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MARINERO EN TIERRA

Abandono escolar

AGUSTÍN DOMNGO MORATALLA

Jueves, 3 de febrero 2011, 01:14

Uno de los últimos informes de la Unión Europea está dedicado al abandono escolar temprano, en él aparece un dato que no puede pasar desapercibido al conjunto de la comunidad educativa: junto a Portugal y Malta, España tiene una cifra de fracaso escolar superior al 30%. Si unimos este dato al 43% de los jóvenes españoles que están en paro, el horizonte educativo, laboral y cultural de la juventud española es preocupante.

El informe indica tres tareas en las que se debe incidir para disminuir las tasas de abandono. Plantea primero la prevención porque el abandono siempre es resultado de un proceso en el que no hay un único factor determinante. En segundo lugar, indica la necesidad de poner en marcha medidas de intervención para superar las dificultades emergentes en los aprendizajes. En tercer lugar plantea la necesidad de ofrecer medidas de compensación que faciliten una segunda oportunidad para que los jóvenes puedan reintegrarse en el sistema educativo.

Además, recuerda que el abandono escolar no es únicamente un problema de políticas educativas sino uno de los problemas de las políticas sociales, de juventud y de empleo. Nos recuerda que es un problema en el que no sólo están implicadas todas las administraciones sino en el que está implicada toda la tribu, como algunos llaman al conjunto de la sociedad.

Pero estos informes que nos ofrecen tanta información sobre el abandono escolar temprano nos dicen muy poco de los valores, las metas y las ilusiones que la sociedad de consumo propone a los jóvenes. No deberían sorprendernos estos índices de abandono en sociedades que han valorado el enriquecimiento rápido, la cultura del pelotazo, la telebasura y la satisfacción inmediata de cualquier deseo.

La escuela es mucho más que un espacio físico donde se capacita a los niños y jóvenes para la integración y la empleabilidad. Más que un espacio físico, la escuela es un espacio simbólico al que tiene que accederse con libertad, desde la libertad y para la libertad. Además de insistir en la escolarización, los educadores deberíamos insistir en la belleza, la capacitación formativa y la ilusión. Debemos preguntarnos hasta qué punto los educadores estamos ilusionados con nuestra profesión y en qué medida nos mueve una voluntad de verdad. El abandono escolar temprano es la punta de un iceberg que esconde algo culturalmente más grave: nuestro abandono de la ilusión.

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