¿Qué fue de los niños tutelados?

«El encuentro fue muy emotivo. Nos reconocimos enseguida». Como si no hubieran pasado veinte años. Así describe el profesor de Trabajo Social de la Universidad de Alicante (UA) Francisco Javier Domínguez el primer contacto que mantuvo con aquellos niños con los que durante años convivió como educador. Ya son adultos y Domínguez se ha recorrido la geografía española para averiguar qué fue de ellos. Las noticias no han podido ser más satisfactorias, tirando por tierra el estigma social que aún existe de que la mayoría de los menores que pasa por un centro de acogida acaba en la cárcel. «Hay futuro para estos niños», insiste.

Domínguez trabajó durante 15 años en el centro Nazaret de Alicante. Eran mediados de los años 80 cuando un grupo de niños y adolescentes, de entre 6 y 17 años, entró a formar parte de un programa piloto que dirigió -entonces el autor del estudio era uno de los coordinadores del centro- y pasaron a convivir en grupos de seis y siete menores con educadores, en pisos comunes, en un ambiente de modelo familiar y diferenciado del de los grandes centros de instituciones y de acogimiento por familias en su propio hogar.

En el año 2003 dejó la labor de educador y entró a trabajar en la UA. «Un día escuché decir a una directora general que el itinerario de los menores en centros de acogida era de ahí al reformatorio y de aquí a la cárcel. Yo no estaba de acuerdo. Pensé que eso no tenía que ser así y me pregunté que sería de aquellos muchachos».

Así fue como empezó una investigación sobre los chavales que estuvo acompañando durante cinco años en los pisos tutelados. De los 40 pudo localizar a 30. Algunos vivían en el País Vasco, Canarias, Valencia, Huesca...y tenían entre 28 y 36 años. «Fue complicado porque habían cambiado de domicilio». De otros cuatro obtuvo referencias indirectas y dos supo que habían fallecido. A la treintena les hizo un cuestionario detallado. Además, a quince de ellos fue a su casa y les hizo una entrevista en profundidad. «No tuve ningún problema. Al contrario, todos me reconocieron. Fue un encuentro muy simpático».

Los resultados de la investigación muestran que hay futuro para los niños de acogida y «no se cumple que la mayoría acaba en reformatorios y al final en la cárcel cuando existe carencia familiar». Aunque el profesor destaca que se trata de una muestra pequeña también destaca que el 40% tenía un nivel de integración plena; para otro 43% era buena, mientras que un 3% (un caso) se encontraba en situación de vulnerabilidad y un 13% (cuatro adultos) en exclusión social porque no habían conseguido superar las dificultades.

Por integración plena o buena se refiere a que tenían estudios (nivel de graduado escolar) pareja, trabajo y la mayoría vivienda propia. Es más, también trató con ellos si habían tenido a su salida del centro problemas con la policía y las drogas. Más del 80% contestó negativamente a su pregunta. Y lo pudo comprobar.

Seis de cada diez acabaron regresando con su familia. De ahí que como crítica el profesor señale que todavía falta trabajar más con el entorno de los chavales.

«Una de las cosas que pude comprobar es que hay casos en que chicos que salieron del régimen de acogida con muy buen pronóstico luego acabaron con graves problemas y, al revés, otros con mal pronóstico tuvieron una inserción muy positiva. La clave está en las personas con las que se encontraron, que facilitaron o entorpecieron su inserción. También comprobé que para ellos la figura de los educadores se había convertido en sus personas de referencia. Aunque en principio el acogimiento por familias en más favorable para la integración, el modelo de convivencia residencial que prima la relación cercana con el menor favorece un clima de bienestar», afirma el investigador, que le gustaría extrapolar los resultados a toda la Comunitat.