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MIKEL LABASTIDA
Lunes, 31 de mayo 2010, 03:09
Abstracción e intuición dominan la trayectoria de Jordi Teixidor, pintor valenciano nacido en 1941 y afincado en Madrid. Formó parte de movimientos como el grupo Nueva Generación y Supports-surfaces. Su obra entra en nuevas dimensiones cuando llega a la Gran Manzana, una ciudad en la que encuentra el amor profesional (por autores como Rothko o Newman) y que marca un giro en un camino que le ha ido alejando de Valencia.
-Su aventura profesional comienza en los años 60, ¿no hay un momento en que las ideas se agotan?
-La verdadera idea es aquella que siempre puede ser retomada o considerada de nuevo y por lo tanto capaz de dar lugar a una nueva interpretación. Es la historia, es la capacidad del pensamiento la que marca los límites.
-¿No cree que el arte actual da síntomas de agotamiento?
-No es agotamiento. No interesa la reflexión, o quizá no conviene. Interesa el espectáculo, el entretenimiento, el ocio y todo esto tiene que ver poco con el arte aún cuando en cada caso exista ingenio y calidad.
-No sucedía igual cuando usted pertenecía a movimientos rupturistas como el Hard Edge Painting o Supports-surfaces.
-Supongo que fueron reflexiones más generales que particulares y, en cierta medida, ayudaron individualmente a los artistas en el desarrollo de su obra. Era un esfuerzo por ordenar las ideas, una manera de que la pintura respondiera más allá del impulso personal.
-En una de sus últimas series aparecía su taller en el fondo. ¿Es su refugio?
-Qué duda cabe de que el estudio o el taller forma parte de la totalidad y de la manera de ser del artista, pero lógicamente es la manera de «usarlo» lo que determina la influencia, lo que da posibilidades para que el espacio pueda llegar a ser algo parecido a un santuario.
-¿Es importante construirse un buen refugio para llamar a la inspiración?
-Suponiendo que la inspiración exista, lo importante es saber llamarla y más todavía que acuda. Por lo tanto digamos que el refugio está en uno mismo.
-¿En qué está trabajando ahora?
-Estoy preparando la exposición que tendré en otoño en Madrid. Una serie de obras paralelas enfrentadas entre sí tanto conceptual como formalmente.
-¿Se siente reconocido en Valencia? El IVAM realizó una retrospectiva suya en 1997. Han pasado 13 años...
-No demasiado.
-Hasta ahora trabajaba con la galería La Nave, que acaba de cerrar.
-Con lo que parece definitivo, como es la desaparición de la galería La Nave, realmente mi conexión profesional con Valencia es nula. El problema que se está planteando con las galerías acelerado por la crisis es algo que ya venía de lejos. Las galerías hoy deben replantearse su función y nosotros, los artistas, replantearnos nuestra relación, digámoslo abiertamente, comercial.
-Volviendo al IVAM. ¿Nota mucho cambio en esta pinacoteca desde que le dedicó la retrospectiva?
-Valencia ha cambiado mucho, ¿por qué no también los museos?
-¿Se plantea algún día regresar a su tierra?
-Vengo a ver a la familia, a los amigos. No me lo planteo. Mi trabajo y mi pintura funcionan desde Madrid. Veremos si esto puede cambiar en algún momento.
-¿Qué ocurrió en su paleta para que un día se redujese toda al negro?
-El negro es un color muy vinculado a la pintura española, siempre con una carga trágica, cosa hasta cierto punto lógica y comprensible. En mi caso he querido utilizarlo como espacio de reflexión, de reflexión serena. Serena y triste. Como espacio de contenido y no de vacío como pudiera pensarse.
-¿Piensa que el color en la pintura distrae?
-Si es gratuito sí y, en ese caso, ya qué importa.
-En tiempos de crisis, ¿el arte es reflejo de la sociedad?
-Hoy lo que interesa no es el arte, sino todo aquello que distrae, aquello que sólo sea referencia y nada más que referencia de la sociedad, lo sociológico, hasta lo antropológico diría. Los museos exponen y programan con esos criterios. Que en ese reflejo se pueda encontrar arte lo dudo muchísimo. Es otro momento.
-¿La sombra de autores norteamericanos como Rothko o Motherwell en su trabajo es muy alargada?
-La obra de Rothko, pero también la de Newman o Reinhardt, la conocí muy pronto y muy pronto me interesaron. La manera de vaciar los espacios, de quedarse solamente con lo esencial fue lo que despertó mi interés. Motherwell, gustándome, no tenía importancia para mi trabajo, tal vez porque precisamente era lo contrario, es decir una acumulación, un sumar.
-¿Pero sintoniza más con los pintores europeos o con los americanos?
-He encontrado mayor sintonía en el planteamiento de la pintura norteamericana en cuanto que desarrollaron y supieron dar un giro a la abstracción. Porque viniendo de una tradición europea (Gorky era armenio, De Kooning, holandés y Rothko, ruso) fueron capaces de revisar el concepto de lo pictórico con un lenguaje renovador.
-¿Nueva York sigue siendo un referente al que el arte debe mirar o las cosas han cambiado y ahora otras ciudades han tomado el relevo?
-En este momento creo que ciudades como Londres o Berlín tienen una atractivo importante. Considero que los artistas jóvenes las prefieren y aciertan en la elección. Pero Nueva York sigue siendo un referente para casi todo.
-¿Considera que se ha abusado del término abstracción en el arte? ¿Es complicado avanzar?
-No considero que se haya abusado del término; en todo caso, mal utilizado. Pero eso, en arte, ocurre con muchos otros términos, no digamos con el del realismo. Y sí, avanzar es complicado. Se busca la verdad, a través de la cual acceder a un conocimiento nuevo y, como dice Celan, «quien dice verdad dice sombra».
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