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Andrés Banacloche, el primero por la izquierda, junto con un grupo de vecinos que vinieron de Benagéber a San Isidro. :: DAMIÁN TORRES
Desterrados por el pantano
Valencia

Desterrados por el pantano

Los vecinos afincados ahora en San Isidro y San Antonio luchan por rescatar la memoria colectiva oculta bajo el agua hace medio siglo La construcción del embalse de Benagéber dividió a las familias del pueblo

SARA GIMÉNEZ

Domingo, 22 de agosto 2010, 02:08

Mientras que el nuevo catamarán ecológico ya surca las aguas del pantano de Benagéber, los orígenes de Andrés, Miguel y Eugenio siguen enterrados en ese mismo lugar, pero a más de 100 metros de profundidad.

El 6 de abril de 1932 con el acta que daba inicio a la construcción del embalse, Benagéber firmaba su sentencia de muerte. Aunque la inauguración no tuvo lugar hasta 20 años más tarde, los vecinos tuvieron que abandonar sus casas que tiempo después quedaron cubiertas por el agua. «Antes de construirse el embalse en el pueblo éramos unas 450 personas, ahora sólo cerca de cien», explica Miguel Lloguera, vecino de Benagèber.

Sin ningún criterio de división establecido, más de setenta familias se fueron a lo que hoy se conoce como San Antonio de Benagéber, sesenta a San Isidro de Benagéber, y unas diez familias se quedaron en el nuevo pueblo formado en Nieva, una de las aldeas de arriba del pantano, que se encuentra a un kilómetro. Con hermanos, primos y abuelos separados, la historia de este pueblo de la comarca de Los Serranos comenzó a expandirse por la provincia.

Andrés Banacloche es vecino de San Isidro y cuando su familia llegó a esta localidad, él sólo tenía cuatro años. A pesar de su corta edad cuenta que fue una época «muy dura y demasiado complicada». Tres de sus tíos fueron a San Antonio, mientras que su padre con sus cuatro hijos partieron a esta pedanía de Moncada: «Aquello fue un destierro. La gente era humilde y tuvieron que empezar una nueva vida». Además, como cuenta Banacloche, las parcelas de las casas donde se instalaron «no fueron regaladas», tuvieron que pagar un precio bastante alto.

A pesar de la separación, a mitad de los años 40, la familia de Andrés pudo mantener el contacto y seguir viéndose, ya que San Isidro de San Antonio se encuentra a tan sólo 10 kilómetros de distancia.

Igual que ocurrió con los familiares de Andrés, Miguel Lloguera se separó de sus seres más queridos: «Mis padres se quedaron arriba del pantano, pero mis tíos fueron a San Antonio y mis abuelos a San Isidro. Las personas mayores fueron las que más sufrieron al tener que abandonar su raíces».

Inauguración oficial

Con la construcción del pantano en marcha, el abandono de Benagéber se produjo de forma progresiva. Algunas familias vivieron unos años en la aldea y luego se marcharon cerca de Valencia. Este es el caso de Eugenio Cañizares, alcalde de San Antonio de Benagéber, que nació en la aldea de Cortes. «Al tener casa arriba del pantano no tuvimos tanta prisa por abandonar Benagéber. A partir de 1945 la gente empezó a irse y mi familia lo hizo en 1956», explica.

El 27 de mayo de 1952, fecha en la que Franco fue a Benagéber a inaugurar el pantano, Eugenio estuvo allí. «Mi padre era concejal del Ayuntamiento, por eso viví hasta los nueve años en el nuevo pueblo», recuerda el edil.

A diferencia de Benagéber y de San Isidro, San Antonio es la localidad que mayor crecimiento de población ha experimentado, ahora aunque hay muchos descendientes del pantano, quedan pocos vecinos de los que por la década de los 40 vinieron desde allí. «Al llegar a San Antonio los primeros años fueron terribles, los vecinos lo pasaron bastante mal porque en general eran gente humilde y España pasaba por una época muy dura. Además, las casas tardaron en construirse más de siete años», comenta el alcalde. A pesar de ser reciente, la historia de San Antonio no deja de ser intensa. En 1997 se separó de Paterna y se constituyó como nuevo municipio.

La separación geográfica que hay entre las tres localidades, formadas a raíz de la construcción del pantano, no impide que exista un fuerte vínculo. De hecho, hace dos meses se organizó un viaje, desde San Isidro y San Antonio para subir a Benagéber con motivo del 50 aniversario de la bendición de la Virgen del Amparo. Muchos fueron los vecinos que quisieron sumarse a la excursión y fueron ocho autobuses, más cincuenta coches particulares. «Comimos una paella gigante y aunque el día fue lluvioso, nos lo pasamos muy bien», comenta Eugenio Cañizares.

Ese día aprovecharon para visitar en el cementerio a sus familiares y poner una lápida en la fosa común donde se subieron los restos de los que se encontraban en el camposanto del antiguo pueblo.

A pesar de que con los años cada vez quedan menos vecinos de los que nacieron en el Benagéber original, sus descendientes se encargan de que las historias que nacieron bajo las aguas del pantano nunca caigan en el olvido.

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