EMPAREDADO DE PANCETA ENTRE BAMBALINAS

Asisto con sentimiento de perplejidad y cabreo a la invasión de los anglicismos. Esas palabras que la lengua española toma prestadas de los países de habla inglesa cada vez con mayor frecuencia amenazan con desbancar a otros términos que nuestra lengua patria ha acuñado durante siglos. Desde la cuna, los de mi generación hemos convivido con vocablos como sándwich, tupperware, bacon o parking. Nunca nos chirriaron esos préstamos lingüísticos a pesar de lo elegante que suena decir emparedado, fiambrera o aparcamiento. Hagan la prueba. Parece que al nombrar esos términos en nuestra lengua adquiriesen otro significado, mucho más elevado.

Hace años hubo una segunda oleada de palabras foráneas en la que la economía y sobre todo la televisión y las revistas de moda nos transfirieron términos considerados hoy muy cool por los modernos, como cash, shopping, celebrity, reality show o backstage. Cuando parecía que la balanza entre Shakespeare y Cervantes se inclinaba por el inglés, aparece Internet para echar un nuevo pulso a nuestro idioma. Ahora un taller o clase práctica es un workshop, un director ejecutivo es un CEO, un account manager es un director de cuentas y un showroom se traduce como el espacio donde los fabricantes exponen sus novedades. Maquillaje para enmascarar una realidad que al trasladarla a otro idioma parece sonar mejor. Pero no se engañen, por mucho que lo adornen, un showroom no deja de ser una feria con cierto tufillo cutre en la que el account manager, o director comercial, sacará toda su artillería para endosarnos el producto de turno. Pero la panceta siempre sabrá mejor que el bacon, incluso entre bambalinas.