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El título de propiedad del lago, pintado por Ruano Llopis y Vicente Benedito, con l firma de Alfonso XIII. :: ARCHIVO MUNICIPAL
El concejal Barberá vence a los que quieren desecar la Albufera
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El concejal Barberá vence a los que quieren desecar la Albufera

En septiembre de 1960, un impecable dictamen jurídico defendió los derechos del Ayuntamiento de Valencia sobre el lago y la Dehesa

F. P. PUCHE

Sábado, 18 de septiembre 2010, 02:31

Hace ahora medio siglo, en el verano de 1960, un concejal del Ayuntamiento de Valencia tenía razones para estar especialmente satisfecho de sus gestiones. Se llamaba José Barberá Armelles, era periodista y había asumido una delegación municipal tan interesante como delicada: la de la Dehesa y la Albufera. En ese cometido, consiguió doblar la mano a una empresa privada, la sociedad civil Mata del Fang, que pretendía desecar y apropiarse de parte del lago para convertir el suelo en cultivos, una grave amenaza que conmovió a la opinión pública valenciana en el verano de 1960.

José Barberá, padre de la actual alcaldesa de Valencia, era director del diario vespertino del Movimiento "Jornada", y fue presidente durante muchos años de la Asociación de la Prensa Valenciana. Accedió al Ayuntamiento de Valencia, por el llamado tercio familiar, en las elecciones de 1955, junto con otros valiosos profesionales - entre otros, Roberto Alarcó, José Grima, Antonio Llombart, Vicente Machancoses o Luis Merelo-que dieron a la corporación iniciativas renovadoras. Primero a las órdenes del alcalde Tomás Trenor, marqués del Turia, y tras la riada de 1957 junto a su sucesor, Adolfo Rincón de Arellano. Fue este último quien puso en manos de José Barberá las áreas de parques y jardines y Dehesa-Albufera.

Si en el ámbito de los jardines, Barberá pudo cerrar la restauración y reconstrucción de los que habían sido arrasados por la riada, el área referida al lago no le daba especiales quebraderos de cabeza. La Albufera se mantenía dentro de las líneas de la tradición, siguiendo las pautas ancestrales de cultivo de arroz, caza y pesca; y en la Dehesa se desarrollaba, en consorcio con el Patrimonio Forestal del Estado del Ministerio de Agricultura, una paulatina tarea de repoblación y saneamiento de las "malladas" y reposición de la vegetación en las dunas. En la barra arenosa que separa el mar del lago se había producido, no obstante, alguna novedad: los cortafuegos estaban ahora asfaltados, la Casa Forestal se había acondicionado, y estaba funcionando desde hacía poco un moderno camping, augurio de un potencial desarrollo turístico.

El deseo de usar Dehesa y Albufera como herramientas del turismo venía de muy atrás. Como mínimo, desde que el rey Alfonso XIII, en 1927, hizo entrega del lago a la ciudad. Potenciada la idea por los ayuntamientos de la República, tras la dura posguerra renació la idea de convertir ese hermoso paraje, que todos consideraban parque natural, en un gancho turístico. Es así como Tomás Trenor puso en marcha el camping y vio aprobado (enero de 1955) el primer plan de regeneración y urbanización, que después, en la primavera de 1960, la corporación de Rincón de Arellano revisó y refrendó.

Pero esos planes, de forma repentina, se vieron alterados, a finales de 1958, por la interferencia de la sociedad civil Mata del Fang, una empresa capitaneada por importantes terratenientes valencianos, que presentó al Gobierno su proyecto de desecar importantes parcelas de la Albufera. El 30 de diciembre de 1958 y el 7 de enero de 1959, en concreto, se publicaron anuncios del Boletín Oficial del Estado. La pretensión era desecar, sanear y expropiar al Ayuntamiento, para dedicarlas a «cultivo de riego», de 64,8 hectáreas de las partidas «Abre del Gos» y del «Racó de l'Olla», de la Dehesa, y de 89,1 hectáreas de la «Mata del Fang» y otras 10,5 de la «Laguna de la Plana», ambas en el lago de la Albufera. Se trataba, en total, de casi 165 hectáreas de un paraje propiedad de la ciudad de Valencia.

Era un gran bocado: si el lago había tenido alguna vez 8.000, hasta 10.000 hectáreas o más, cuando la ciudad lo recibió de la Corona, mediante compra-venta, medía tan solo 3.144. La empresa Mata del Fang SA pretendía arrancar de cuajo más del 5 por ciento de la propiedad a la ciudad.

Valencia se movilizó. Y Barberá, periodista además de concejal, consiguió tener el eco de los medios informativos de la ciudad, inquietos por lo que podía ser, en efecto, una grave agresión a los derechos patrimoniales de la ciudad. Todos denunciaron que Mata del Fang pretendía dar un sustancial bocado, que además amenazaba con continuar esa antigua política de aterramientos, tan perniciosa para el lago, que a finales del siglo XIX y principios del XX había mermado cientos de hectáreas de lago para convertirlas en arrozal.

Barberá trabajó de firme para sortear el empuje de Mata del Fang. Y tuvo la suerte de encontrar, al frente de los servicios jurídicos del Ayuntamiento, a un hombre cabal, solvente y concienzudo, Constantino Lorente Marrades. Este hombre, forjado en el Derecho, realizó durante meses un dictamen que ha quedado como una pieza maestra para conocer la historia, la tradición, la legislación y la jurisprudencia reunida en torno a nuestro lago. Después de la tesis de Carmen Caruana Tomás, «La Albufera y la Ciudad de Valencia», que por intercesión de Barberá se publicó como separata del diario «Jornada», medio siglo después, estamos ante una rareza editorial. Que contiene, en 187 puntos, una batería de argumentos tan solvente como para vencer el pulso que la sociedad civil Mata del Fang quiso echar al Ayuntamiento de Valencia.

El 9 de septiembre de 1960, después de meses de controversia y una larga campaña de prensa en defensa del lago, José Barberá vio aprobado por el pleno municipal el dictamen del asesor Constantino Lorente y el recurso. El plazo de alegaciones establecido estaba a punto de expirar. Pero por una vez, la unidad de un Ayuntamiento alerta, una opinión pública sensible y unos técnicos municipales bien preparados, fue capaz de triunfar.

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