desde 2006 hasta la actualidad ha dado un giro de 180%. Sostiene el gerente de los Babel que ahora internet es el filtro cultural (no sólo como herramienta para descargarse películas, sino como medio de conocer o informarse de cuanto sucede), las series de televisión americanas ganan terreno a las películas y la crisis económica, cómo no, golpea los bolsillos de cualquier espectador. El quijotesco Albatros no ha podido hacer frente a estos molinos. La ubicación de las salas, cuyo nombre no se debe a una especie de aves sino a la película de Jean-Pierre Mocky, cayó en un entorno urbano hostil. Ni tan siquiera contó con el apoyo de la evolución urbanística de la ciudad, «que sí ha favorecido a Babel, que ha quedado enmarcado en una zona de ocio, de hostelería y cercana al río», matizó Such.
Casi en una manzana contigua se erigen los cines Aragón, que cerraron en 2006. Uno de sus dos propietarios Ernesto Sebastián, el otro era su hermano César, recordó el «cierre traumático» de las salas tras 17 años de exhibición. De la noche al día, las salas bajaron la persiana y, desde entonces, permanecen intactas. En la fachada de los minicines aún se leen los carteles de hace cuatro años, entre los que destaca: 'El futuro es cosa del pasado'.
¿Por qué los Aragón no continuaron abiertos? Ernesto Sebastián contestó a su manera: «El dinero de la taquilla se ingresaba en el banco y de éste salía, pero no iba destinado a pagar a los proveedores». De esta situación, Ernesto se apercibió con el tiempo. Desde entonces la relación de los hermanos Sebastián no es todo lo fraternal que debiera.
«No fui a la última sesión de los Aragón. No me sentía con fuerzas», confesó. Revivir el último día de los minicines, situados en el inicio de la Avenida del Puerto, no es un buen trago para él, tampoco lo fue hace cuatro años: «Claro que lloré».
Los hermanos Sebastián no se han desprendido del local. «El establecimiento está muy bien situado, incluso una vez se estudió convertirlo en un restaurante. No hemos recibido ninguna propuesta interesante», matizó Ernesto. No sucedió lo mismo con el cine Acteón con el que sí «se hizo negocio». Este caso tampoco se puede comparar con los multicines El Osito, que cerraron en 2007 y llegaron heridos de muerte a la lucha contra Kinépolis. Según los últimos balances del Ministerio de Cultura, estas salas lideran la recaudación de taquilla en toda la Comunitat Valenciana.
Tras el cierre del Aragón y El Osito, Ernesto quedó «muy quemado». No volvería a abrir ninguno de los dos, pese a que se declara «gente de cine»; de ahí su dedicación profesional a los cineclubs y a la distribución de películas. Es tajante: «Si no hubiésemos cerrado de forma repentina los Aragón, hoy en día continuarían funcionando. No tengo ninguna duda».
Una inquilina en el Metropol
Menos traumático pero sí ardiente fue el cierre del cine Metropol, en la calle Hernán Cortés. Un incendio apagó la pantalla en 1999 y desde entonces permanece casi inalterable desde 2006, «cuando se celebró una de las dos ediciones que el local acogió de Casa Decor», apuntó su propietario Francisco Montoro. «El edificio, de momento, no se vende. Además, hay una inquilina que reside en él», aseguró el empresario y dueño de todo el bloque (de cuatro alturas y planta baja).
Enrique Fayos fue el último gerente del cine Metropol. Sus manos han gestionado la mayoría de las salas de la ciudad: Goya, Avenida, Olympia, Museo, Versalles... Es la memoria cinéfila de Valencia, que atesora mil recuerdos y contextualiza cada película, desde aquella que estuvo 27 semanas en cartel ( 'Los 10 mandamientos') o el filme ( 'Bienvenido Mr. Marshall') que inauguró el cine Olympia en 1953 hasta que se convirtió definitivamente en teatro en 1984, «decisión de la que no me he arrepentido». «Cuando estrené 'La ley del deseo' en el cine Goya, Pedro Almodóvar y Antonio Banderas vinieron a la presentación. De noche, un grupo de periodistas los perseguían. Almodóvar se giró hacia ellos para aclararles que Banderas no era homosexual».
Fayos no cesa en su lluvia de anécdotas y se lamenta: «Antes daba gusto ir al cine, la gente se mataba por una entrada. La que se lió cuando programé 'Escuela de Sirenas' junto a 'Locura de amor'. La gente se agolpaba en la taquilla. Eso ahora ya no pasa. Fíjese, el otro día mi nieto el mayor me dijo que por la noche iba a ver cuatro películas. '¿Cómo que cuatro?', le pregunté. Y me contestó que se las había descargado de internet».
Las nuevas tecnologías desafían el futuro de los únicos dos cines de Valencia que se mantienen al margen de los circuitos comerciales masivos. Las 3D no tienen sentido en los Babel, según Such, que sí está abierto a la tecnología digital «aunque los 35 mm aún tienen una larga vida». Fayos ni tan siquiera se plantea una reconversión en el D'Or. «Este cine es mi hobby», no se cansa de repetir.
La sala del Ensanche valenciano es «viable» porque «es el cine más económico de toda España y su público son vecinos del barrio». Los martes, el día del espectador, por 2,5 euros se pueden ver dos buenas películas, remarca el propietario. «Yo no quiero gestionar una sala de estreno a la que vayan diez personas. Con el D'Or tengo suficiente», comenta Fayos, quien admite que fue tanteado por los socios del Albatros para hacerse cargo de las salas que cierran esta noche.
Los constructores de la finca de Almirante Cadarso, n.º 34, enfrente del D'Or, tentaron a Fayos para que vendiera el solar. «¿Para qué quiero un edificio de viviendas? Ni por 500 millones de pesetas (léase, tres millones de euros), ni por nada. Muchas señoras me animan para que el cine siga abierto», comentó.
Fayos y Such conservan fuerzas para seguir adelante. El primero no tiene disposición de cerrar el único cine de doble sesión en España y que comenzó a exhibir películas en 1952. El segundo confía en que Babel no se convierta en una mala copia de los Albatros incluso en el final. Ambos gerentes quieren resistir en tierra hostil.
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