«Los museos actuales tienen mucho que ver con parques temáticos»
El historiador de arte burrianense defiende el Código de Buenas Prácticas para separar «el arte de los devenires de la política» Manuel Borja-Villel Director del Museo Reina Sofía
MIKEL LABASTIDA mlabastida@lasprovincias.es
Lunes, 7 de junio 2010, 15:57
Nacido en Burriana en 1957 este historiador de arte ha revolucionado los espacios artísticos españoles en los últimos años. Lo logró en la Fundación Tàpies y en el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona. A comienzos de 2008 llegó al museo Reina Sofía con el objetivo de reorganizar el discurso expositivo de la colección permanente.
-¿Están los museos necesitados de revoluciones interiores?
-Siempre. Las instituciones tienden a la entropía y al anquilosamiento y por principio están necesitadas de revoluciones y de cambios. Por otro lado el museo responde a una estructura que tiene que ver con la Ilustración, el espacio público está desapareciendo porque cada vez está más privatizado. Yo creo que no podemos ni debemos volver a la idea burguesa, sino buscar una nueva forma de institucionalidad que tenga que ver con la esfera de lo común.
-Los museos cada vez más son contenedores turísticos, ¿no cree?
-Se habla de imágenes que se comportan como mercancías y los museos actuales tienen mucho que ver con parques temáticos, pero el arte permite rebeldía.
-En todo esto habrá influido la arquitectura espectáculo dominante en los últimos años.
-Está ligado. Tiene que ver con la economía global, con un modelo en el que era más importante el ladrillo que las personas. No es casualidad que en los últimos años en los museos el elemento determinante haya sido la arquitectura y no los programas pedagógicos. Ese modelo está terminado con la situación actual, no tiene sentido seguir con él.
-¿Hay que ir hasta Potosí para buscar los orígenes de la modernidad?
-Hay un cuadro que considero muy importante, la pintura de Los Embajadores, realizada en 1533 por Holbein El Joven, en la que se representa a Jean de Dinteville, embajador de Francia en Inglaterra junto a su amigo, Georges de Selve, obispo de Lavaur. Aparecen elementos de medición de la Tierra como mapas del mundo y globos terráqueos, pero hay una figura que llama la atención, una calavera. Hay que mirarla de lado para identificar lo que es, porque está pintada de manera anamórfica. Es decir, para descubrir la plenitud de esta obra hay que tener una visión periférica. Es un ejemplo de cómo en el arte hay que empezar a ver las cosas de otro modo para investigar y buscar diferentes puntos de vista, invitar a una visión anamórfica y así reinventar la modernidad.
-El problema de estos replanteamientos y de huir de las presentaciones lineales es que quizá se dificulte la comprensión y el aprendizaje de quien visite la muestra, ¿no?
-Está claro que la colección lineal facilita la comprensión, tal y como nos han enseñado. Es decir, sirve para reafirmar lo que ya sabes. La gente teme mucho «el no saber», acude a los sitios a confirmar lo que ya sabe. No podemos caer en eso. Mi propósito es buscar las maneras de crear otro tipo de puentes, otras formas de mediación que lleguen no tanto a una gran mayoría como a una multiplicidad de minorías.
-Entiendo que ese es su objetivo en el Reina Sofía.
-No programamos para masas, sino para personas y colectivos que se conforman como un público alrededor de la obra de arte. Este museo tiene una posición privilegiada y hay que aprovecharlo, puede llegar a tener un lugar central en el sur geopolítico. La colección con su carácter fragmentario, no excluyente, está articulada en ese sentido. La multiplicidad de edificios, desde Sabatini a Nouvel, pasando por los palacios del Retiro, le confieren un carácter de ciudad que también funciona en ese sentido, una ciudad abierta y organizada a partir de una variedad de heterotopias.
-¿Usted también se fija un periodo de permanencia máximo en un museo como Vicente Todolí?
-Todo el mundo piensa en un máximo o un mínimo, pero creo que no es conveniente determinarlo a priori. En el Macba estuve diez años y en el Tàpies, ocho. No hay nada para siempre y dependerá del grado de evolución del trabajo que se haga. Hay que marcarse un objetivo y luego ya se verá el tiempo en el que se consigue. Hay películas maravillosas de diferente duración, como 'Un segundo de eternidad', de Marcel Broodthaers, que dura eso, un segundo, o 'Empire', de Warhol, con un metraje de ocho horas. Todo es relativo.
-El Código de Buenas Prácticas ha supuesto un relevo en la dirección de las instituciones culturales españolas, pero aquí en la Comunitat Valenciana no se utiliza.
-Yo creo que es fundamental, hay que aislar las instituciones artísticas de los devenires de la política. El cargo no debe ser político sino técnico. Además asumir el Código implica que hay un proyecto y proporciona una autonomía de la gestión.
-La directora del IVAM y el nuevo responsable del MuVIM han sido nombrados por cuestiones políticas.
-Yo pienso que todo lo que no sea autonomía va en detrimento de la gestión.
-¿Conoce lo que sucedió con el anterior director del MuVIM, Román de la Calle?
-Por la prensa principalmente.
-¿Y qué opina?
-Estoy en contra de cualquier cosa que tenga que ver con la censura.
-En una de las últimas muestras que se han inaugurado en el museo Reina Sofía se puede ver un busto de Franco que ni siquiera se sabía que estaba entre los fondos del centro. ¿Hay mucha obra en la colección que se desconoce?
-Cuando llegué al Reina Sofía la colección no estaba catalogada, ahora sí. Cuando comenzamos la reorganización lo vimos todo y descubrimos muchas sorpresas como esa.
-Echar mano de la colección permanente es un recurso al que han tenido que recurrir muchos museos por la crisis.
-Es más barato que traer obra de fuera, eso está claro, pero nosotros ya lo teníamos previsto antes de los recortes. La crisis es un acicate para buscar nuevas prácticas y maneras.
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