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Culturas

¡Por fin! el espectáculo de la bravura

Importante corrida de Fuente Ymbro con oreja para Matías Tejela y fea cogida de Curro Díaz

JOSÉ LUIS BENLLOCH

Jueves, 17 de marzo 2011, 10:03

Por fin se hizo la bravura. La bravura en sus diversas y apasionantes versiones, la bravura con nobleza, la bravura templada, la bravura codiciosa, la bravura remontada es decir la que va a más, la bravura seria, la bravura con alegría, la bravura dura que da miedo, son un milagro de la naturaleza. Sobre todo la bravura que hace falta hoy día para hacer el toreo que se lleva hoy día. Aceptada la teoría ayer hubo cuatro y hasta cinco milagros, dicho así para no caer en la euforia total, milagros para hacer el toreo que se lleva hoy día y siempre. Ya tocaba. Cinco tardes llevábamos esperando al toro, maldiciendo sucedáneos, bostezando, tiritando y el toro que no aparecía. Hasta ayer. Seis de Fuente Ymbro arreglaron el panorama. Personalmente me duele y mucho que al éxito ganadero no le acabara acompañando el éxito torero, al menos en la dimensión que da contratos y abre puertas de par en par. No es fácil de explicar el por qué pero son cosas que pasan. El argumento de la tarde, es decir el toro, exige prioridad en la crónica. Ya saben aquello de la teoría piramidal del interés informativo que hay que cumplir, que traducido al lenguaje coloquial es algo así como lo primero debe ser lo primero. Les diré que la corrida estuvo presentada. Ni catedrales ni gatos, seis toros bien presentados, armónicos y bien rematados, lo primero se consigue con criterio y lo segundo con buen bolsillo, que acabaron dando un juego variado. El primero fue el que tuvo más plaza, castaño, vuelto de pitones, astracanada testuz y abundante nobleza. Duró poco lo que le convierte en el menos bravo sobre todo por lo bravos que fueron sus hermanos. Pecó de sosote. El bragado que hizo segundo tuvo ritmo en sus embestidas, reséñese que por los dos pitones, con otro detalle clave que define su calidad, respondió mejor cuando le obligaron por abajo. Acabó la pelea en los medios como otro de los signos de su bravura. La nobleza fue la divisa del tercero. Se le vio de salida. Mucha clase y las fuerzas justas. Tampoco le hicieron falta más.

Al bonito cuarto le dieron de lo lindo en el primer puyazo o se dio el mismo en su ansia por apretar. Apuntaba a lo más alto, acudía alegre y pronto en banderillas, tomó el capote del banderillero con largura en el viaje, tenía la virtud de la conexión popular y parecía franco pero. nos engañó. Hizo todo el gasto en esa primera parte y a la muleta llegó orgulloso y caro, sin regalar nada. El quinto fue otro de los toros que subieron la nota general. Su ir a más habla de su bravura, su obedecer puntuó en el apartado nobleza, tuvo ritmo y embistió por abajo. El sexto fue toro de triunfo, con sus dificultades toreras, una de ellas fue su espectacular pelea en varas: acudió pronto, alegre y de largo, apretó con fijeza y estilo, y acabó sacando a caballo y picador a los medios. Ante eso es fácil entender que el personal tomase partido. La bravura la conservó en el último tercio con un defecto, el de escarbar con lo que mosquea eso. En este caso no era señal de mansedumbre, de lo contrario no hubiese hecho la pelea que hizo en varas ni se hubiese arrancado pronto y fuerte cada vez que se le reclamaba, el escarbar debía ser vicio o directamente mala educación. Me mantengo en que fue toro de público, lo prueba la ovación que le dedicaron, con lo necesario que era ya que el público encontrase sus toros y era toro de triunfo aceptando que los triunfos casi nunca son cómodos ni fáciles. Con ese lote de Fuente Ymbro comenzó la reconciliación de la plaza con el toro, nada definitivo teniendo en cuenta que se puede desencuadernar la historia en cualquier momento pero se puso el listón en el sitio justo y sobre todo se debe tomar como referencia para marcar caminos. Ni catedrales ni gatos, bravura.

A los toreros les tengo anotados tres espadazos por coleta distintos e importantes. El volapié de Curro Díaz al cuarto fue un canto de rebeldía, una oda al amor propio. Se fue recto como una vela y se dejó colgar de los pitones. El gesto valía una oreja. Otro estoconazo fue el de Tejela al segundo, sólo que después de dos pinchazos o el de Pinar al tercero en el que no cabe más rotundidad. Pena que hoy día no se valore tan importante suerte. Puestos así es difícil exigir a los toreros entrega para hacerla con verdad. Curro, que se llevó el lote más complicado, hizo cosas preciosas toda la tarde. Eso no es noticia por reiteración. Los remates, las salidas y las entradas de la cara del toro y un manojo de naturales como perlas llevaron su firma, bien es verdad que sin acabarlos de reunir. Da gusto verle por la plaza, en realidad no es otra cosa que el gusto que da la educación torera.

Tejela cortó la única oreja de la tarde. Estuvo animoso y sus faenas, las dos, tuvieron la virtud de ir a más. Menguado por el viento al igual que sus compañeros, buscó con fe un triunfo que le llegó en el quinto. Siempre quiso ligar los muletazos y nunca le volvió la cara al reto de dos toros importantes. Pinar no cortó oreja en su primero porque el presidente Amado quiso frenar la sangría de días anteriores y en su segundo porque se lio con la espada. Fue el Pinar vitalista, juvenil y ganoso de siempre. Buscó el triunfo con todo el corazón y eso siempre tuvo clientela en nuestra plaza. Logros mayores son cuestión de insistir.

Es evidente que si en el toreo cuentan como cuentan los destinos, los hados, la predestinación y/o los fatalismos, ayer era el día de los toros bravos, ya era hora, no saben bien lo que lo agradecemos.

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