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Parte de la Vall de Gallinera con el exuberante estallido floral de sus cerezos. Al fondo, a la izquierda, el pequeño pueblo de Benissili; a la derecha, Alpatró :: V. LLADRÓ
El espectáculo de los valles de cerezos en flor
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El espectáculo de los valles de cerezos en flor

Sorprende que entre los valencianos sea más conocido el paisaje floral y frutal de comarcas lejanas que el de las propias Paisaje y paisanaje Vall de Gallinera, Vall d'Alcalà, Vall d'Ebo y Vall de Laguart se cubren estos días de blanco

VICENTE LLADRÓ vlladro@lasprovincias.es

Sábado, 26 de marzo 2011, 01:27

Una de los mejores espectáculos naturales que podemos disfrutar estos días los valencianos consiste en admirar los valles repletos de cerezos que ahora estallan en flor e inundan las laderas de las montañas de un blanco que casi parece nieve. Es un acontecimiento que nos lo han mostrado muchas veces desde comarcas lejanas de la geografía española; el caso más famoso es el del Valle del Jerte, en Cáceres, que goza de una extraordinaria reputación a nivel nacional e internacional. Sin embargo sorprende que, en la Comunitat Valenciana, una mayoría de sus habitantes desconozcan aún la belleza que pueden encontrar apenas a unas decenas de kilómetros de donde viven.

Marcos Simón García, presidente de la IGP 'Cerezas de la Montaña de Alicante' reconoce que este es precisamente un gran hándicap que sufre la producción que ampara su entidad. Hasta en Alicante le ha ocurrido muchas veces que «cuando le hablas a la gente de nuestras cerezas, se extrañan y te preguntan dónde están; resulta que conocen procedencias lejanas y no saben todavía que al norte de la provincia, lindando con la de Valencia, donde también alberga este organismo la producción de dos poblaciones (Ontinyent y Bocairent), tenemos una fruta excelente y un paisaje excepcional, enmarcado por una sucesión de valles repletos de olivos, almendros y, sobre todo, cerezos, que al final del invierno y principio de la primavera componen este panorama espectacular que no muchos saben apreciar aún, porque ni siquiera saben que lo tienen tan cerca».

Estamos en Alpatró, localidad de la Vall de Gallinera, donde se encuentra la sede de la IGP (Identificación Geográfica Protegida) de las 'Cerezas de la Montaña de Alicante'. Es el primero, de norte a sur, de cuatro valles peculiares que encierran tesoros recónditos. Los otros tres son los de Alcalà, Ebo y Laguart. El de Ebo corresponde a la población del mismo nombre y al río que más abajo es el Girona; los otros tres valles tienen la particularidad de encerrar una sucesión de localidades que se agrupan en un ayuntamiento o consell, al estilo de lo que suele predominar en Galicia o Asturias, donde es común que la denominación de un municipio abarque a múltiples núcleos urbanos pequeños.

Los de aquí son hasta diminutos, todos ellos de postal, encuadrados en lo alto de colinas o laderas, a salvo de barrancadas; rodeados de campos de cultivo y ,entre ellos, esa embriagadora explosión de flores blancas que fascina al visitante entre una sucesión inabarcable de mínimos campos en terraza, sujetos por muros de piedra y encaramándose en las montañas.

Junto a Alpatró, la Vall de Gallinera la componen los pueblos de Benirrama, Benialí, Benissivá, Benitaya, La Carroja, Llombai y Benisili. La de Alcalà sólo tiene dos: Alcalà de la Jovada y Beniaia. La de Laguart, cuatro: Benimantell, Campell, Fleix y Fontilles. Y en Ebo, para no ser menos, aún circulan nombres de históricas alquerías como Bisbilan, Benicid, Benican, Benisuai, Beniseit...

Por la toponimia, no hace falta que insistamos mucho en que estamos en territorio que fue moruno. Aquí le costó lo suyo a Jaime el Conquistador pelear contra el rey moro Al Azrak, que le acabó venciendo en Llutxent, y entre estas montañas de las sierras del Almirante, Albureca, Foradada, La Carrasca o del Mig Dia, donde destaca el profundo Barranc de l'Infern y sus 1.750 escalones de piedra para bajar hasta el lecho (y luego la subida), se refugiaron los moriscos hasta su expulsión. O seguramente pudieron protegerse algunos, por lo recóndito de muchos parajes.

Pero matizan Marcos Simón y Lola Llorens, secretaria de la IGP, que esta no se limita a los cuatro valles, aunque aquí podemos decir que está el corazón. El área protegida abarca 31 municipios de varias comarcas: Las dos Marinas, El Comptat, L'Alcoià, parte del Vinalopó y de l'Alacantí, más una pequeña zona de la provincia de Valencia. Desde Benirrama, al Este, hasta Villena por el Oeste, y desde Bocairent-Ontinyent, por el Norte, hasta Xixona al Sur.

El valle más precoz es el de Gallinera, el que antes florece y donde antes madura la cereza, aunque hay un escalonamiento de la oferta que depende de la sucesión de las distintas variedades y su combinación con cada ubicación, el tipo de suelo, si es solana o humbría...

El caso es que mientras unos cerezos apuntan ya su vestimenta verde de las hojas, otros continúan de blanco, y cuando aquellos se van pintando de rojo, otros les van siguiendo de lejos el ciclo, en un escalonamiento parejo al de los bancales aterrazados. El espectáculo va evolucionando y dura casi cinco meses, porque la campaña de comercialización de las cerezas se alargue luego desde el 15 de abril hasta finales de julio.

La primera variedad en llegar es la Burlat, a mediados de abril. Es la más precoz que se presenta en los mercados de España, si el tiempo lo permite; es decir, si no llegan heladas tardías y la lluvia respeta el ciclo de maduración. Luego le siguen la Starking, la Ambrunés... El ciclo de cada una es de unos 40 días desde la flor hasta la recolección.

Pero es un producto tan delicado como delicioso. Mila, del restaurante Ta Casa, en Benissivà, nos dice que «La cirera es com el peix fresc, que enseguida se pasa; hui està bona i demà s'ha estropeat; una pluja i s'obri o se mustia; una ventolera, i se rameja».

La verdad es que llevan cinco años bastante malos. De los siete millones de kilos que pueden aportar las 1.200 hectáreas de 700 agricultores asociados, se quedaron algunas campañas en menos de la mitad por culpa de heladas y lluvias inoportunas. Ahora ya están con el ¡ay! en el cuerpo, porque el invierno fue seco y en las últimas semanas se repiten las precipitaciones. Esta semana cayeron más de 150 litros por metro cuadrado en puntos de la Vall de Gallinera, y el agua, como dice Mila, utilizando un término muy local, «naula la flor», o sea, se mustia, y luego quedan 'cerecitas' como «naulaes, que diguem mosatros». Una ruina para los agricultores de estos minifundios que se esfuerzan en hacer rentables, para los más de 10.000 jornaleros que se emplean en la recolección y para quienes queremos ultimar el espectáculo saboreando las inmejorables cerezas de estos valles.

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