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Uno de los restaurantes existentes en la zona. :: J. MONZÓ
Treinta hosteleros lucharán con los vecinos de Xúquer contra el botellón
Valencia

Treinta hosteleros lucharán con los vecinos de Xúquer contra el botellón

Apuntan que los locales sin licencia revientan los precios con la venta de alcohol y espantan a la clientela que rechaza escándalos nocturnos

LOLA SORIANO

Miércoles, 26 de mayo 2010, 02:42

Padecieron el efecto cubalitro y sus secuelas, un fenómeno que degradó la plaza Xúquer y el barrio San José y ahora se han encontrado con dos nuevos frentes de batalla en plena crisis: el botellón y los locales que promocionan el alcohol como plato fuerte del menú. Por eso, una treintena de hosteleros, entre restaurantes, cafeterías y pubs de Xúquer, Tarongers y Serpis se han unido con los vecinos de la asociación San José para decir basta al descontrol.

Esta misma semana, estos empresarios y la entidad vecinal han tenido una primera reunión para acercar posturas y exigir al Ayuntamiento que se tome en serio el tema del descanso vecinal y que actúe para evitar la degradación del barrio. «La mayoría de los hosteleros que estamos descontentos con el botellón y la promoción de cenas con precios reventados y a base de alcohol, ya sufrimos en los 90 el problema del cubalitro. Muchos llevamos abiertos desde principios de los años 80 y nos cuesta mucho esfuerzo seguir atendiendo al público», comenta Marta Roca, una de las hosteleras que se ve afectada por la nueva situación que vive Xúquer y Tarongers.

Por aquel entonces, explican los dueños de los treinta locales, «vimos proliferar locales depredadores que realizaban una política de tierra quemada, es decir, ganar mucho en poco tiempo con la venta de cubalitros y su consumo en plena calle, aunque arrasaran con el barrio. Aquello fue muy duro y muchos hosteleros no lo pudieron superar y cerraron, porque la gente no quería acercarse a un barrio donde había escándalo, ruido, mucho alcohol y vomiteras», detalla Marta Roca.

Ahora, aseguran que se vuelve a repetir el problema. «El cubalitro ha evolucionado al botellón, con miles de personas bebiendo en la calle hasta que llenan todo de orín y vomiteras y nadie les impide que hagan esto. Si le sumamos la actitud de ciertos locales, algunos sin licencia adecuada para el servicio que ofrecen o directamente sin licencia, que fomentan un ocio parecido al cubalitro que gira entorno a la barra libre, de utilizar la política de vender como sea, tenemos otra vez el lío montado», añade este colectivo.

Estos empresarios se definen como hosteleros responsables, «porque nosotros sí cumplimos escrupulosamente los horarios de cierre. Como estamos en Zona Acústicamente Saturada, a las doce menos diez de la noche ya tenemos a la policía dando vueltas y recordándonos que a las doce las mesas deben de estar retiradas de las terrazas y las sillas apiladas. Sin embargo, a estos hosteleros irresponsables que revientan los precios con barra libre y que son competencia desleal, nadie controla el ruido que montan los clientes o si a las doce no están cerrados. Y lo mismo ocurre con el botellón, nadie disuelve a las personas que acuden a estos locales al calor de la barra libre y que luego se quedan gritando por el barrio y bebiendo en plena calle», indican indignados.

Tanto los vecinos, como los hosteleros responsables argumentan que quieren un barrio modélico. «Consideramos que si el Ayuntamiento tiene una ordenanza para no permitir nuevas licencias en la zona, que no den más, porque la gente viene al olor del botellón y la barra libre».

Por eso el colectivo vecinal y la treintena de locales exigen que se actúe «contra los que no tienen licencia o que ejercer con una que no corresponde a lo que sirven y que no sólo haya presencia policial en los botellones de Tarongers, que prohíban el consumo de alcohol en la calle», indica Ángel Suárez, presidente de la asociación de vecinos San José.

Este grupo de hosteleros también piden que se revise la declaración de zona ZAS, «y a los que cumplimos de verdad, porque además muchos somos hosteleros y vecinos de la zona, nos dejen tener las terrazas hasta la 1 de la madrugada. Aquí la costumbre es quedar a las 22 horas y casi empezar a cenar de 22.30 a 23 horas. Si a las doce de la noche tiene que estar la terraza cerrada, muchas veces nos vemos obligados a meter prisa a los clientes para que se vayan y cerrar para no enfrentarse a una multa», comentó Marta Roca.

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