El artesano electrónico

Entrar en la casa de Fela Borbone en el barrio del Carmen es todo un shock. La primera impresión es que te has encontrado con una persona con síndrome de diógenes, cuando lo que creías era que te ibas a citar con un músico. Pero a los pocos minutos de estar en el bajo es evidente que las cosas que hay en la casa tienen, casi todas, una función presente o futura. Además, casi todo guarda un orden, la semejanza se agrupa.

Este asturiano se gana la vida haciendo giras, cantando y tocando. Ha grabado un único disco en vinilo del que hizo sólo 500 copias. Es músico, pero antes de salir al escenario Fela ha tenido que currarse todo lo que le rodea. Por eso, más cree que es un luthier que un cantante. «Jamás me he comprado un instrumento», dice en el estudio de su casa antes de recapacitar: «Bueno sí, una vez me compré una armónica. Pero me he hecho más de veinte guitarras y los tres mierdofón». Mierdofón... ¿qué es eso? Y como es imposible de explicar, Eladio, de ahí dice que viene Fela de un diminutivo de su cautivo nombre de pila, enciende un ordenador Amstrad del año de la picor y, tras meterle una clave, el artefacto comienza a chuflar. Los palillos de comida china impactan con cacerolas y hojalata. Y se hizo la música. Ya lleva tres hijos de la saga de los mierdofón. Un invento de esos que no deja indiferente. Una idea de tanto mérito paritorio como dudosa es su utilidad.

Borbone tiene la casa llena de cacharros. Para casi todos inservibles, aunque para él y su capacidad para ser un «artesano electrónico» las cosas están ahí por una razón y todo se lo ha encontrado en la calle, en las basuras. «¡Uy! Ahora hay mucha competencia en los contenedores pero la suerte que tengo es que las cosas que yo pretendo no son lo que necesitan las personas que se buscan la vida en la calle. Pero ya no busco, porque tengo la casa llena. No me cabe nada más. La basura me busca a mí. Siempre digo que cuando salgo a tirar la basura lo que hago es ir al contenedor a cambiarla porque me traigo otra cosa».

Fela es un poco excéntrico, no hace falta incidir en ello, pero lo que no es es tonto y por eso eligió el nombrecito de marras. «¿Qué querías? que le pusiera 'el instrumento maravilloso'. ¡Si suena fatal! No puedo engañar a la gente. Prefiero ponerle el nombre ese y que la gente no empiece a protestar a los tres minutos de concierto. La gente se guía por la acción reacción».

Fela dice que tiene seguidores, aunque se sorprende: «En Valencia hay mucha gente que me sigue en los conciertos, pero lo que yo me pregunto es porqué no están hartos de escucharme cantar y tocar...» Y dice que algunas de las chicas que van a sus conciertos le tiran «bragas y sujetadores» como a las estrellas y hasta liga en los camerinos «si es que hay backstage..., que muchas veces ni eso».

Borbone, evidentemente no es su apellido, tiene un concepto de su trabajo: «Soy más luthier que músico que lo hago muy mal. No se me da bien. Canto mal y toco peor, pero a la gente no le importa si eres sincero. Cuanto peor lo haces mejor les parece. Lo peor que hay es que ellos se piensen que lo intentas hacer bien, porque es entonces cuando no es que se rían contigo, sino que se ríen de tí».

Sus actuaciones no suelen durar más de 45 minutos. Su música no da para más, menos en una ocasión en la que fue contratado para la procesión de Matadeón de los Oteros, en León, y que tuvo que estar desde las seis de la mañana «hora y media tocando en un carro mientras otros se dedicaban a romper un coche a palos». Toda una experiencia.