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El trasvase del Ebro y la II República
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El trasvase del Ebro y la II República

JOSÉ FORÉS LAHOZ

Jueves, 28 de octubre 2010, 03:34

Tengo ante mis ojos dos documentos históricos de excepcional valor y, sobre todo de enorme interés para la Comunidad Valenciana y Murcia (y también Almería), que a la vez constituyen una lección de buen gobierno para uso de Zapatero y un ejemplo de cómo debería comportarse la izquierda en general y los nacionalistas catalanes en particular en cuestión de aguas y sentido de la solidaridad entre regiones.

Se trata de una carta que el 15 de septiembre de 1937 (¿les 'suena' la época?), Luis López Ambid, miembro del Partido Radical Socialista y delegado del Gobierno de Servicios Hidráulicos de la Cuenca del Segura, le dirige desde Murcia al ministro de Obras Públicas, Comunicaciones y Transportes de la II República, Bernardo Giner de los Ríos y García, bajo los Gobiernos de Largo Caballero y Negrín, solicitando con vehemencia el trasvase del Ebro al Levante español, basado en la propuesta que meses antes había sido redactada por el ingeniero de caminos, Félix de los Ríos Martín, uno de los más prestigiosos y reputados expertos españoles en materia hidráulica, que a la sazón desempeñaba el cargo de director general de Obras Hidráulicas. Una propuesta -realizada desde el poder, no se olvide- que dejaba claro (claro como un vaso de agua clara) que la solución para mitigar las necesidades de agua en Levante debía de encontrarse en los caudales sobrantes de otras cuencas. Y es que por entonces los políticos -de uno y otro signo- solían anteponer la razón y el interés común al partidismo ideológico.

Elocuente y altamente significativo es el título del informe fechado en junio de 1937 en Valencia (por aquellos tiempos sede del Gobierno de la República), firmado por Félix de los Ríos, 'Aprovechamiento de parte de las aguas sobrantes del Ebro en ampliar y mejorar los riegos de Levante', que comenzaba así: «De toda España, donde las obras de riego son más remuneradoras, donde dan el máximo rendimiento, donde la fertilidad y el clima son óptimos, donde más se aprecia el valor del agua y se cultiva mejor y, sobre todo, por tradición, en cuanto a regadío se refiere, es en la región de Levante. Es donde existen los excelentes vergeles que constituyen las huertas de Valencia y de Murcia». Y argumentaba así su opinión: «De los ríos que desembocan en el Mediterráneo, es el Ebro el de las grandes posibilidades», «el que nos da la solución».

En el citado informe se tenía en cuenta que «este río vierte al mar unos 18.000 millones de metros cúbicos», de los cuales sólo haría falta derivar 1.500 millones, «con respeto absoluto de los derechos de los usuarios». Además -puntualizaba- por mucho que en la cuenca del Ebro se extienda el regadío «no cabe su aprovechamiento integral y siempre quedarán sobrantes en el final de su curso».

En el aspecto económico, el Plan de Riegos articulado representaba un coste total de 501 millones de pesetas, incluidas, además de las obras fundamentales, las relativas a los embalses laterales como auxiliares del canal del Ebro al Júcar y la red de acequias secundarias. En cuanto a los beneficios, el aumento de riqueza que se generaría se cifraba en 1.440 millones de pesetas, tres veces el importe de las obras. «Este enorme beneficio que en otras regiones podría dudarse de su efectividad -aclaraba el director general de Obras Hidráulicas de la II República-, sería aquí inmediato. La densidad de población, la historia en materia de riego, el esfuerzo de los regantes, es toda una ejecutoria que garantiza el éxito. Y concluía afirmando que el plan expuesto contribuiría «al engrandecimiento de la región levantina, aumentando, al mismo tiempo, la potencia económica de España».

Resulta curioso comprobar -y ello debería hacer reflexionar a la izquierda actual- cómo hace cerca de setenta y cinco años para aquellos 'progresistas' el agua no tenía color, era un bien común al que tenían derecho todas las tierras de España. Ya metidos en el siglo XXI la derecha -el Partido Popular, dicho sea sin molestar a nadie-, en virtud del Plan Hidrológico Nacional aprobado por Ley 10/2001 consiguió por fin poner en marcha el viejo proyecto del trasvase del Ebro, considerando que tenía plena vigencia. Pero 'en eso' llegó el PSOE al poder y mandó que las aguas continuaran su camino estéril al mar., causando con ello grave daño a la Comunidad Valenciana y la Región de Murcia, con «total carencia de fundamento hidrológico», como muy bien aduce el catedrático de la Universidad de Alicante, Antonio Gil Olcina (Alta Distinción 2010 de la Generalitat Valenciana concedido con motivo del 9 d'Octubre), en el proemio de la publicación que sobre el tema que nos ocupa acaba de dar a la luz la benemérita Fundación Agua y Progreso de la Comunidad Valenciana. ¡A ver si aprenden los herederos de Largo Caballero! De no ser así, como no será, sólo habrá que esperar año y medio para 'desfacer el entuerto'. El PP que inició el trasvase lo tendrá que terminar. Y España saldrá ganando.

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