La huerta se cultiva en el museo
El centro de Etnología de Valencia incrementa sus fondos permanentes con la muestra 'Huerta y marjal' El edificio de la Beneficència inaugura una sala con instrumentos agrícolas para reivindicar el campo
CARMEN VELASCO
Jueves, 24 de junio 2010, 02:50
No huele a azahar, ni el agua discurre bajo los pies del visitante ni tan siquiera éste embadurnará sus manos con la tierra fértil. La huerta entra en el museo y lo hace a través de Google Earth, pantallas interactivas y proyecciones multimedia. Tecnología y tradición se dan la mano en la exposición 'Huerta y marjal'. Así, la herencia literaria enraizada al campo, tan unida a los títulos de Blasco Ibáñez, no se muestra con palabras sino con la maquinaria agrícola, las vestimentas de los agricultores y los utensilios vinculados a los productos de la huerta.
El diseño es la nueva herramienta del cultivo, al menos, en el Museo de Etnología de Valencia. El centro incrementó ayer su exposición permanente al inaugurar un nuevo espacio dedicado a la huerta y los marjales que complementa a la muestra 'La ciutat viscuda. Ciutats valencianes en trànsit' y que se ampliará «el próximo verano o en el primer trimestre de 2012 con nuevas salas dedicadas a la montaña y el secano», avanzó ayer el diputado de Cultura, Salvador Enguix.
El centro cultural, dependiente de la Diputación de Valencia, cultiva un trozo de huerta en pleno casco histórico y reivindica así la importancia de la agricultura en la historia de la Comunitat. La directora general de Territorio y Paisaje de la Generalitat, Arancha Muñoz, defendió la necesidad de preservar del valor patrimonial de la huerta, tomar conciencia de su interés y difundirlo, al mismo tiempo que se ha de ayudar al agricultor como constructor del paisaje típico valenciano.
La muestra se estructura en cuatro partes. La primera son los espacios que, en esta exposición, superan las fronteras autonómicas. Así a través de pantallas, el visitante puede echar un vistazo a los arrozales de China o los marjales tropicales de Sudamérica. La exposición recrea visualmente la Albufera de Valencia, «sometida a la presión de dos millones de personas», los marjales de Pego-Oliva y de Torreblanca y las huertas del Bajo Segura, Gandía o Castellón.
La segunda área es la arquitectura tradicional de la huerta, donde no sólo se reproduce con paneles y fotografías barracas, alquerías, masías y las vivienda cuevas, sino también el interior de las casas: cerámica, llaves, emparrados, lavaderos y cocinas, explicó Joan Seguí, el director del Museo de Etnología. Dentro del hogar huertano, 'Huerta y marjal' recorre la imagen de los huertanos con sus vestimentas (camisas y medias de mujer) y objetos personales (como las típicas caracolas que se utilizaban para comunicarse en la huerta).
El tercer espacio expositivo es el trabajo. El visitante que acuda al centro de la calle Corona puede poner nombre a las herramientas y maquinaria que desde siempre se ha utilizado para el campo: mazo de desterronar, ascensor para excavar pozos, traílla, draga, escardadora... Porque el trabajo huertano no era ni es nada idílico, sino todo los contrario.
Bajo el epígrafe convivir se cierra el paseo «interactivo» y «sin nostalgia», según Enguix, a la huerta. El campo cohabita con la ciudad y, al margen de la presión urbanística sobre el territorio agrícola actual, una institución milenaria enlaza los dos espacios: el Tribunal de las Aguas, Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. El visitante de la exposición puede escuchar las entrevistas realizadas a personas vinculadas con esta mítica entidad.
Esta muestra, que pretende «reinventar» el discurso expositivo y cuenta con el patrocinio de la Fundación Cajamurcia, reivindica desde un centro cultural el valor económico, paisajístico y cultural de la huerta. A la presentación acudió la delegada de la entidad bancaria en Valencia, Lola Narváez.
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