«No recuerdo por qué hice algo así»

Un hombre aparentemente cabal. Sin antecedentes de suicidio. Casado y padre de un hijo. Empleado con responsabilidad en una empresa automovilística. Respetado por todos sus compañeros y mandos superiores. Así fue definido por varios testigos el hombre que en diciembre de 2003 causó un choque mortal tras circular unos 5 kilómetros en sentido contrario por la A-7, a la altura de Polinyà de Xúquer.

Ramón Jorge Ríos se sentó en un banquillo de la Audiencia de Valencia para tratar de explicar su extrañísima conducta al volante. Al contrario que en la mayoría de juicios, el juez de la Sección Cuarta no permitió que los medios de comunicación mostraran la imagen del procesado. Fuentes del TSJCV informaron de esta legítima decisión del magistrado, pero no de los criterios que le llevaron a tomarla.

Los hechos ocurrieron el 1 de diciembre de 2003. El procesado, responsable de post-venta, había tenido una comida de trabajo. Al parecer, se despedía de compañeros ante un inminente traslado laboral de Valencia a Galicia solicitado por él mismo. «Sólo recuerdo que había comido y cogí el coche, pero nada más», detalló el hombre.

Las pruebas de alcoholemia fueron negativas. «No bebo ni tomo drogas», insistió el procesado. Sobre las 18.40 horas comenzó su peligrosa andadura por la A-7. Al volante de un Opel Signum, tomó la salida de Torrent-Calicanto y comenzó a circular. Al principio lo hizo correctamente, en sentido a Alicante, pero ya sin respeto alguno al tráfico.

«Jamás hubiera actuado así de ser consciente. Jamás», repitió Ramón Jorge. «Yo no me comporto así. No soy una persona agresiva, se lo digo de verdad. No recuerdo por qué hice algo así. Había tenido algún accidente antes, pero de poca importancia», resaltó en su defensa.

El primero en sufrir la anárquica conducción del acusado fue José Gálvez. «Yo estaba en el carril izquierdo cuando este hombre me embistió por detrás. Iría a unos 120 o 130 kilómetros por hora. Me dio dos veces y pegué volantazo para evitarlo. Sufrí una contusión clavicular», detalló.

El conductor entró en el peaje y sacó el ticket. Tampoco lo recuerda. Al cabo de unos minutos, se produjo el giro en los carriles en sentido hacia Alicante. Fue en el kilómetro 552 y Jesús fue un testigo: «En un momento el Opel llegó a estar parado y luego hizo un cambio de sentido ilegal y comenzó a avanzar en contradirección. Tuve que esquivarle. Le hice luces, pero no reaccionaba. Iba a la suya».

A lo largo de cinco kilómetros fueron muchos los conductores que esquivaron al acusado. Todos coinciden en que iba relativamente rápido, por el carril izquierdo y sin reaccionar a pitidos de cláxon y luces largas. «Para mi era un suicida», resumió uno de ellos.

Quien no logró apartarse fue la víctima mortal: José Alfredo Dolz, un joven de 21 años que iba con su novia, Paula Catalina Sarrasqueta. «Era como una bala. Iba muy rápido. Ni se apartó, ni frenó, ni trató de esquivarnos», resumió la superviviente, que sufrió serias secuelas y depresión tras el accidente en el que pereció su pareja.

Muchas de las preguntas de las partes trataron de ahondar en el pasado mental del acusado. «Había tenido algunos episodios de pérdida de fuerza, pero me duraban unos pocos segundos. Padecía graves cefaleas y me tomaba medicación», explicó el hombre. «Después del accidente me hicieron un encefalograma y me diagnosticaron un pico de epilepsia», añadió.

En base a esta prueba, la defensa solicita que sea absuelto. Un forense psiquiatra aseguró que no ha quedado probado que sufriera epilepsia en el momento en que se produjo el accidente. ¿Fue resultado de una enfermedad no diagnosticada o actuó Ramón Jorge con intención de acabar con su vida? Es la clave de un juicio que continuará dentro de dos semanas.