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Culturas

Póquer y pájaros

Francisco Ferrer Lerín es un conocido autor perteneciente al subgrupo de los escritores desconocidos

PABLO MARTÍNEZ ZARRACINA

Sábado, 26 de febrero 2011, 01:16

Nacido en Barcelona y miembro de la generación y el círculo literario de gente como Pere Gimferrer y Félix de Azúa, Ferrer Lerín es poeta, narrador y ornitólogo especialista en aves carroñeras. Su evidente prestigio de heterodoxo, además de a sus originales libros, se debe a dos decisiones ajenas: Castellet le excluyó a última hora de la nómina de los novísimos y, treinta años después, Enrique Vila-Matas le reivindicó como escritor fantasma en 'Bartleby y compañía'. En 2009, el autor catalán ganó el Premio Nacional de la Crítica con su poemario 'Fámulo'. En un extenso poema de ese libro titulado 'Consideraciones biográficas' encontramos la atmósfera, y el título a partir de Rimbaud, de la novela que nos ocupa: «Hablo / de familias como la mía, que / todo lo deben al amor / por la aventura y / al temor / a molestar, al amplio / desconsiderado / y cruel / temor a caer / en el ridículo».

'Familias como la mía' es algo así como la recuperación y el ensamblaje de dos textos anteriores de Ferrer Lerín: 'Niquel' y 'Nora Peb'. La novela resultante de esa adición es un curioso, autosatisfecho y por momentos intenso experimento biográfico. Su protagonista y narrador es un miembro de la burguesía catalana aficionado al póquer, las mujeres, el lenguaje, los pájaros y los bestiarios. «Ah, mi nombre es Paolo, Paolo Amatller Moragas, y éste es mi diario (secreto)», aclara al comienzo de la novela.

Paolo Amatller es un testigo gélido y algo desamparado que se busca la vida por el escenario del tardofranquismo barcelonés: una especie de personaje de Marsé que hubiese caído de pequeño en la marmita de la inteligencia irónica. El protagonista abandona pronto la carrera de Medicina y se gana la vida participando en timbas de póquer clandestinas. En la mili descubre la camaradería y ciertos ambientes solanescos en los que se desenvolverá con pericia. Después llega la fascinación necrófaga de los comederos de aves carroñeras y la lucha ecológica en defensa de los buitres. Y más tarde una semiforzosa implicación con los servicios secretos del final del franquismo que tendrá también que ver, a su manera, con la descomposición de los cuerpos. Toda esta peripecia estará salpicada de numerosos episodios sexuales, algunos de ellos notablemente oscuros y extraños, como el que nos instruye en la página 84 sobre la utilidad erótica de «la huella de un melanoma extirpado».

La primera parte de la novela recoge la totalidad de las andanzas de Paolo Amatller y es lo mejor del libro. La segunda parte es una especie de adenda autorreferecial compuesta por glosas más menos detalladas de episodios de la parte inicial y documentos que dan un supuesto apoyo a todo lo que allí se expone. Es leyendo esta acumulación de extras narrativos cuando tenemos la sensación de que a Ferrer le interesa más la composición artificial de su experimento autobiográfico que la propia historia de su 'alter ego'. Esto provoca que el evidente talento del autor componga escenas y retratos de gran nivel, pero que el conjunto del libro termine siendo un pequeño caos de ensayos estilísiticos, interrupciones digresivas y alardes de composición. Es raro, pero a veces ocurre: estamos ante una novela inteligente cuyo desarrollo termina siendo entorpecido por su propia inteligencia.

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