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El portavoz socialista en Les Corts, Ángel Luna, ayer, en el debate de política general. :: TXEMA RODRÍGUEZ
Eclipse de Luna
Politica

Eclipse de Luna

El portavoz del PSPV cambia de estrategia tras año y medio de acoso: esconde las referencias al caso GürtelEn 2009, la relación del Consell con Orange Market centró la intervención del síndico socialista. Luna lo metió ayer con calzador

HÉCTOR ESTEBAN hesteban@lasprovincias.es

Martes, 28 de septiembre 2010, 02:22

Luna tiene pinta de chulapo. Como buen madrileño. Alicantino de adopción pero nacido en la capital. Al son de chotis: Pichi, ese chulo que castiga...Con ese golpe de cadera en la tribuna. Pim pam. El brazo izquierdo 'apoyao' en la madera y con la mano derecha apuntando con el índice al presidente Camps. Una y otra vez. Acusador. Pero el portavoz socialista ayer también era el otro. Los daños colaterales del caso Brugal han destapado posibles favores en forma de alicatado. Por eso, su entrada en el hemiciclo atrajo al objetivo de las Cámaras casi tanto como la llegada del presidente, acostumbrado ya a ser protagonista del universo mediático. La única diferencia fue que Luna llegó sin aplausos. Tocó el caso Gürtel. Al final de su intervención. De rondón. Todo lo contrario que el año pasado cuando tiró con munición de mortero.

Durante la hora y cuarenta minutos que duró el discurso del presidente Camps, Luna se mantuvo impertérrito. Pensativo. Con la cabeza apoyada en la palma de su mano derecha. A lo sumo, con el índice sobre sus labios. El mismo dedo acusador que baila arriba y abajo en la tribuna. En su grupo eran otros los encargados de la jarana. En especial, Manolo Mata. Luna midió al presidente. Desde la mirilla que le da su escaño. A la espera de una referencia personal. Donde mejor se siente el socialista. En el yo a yo. Ni un gesto de agrado ni de desaprobación. A la espera de algo que sonara a querella o a Ortiz. Dispuesto a fajarse en el ring de la presunta corrupción. Pero no hubo ná de ná. El líder del PP fue a lo suyo: gestión.

Un cuarto de hora después del mediodía, Camps bajó de la tribuna. Tras el golpe de mazo de la presidenta, descanso y almuerzo. Luna cocinó su estrategia. Encerrado en su despacho. El año pasado compareció en la tribuna para repartir. Con Gürtel dio tortas como panes. Desde el principio: «Todo en clave de Gürtel señor Camps, todo». Habló de Orange Market, de El Bigotes y hurgó hasta hacer sangrar. Ayer llegó a Les Corts para repartir y preparado para recibir. Fifty-fifty. En un año han pasado muchas cosas. Demasiadas.

El portavoz socialista pensaba que le iban a zurrar desde el minuto uno. Por eso tenía preparadas sus armas. La del verbo punzante, la mejor de todas. Pero no. Camps ni se acordó de él. Es más, casi ni le miró en toda su intervención. Quizá esto descolocó al síndico socialista, que se retiró a meditar su intervención. Mucha economía y poca corrupción. Luna, de gris azulado y corbata granate estampada, midió los tiempos. Los nuevos tiempos. Ahora la cuestión de las facturas afecta a todos. Para bien y para mal. Gürtel surgió. Pero al final. No sirvió sólo de arma de ataque; también de defensa.

Los primeros veinte minutos fueron de eclipse sobre Gürtel y la corrupción. Ni una palabra. Hace un año el tema brilló desde el principio. Como la luna llena. Al olor de azahar de Orange Market con el mostacho de Álvaro Pérez como fetiche. Ayer no. Luna, encorsetado en la tribuna, habló de economía. Asunto difícil con la que está cayendo. A dos días de una huelga general y con la lista del paro de bote en bote. Complicado defender la gestión de Zapatero.

Una vez la cuenta atrás del marcador sobrepasó el minuto diez, el socialista se quedó 'apoyao' en la madera de la tribuna: Pichi, ese chulo que castiga... Como nadie le acusó se defendió él. Por si acaso aludió a Brugal. Subió el tono y sacó a pasear el dedo acusador. Arriba y abajo. Pim pam.

Porque a Luna le gusta hablar de lo suyo. Lo dicen hasta sus compañeros de grupo. Tiene ego. Mucho ego. Decibelios, más suelto en el verbo y a ritmo de chotis. Porque él había ido a hablar de eso. A acusar y a defenderse, horas después de que el PP presentara una querella contra él.

Bajó de la tribuna entre aplausos. Con el chaleco y la gorra calada: Pichi, ese chulo que castiga... Y Manolo Mata dándole al organillo para animar la fiesta.

En su escaño, otra vez, a atender al presidente. Con la palma de la mano en la barbilla. Departió con sus compañeros Signes y Moreno, que le pasaron una carpeta roja llena de paleles. Puig, a su lado, comentaba la jugada.

Luna esperaba el ataque directo del presidente. Su único gesto fue para apuntar que Camps estaba sordo. La rutina la rompió con un par de miradas por encima del cristal de sus gafas. Poco más. El año pasado exprimió la naranja de Orange Market hasta la última gota. Ayer no.

El socialista volvió a subir a la tribuna. De nuevo, el brazo en la madera, y mirada fija a Camps. Pidió guerra. Pero no encontró batalla. Ni siquiera a pedradas. Jugó a ser David pero no apareció Goliat. Ni siquiera en la figura del portavoz del PP, Rafael Blasco, al que apuntó como su posible ejecutor vespertino.

Luna bajó de la tribuna tras tirar el canto 'rodao'. Lanzó la piedra con estilo de jugador de 'canut'. Camps, ni caso. Lo ventiló en tres minutos. El portavoz socialista se quedó en su escaño con porte chulapo. Sabía que tendría su minuto de gloria en los informativos nacionales. La presidenta le dio al mazo ¡toc! y suspendió el pleno. En ese momento, corrillo socialista, besos al portavoz y Mata al organillo. «En temas de corrupción ya sabéis que soy muy radical y recojo todos los guantes», dijo Luna en su facebook por la tarde. El socialista se convierte en el heredero del naranjazo de González Lizondo en el Congreso y del samaruc que llevó Sanchis Perales a Les Corts.

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