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El gallego, el vasco y la lengua de Ausias March son un paso hacia lo que debería ser el Senado

CÉSAR GAVELA

Domingo, 23 de enero 2011, 02:19

Si mi lengua materna fuera el gallego, el vasco o el valenciano me gustaría escucharla en el Senado. Entre otras razones porque la cámara alta, que sirve de tan poco, puede valer así para algo más sólido: reflejar la real pluralidad de España.

El gallego, el vasco y el idioma de Ausias March son un paso hacia lo que, algún día, debería ser el Senado: el parlamento de las autonomías. Comunidades cuyas competencias deberían estar ya bien delimitadas y cerradas para evitar el insufrible goteo de reclamaciones competenciales que ya dura más de treinta años.

Urge reformar la Constitución, eliminar la primacía del varón para el acceso a la jefatura del Estado y unificar el marco autonómico para reconducir las disfunciones que las reformas estatutarias están provocando en el conjunto de la nación.

Que solo es una, pero muy diversa. Por ello, creo que todo español debe interesarse por las culturas hispánicas no castellanas. Con el democrático fin de interiorizar que España es la suma de muchas realidades diversas y también de un viejo empeño solidario.

Si nos acercamos a la cultura gallega, a sus grandes escritores -Rosalía de Castro, Curros Enríquez, Cunqueiro.- accederemos a un modo de ser español muy original y misterioso. Con luces irlandesas y bretonas. Y a través de lo galaico nos acercaremos a Portugal, y a través del portugués, lengua hermana del gallego, nos acercaremos a Brasil, el gigante del mundo latino.

Si leemos a Josep Pla, para muchos el mejor prosista español del siglo XX, estaremos profundizando en el conocimiento de España, no solo de Cataluña. Y quien dice Pla dice otros creadores mediterráneos, tan injustamente olvidados por la España que habla castellano.

De ello ninguna culpa tiene el idioma español, que es de todos y también de quienes hablan otras lenguas hispánicas. El castellano es tan de Cataluña como de Castilla. Y la gran fortuna de Iberia es ser la patria de dos idiomas que suman más 800 millones de hablantes.

¿El vasco? No es latino; es otra cosa. Pero está en el castellano. Los filólogos han revelado que es la influencia vasca la que ha hecho del español una lengua tan potente, tan osada en su evolución, tan nítida. Por ello, de algún modo, quienes hablamos castellano también lo hacemos un poco en vasco. En el aura norteña que luego Sevilla dulcificó, lanzándola a Hispanoamérica: esa infinita Andalucía oral.

¿Qué cuesta dinero esa traducción en el Senado? Es poco. Lo que importa es que una España más real y educada también apunta desde esta idea. Y aunque puede parecer un disparate, y aunque habrá secesionistas que lo verán como un triunfo, es un acicate para una verdad que no siempre reconocemos: la pluralidad de España, su fecunda riqueza.

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