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Culturas

MIS AMIGOS DEL PARQUE

POR PAULA PONS

Viernes, 1 de abril 2011, 10:47

Toda mi vida he deseado tener una pandilla. Uno de esos grupos que los fines de semana quedan por norma a tomar el aperitivo, van a casas rurales los puentes, celebran los cumpleaños y pasan las Nocheviejas juntos. Nunca lo he conseguido, aunque si de algo puedo estar orgullosa es de contar con una gran cantidad de buenos amigos, que sin embargo pertenecen a ámbitos muy diferentes: la infancia, el colegio, la Universidad, las empresas por las que he pasado. Siempre amistades imperecederas con las que me iría hasta el fin del mundo pero dispersas entre sí.

Pero el destino es incierto, ¿quién me iba a decir a mí que a mis 30 años iba a conocer a un grupo de personas con los que formaría algo parecido a esa pandilla que siempre soñé? Solemos vernos todos los días a las 8 de la mañana y a mediodía. No hacemos planes para viajar y nunca salimos juntos por la noche. Nuestras edades distan entre sí más de 40 años, y sin embargo paseamos y hablamos de esto y aquello sin importarnos ese salto generacional. Ahora que lo pienso, ni siquiera sé sus nombres, pero sí los de sus perros: Pirata, Bita, Cloe, Dana, Galgo. Ese es nuestro nexo de unión. Es cuanto menos curioso cómo una abuelete que formó parte de la temida brigada 26, un prejubilado forofo de Wikileaks, un chico ecuatoriano que siempre va vestido como un pincel, un distinguido notario, una estudiante hippie de psicología, una viuda que habla a su can como a un ser humano y la arriba firmante se encuentran a diario y comparten un trozo de sus equidistantes vidas mientras sus mascotas corretean felices por el parque. Si usted no tiene amigos, déjese de Internet y adopte un perro. La pandilla está asegurada.

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