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M. J. CARCHANO
Lunes, 7 de marzo 2011, 18:34
Alba salía muy guapa en las fotos. Tenía mirada inteligente, entre traviesa y espabilada. Con apenas dos añitos ya hablaba con desparpajo, tanto que en la guardería y en su barrio se convirtió en la reina. Hasta el 9 de octubre. Ese día, Alba Ojeda García estuvo 30 minutos muerta, en brazos de su padre. «Nunca más ha vuelto a sonreír. El día a día de Alba se ha convertido en un auténtico infierno», dice Miguel Ángel, su padre. «Duerme tres horas. El resto del día, las 21 horas restantes, las pasa llorando. No puede ver, no anda, no habla y hay que tenerla siempre en brazos y en movimiento, porque sino su cuerpo se pone rígido». Ni siquiera puede comer, lo hace por medio de una sonda. Los daños cerebrales han sido devastadores.
Ese día, el mundo que rodeaba a Alba y a sus padres se volvió muy oscuro. Su madre, Ana, dejó de trabajar y los dos se dedicaron en cuerpo y alma a cuidar a la niña, que apenas pesa 10 kilos. Siempre entre su casa y el hospital La Fe, donde cada día la ven tres médicos distintos. Y con problemas económicos, porque no todos los medicamentos de Alba los paga la Seguridad Social. Además, sus padres no se resignaban a que su niña quedara para siempre en una situación límite, así que querían más opiniones médicas y los tratamientos que fueran necesarios, costaran lo que costaran.
Uno de esos días oscuros, Juana, la bisabuela de la niña, mete 20 euros en una huchita. «Yo quería ayudarles», asegura, con lágrimas en los ojos. Fue la primera aportación. «En ese momento llegaron mis 'Ángeles de Charlie'», dice el padre de Alba. Aida, Manolín, Encarnita, Juani, Vero y Dolores. Ellas, tías y hermanas, empujaron a Miguel Ángel a convertir una simple ayudita en una movilización casi sin precedentes, con camisetas, huchas, pancartas y la organización de decenas de actividades, todo para recaudar dinero para Alba.
«Lo único que quiero yo es lo que queremos todos: que algún día mi hija sea feliz». Ahora, y él lo sabe, no lo es. Porque no puede parar de llorar. Y con ella llora toda la familia, una extensa red de primos, tíos, sobrinos y amigos que se ha unido con una fuerza increíble para que Alba no esté sola. «Si fuera por todo el cariño que ha recibido mi hija se hubiera curado no una, sino tres veces».
Cuenta
Han habilitado un local, donde las fotos de Alba cuando era una niña feliz rompen el alma. Un primo de Miguel Ángel se dedica a las redes sociales, a alimentar el blog que se ha creado, a estar en contacto con el mundo. Hay una cuenta, donde «cada día hay me encuentro con un ingreso nuevo. Y tenemos donantes anónimos que nos han ayudado mucho». Es la 2077 0404 07 1101312470.
A Miguel Ángel, todo el cariño recibido sin esperarlo le ha insuflado una energía arrolladora. «Me paran por la calle, me dan dinero. Y yo sigo tocando puertas. No me da vergüenza pedir para mi hija. Y sé que la palabra gracias se queda demasiado pobre para expresar lo que tanto yo como mi mujer sentimos». Le han ayudado mucho, por ejemplo, Ricardo Meseguer y Andrés Campos. «Han estado conmigo en cada momento», dice Miguel Ángel. Ahora todos están metidos de lleno en la organización de una maratón de solidaridad que se va a celebrar hoy, si el tiempo no lo impide, en la plaza de los Juzgados de Torrent. «Esperamos cuatro o cinco mil personas. Va a haber regalos, sorteos, quintos y tapas, actuaciones para grandes y pequeños, golosinas y muchos juegos. Y todo han sido donaciones». La ciudad de Torrent, con 80.000 habitantes, se ha volcado.
Alba, sin embargo, no estará hoy allí. Está demasiado enferma. Su madre, quizás, si tiene fuerzas, se pase a agradecer todo el cariño y la ayuda que cada día les dan. Porque Ana está dedicada en cuerpo y alma a su hija y no tiene fuerzas para nada más. Y Ana, cuando le dan ánimos para seguir adelante, no puede reprimir las lágrimas mientras abraza a su hija. Mientras, sigue moviendo la pierna para que la niña no se quede rígida.
Posible negligencia
Pero, ¿qué le pasó a Alba para que entrara caminando en el centro de salud, de la mano de su padre, y prácticamente muriera allí dentro? «Estábamos en el centro de salud. Se sentía fatigada, pero de repente entró en parada. La doctora no supo qué hacer. Y hasta que no vino el Samur, 10 minutos después, no intentaron reanimarla». Por este motivo, Miguel Ángel denunciará. De momento está pendiente de que le den el alta a la niña, pero «todos los papeles están en manos de un abogado, porque mi niña se moría y nadie hizo nada».
Con Miguel Ángel y Alba, aquel día, estaba su abuelo, Santiago. «Cada vez que pienso en mi nieta se me pone un nudo en la garganta que no me deja ni hablar». Se le llenan los ojos de lágrimas. También a Juana, su madre, que con 84 años le ha caído esta mala noticia como una losa demasiado pesada. Sin embargo, no están solos. Tres minutos después de que Miguel Ángel llame a su familia para que su mujer pueda, al menos, vestirse, tres personas aparecen en la puerta. Ahora, el objetivo es crear una plataforma y seguir recaudando. Y que «mi hija vuelva a sonreír». Que vuelva a decir papá, como le decía, tan graciosa ella, hace menos de medio año.
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