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Varios ciclistas circulan por el parque fluvial del Turia, a su paso por el término municipal de Ribarroja. :: DAMIÁN TORRES
Ni un sorbo de agua en 24 kilómetros
Valencia

Ni un sorbo de agua en 24 kilómetros

El Ministerio de Medio Ambiente asumió la principal renovación de una ruta sin apenas sombras y ni un solo punto de refresco 300.000 vecinos del Parque Fluvial del Turia carecen de fuentes tras 18 millones de inversión

ALEJANDRO PLÀ

Domingo, 19 de septiembre 2010, 02:55

Desde Mislata hasta Vilamarxant se extiende lo que desde principios de verano se conoce como Parque Fluvial del Turia. Se trata de un sendero rehabilitado de 24 kilómetros azotado en casi todo su recorrido por el sol (sobre todo en los tramos de la comarca de L'Horta) y del que se benefician directamente 300.000 vecinos de las poblaciones vecinas, pues atraviesa hasta ocho municipios. No obstante, hasta allí acuden amantes de la Naturaleza de Valencia y otras provincias. Tal y como publicó este periódico, una media de 10.000 personas transitan este paraje cada fin de semana, entre paseantes y deportistas. El Ministerio inauguró a principios de julio este entorno con un coste de 17.7 millones. ¿El problema? No hay ni un solo punto de agua potable.

Una mañana, entre semana, el cronista se cruza en poco más de una hora a un centenar de personas. En su mayoría ciclistas, varios corredores y algunos paseantes. 11.30 horas de un martes laborable de septiembre. Una furgoneta de la conselleria de Medio Ambiente fumiga la vegetación entre los kilómetros 6 y 7 del parque. Pregunto a uno de los dos técnicos por una fuente. «¿Qué te crees que eres el único que nos lo pregunta esta mañana? La gente no hace más que buscarlas, pero no las hay de Quart a Villamarchante... pero si quieres toma de ésta», contesta amablemente mientras extiende una botella que saca de la guantera. Tiene pinta de estar calentorra, pero qué feo sería despreciar el gesto.

Hasta el momento tan sólo en el azud de Tormos, entre el kilómetro 5 y 6, en la ribera de Manises, aparece una fuente. Aleluya. Chasco, no funciona. Y eso que ramales de agua potable deben de ocultarse en derredor dado la cantidad de casetas y poblados instalados desde hace décadas en los tramos del río que van desde Quart hasta La Presa. Es precisamente ahí, en término de Ribarroja, frente a la legendaria Casa Azud de La Canyada, donde aparecen los otros cadáveres de fuentes en todo el parque fluvial. En total, tres languidecen.

Luisa Gil y su marido frenan la marcha de sus bicis a mi señal. «Venimos desde hace poco al río, al principio pagamos la novatada y nos tuvimos que volver con la boca seca y medio deshidratados a casa», comentan. «Algunos ciclistas son previsores, pero parece increíble que en todo el recorrido no hay una sola fuente, con todo lo que ha costado esto...», añade antes de reprender la marcha. No es para menos, la inversión ha sido de 17,7 millones de euros, de los que 2,4 corrieron a cargo de la Conselleria de Medio Ambiente; 5,6 de los fondos europeos (FEDER) y otros 9,7 del Ministerio de Medio Ambiente.

El ministerio es quien tiene la última palabra al respecto tal y como señalan desde conselleria: «Es una restauración medioambiental y si la Confederación detecta la necesidad de poner surtidores, pedirá una toma del ramal al municipio que lo solicite». Los pueblos afectados lo tienen claro. «Me lo ha dicho mucha gente ya», apunta Francisco Tarazona, alcalde de Ribarroja. Lo mismo desde el Ayuntamiento de Paterna: «Estudiaremos el proyecto para solicitarlas al Ministerio, pues somos conscientes de la creciente demanda social».

Corredores como tejones

Las chicharras redoblan su sintonía desde primavera a otoño lo largo del recorrido. Pasan los kilómetros, río arriba o río abajo, y los álamos y chopos se hacen tan necesarios como un oasis en el desierto. No hay agua. Y apenas sombras. Kilómetro 11. ¿Distancia hasta el centro de la Canyada en busca de una fuente? Casi tres kilómetros. Y cuesta arriba. El paseante comienza a escorarse, incoscientemente, hacia el río. Entre las cañas (y las ratas) es el único modo de huir del sol. Casi debe meterse uno en ellas. Trotanto a lo lejos surge la figura del corredor. Se llama Manolo García y es de la Pobla. Como tantos García en este municipio. Nosdesvela un secreto: «Los corredores no tenemos donde beber ni donde sujetar un botellín como la bici... así que escondemos botellitas por el camino la víspera, u horas antes. Es lo que hay». Como los tejones.

El problema, sin embargo, es que a falta de contenedores (sólo hay en la Presa)latas de bebidas isotónicas yacen por la ribera. También es lo que hay. Y eso no mola. Nada.

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