«Los museos sin autoridad intelectual no tienen futuro»

Casi diez años han pasado desde que Miguel Zugaza aterrizó en El Prado. La pinacoteca madrileña ha crecido en visitantes gracias a la ampliación de sus instalaciones y al aumento de las muestras temporales. El presupuesto también ha subido desde los 24,5 millones en 2004 a casi el doble en 2008. En tiempos de crisis, urgen nuevas vías de financiación. Su último paso en este sentido ha sido la firma de un acuerdo con la Fundación Iberdrola para patrocinar su programa de restauración de obras de arte.

-Desde que llegó al Prado en 2002, el país ha sobrevivido al 14-M y ha pasado de la euforia económica a la crisis. ¿Le afecta todo eso al museo?

-El Prado es un oasis que está en la realidad. Nos benefició que la ampliación de Moneo se hiciera en una época de crecimiento. Y ahora nos encontramos con el reto de garantizar la misión de un museo público tan importante como éste en un momento complicado.

-¿Cómo van a hacerlo?

-La Administración aporta menos, pero hemos mejorado en autofinanciación. El año pasado llegamos al 50%, pero la otra mitad seguirá bajando. Hay que pensar en cómo aumentar nuestra autonomía.

- En 2009 preveían una bajada de visitantes del 15% y subieron un 2,5%. ¿Fueron las exposiciones de Sorolla y Bacon?

-Las visitas dependen en gran medida del programa. Pero aquí hay que hacer una lectura más global. La cultura se está convirtiendo en refugio durante la crisis y por eso el año pasado se alcanzaron récords de asistencia a los museos, y también a los teatros.

-Durante su mandato, El Prado ha tenido una paz sin precedentes en la época democrática.

-El acuerdo entre los partidos para sacar al museo de la batalla política ha sido fundamental. Te permite trabajar bien, sin preocuparte por lo que va a salir al día siguiente en los periódicos. Lo mismo debería ocurrir en otros sitios.

-¿Qué papel se atribuye en la estabilidad del Prado y cómo debería actuar un director en caso de conflicto?

-Un director debe fortalecer la voluntad de consenso cuando la haya y debe exigirla si no la hay. Tiene que acreditar su profesionalidad a diario porque de esa forma será más autónomo y menos vulnerable. En el caso del Guggenheim, la dirección no debería ser una víctima del enfrentamiento, y en mi opinión su papel consistiría en tratar de acercar a las partes.

-Han inaugurado una muestra sobre Rubens con una disposición curiosa: sin espacio entre los cuadros, seguidos, y a veces unos encima de otros.

-Pensábamos que los visitantes pasaban por nuestros 'rubens' sin prestarles mucha atención. Es normal, pero queríamos que los vieran de una manera muy directa, casi forzándoles a que se enfrentasen a ellos con una mirada crítica.

-¿Y ha funcionado?

-Sí, ha sido una provocación. Los museos tienen que ser creativos. Eso les da su autoridad intelectual y sin ella no tienen futuro.

-¿Qué ocurrió con su polémica idea de llevar el 'Guernica' al museo del Ejército con obras que reflejasen el tema de la guerra?

-Era una propuesta cuando el proyecto para renovar ese centro estaba muy en sus inicios. Se la trasladé al director del Reina Sofía, pero al parecer no le convenía al museo. Nunca traté de reclamar el 'Guernica' para El Prado. Simplemente era una sugerencia para compartir nuestras colecciones en una nueva iniciativa . Aunque el 'Guernica' salió del Prado par ayudar al Reina Sofía, parece que aún les resulta muy necesario.

-Los estudios dicen que ese cuadro atrae a unos 400.000 visitantes de los más de dos millones anuales en el Reina Sofía.

-El síndrome de la obra maestra es muy nocivo. El público va al Louvre, pasa de largo de las maravillosas obras de los contemporáneos de Da Vinci y llega en peregrinación delante de una cinta, a unos metros de un cuadro acristalado, rodeado de seguridad. El Reina Sofía debería depender menos del 'Guernica'.