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Una muestra de los caprichos del mar en la playa de Zumaia, en la costa de Guipúzcoa. :: T. V.
Sociedad

Una región para disfrutar a toda costa

El País Vasco bañado por el Cantábrico ofrece un mar de alternativas: pueblos por descubrir, deportes náuticos y gastronomía única

ÁLVARO LIZARRAGA

Viernes, 8 de abril 2011, 02:35

Pocas cosas hay tan relajantes como contemplar un mar en calma. Y sin embargo, a menudo, el mar es lugar de violentos contrastes y paradojas que rompen con la tranquilidad a la que su observación parece invitar. No hay como acercarse a alguno de los pueblos vascos que han cimentado su modo de vida, usos y costumbres en torno al Cantábrico para darse cuenta de ello.

Ahí, precisamente, radica el encanto de la costa vasca, en el disfrute de una naturaleza cambiante y agreste, a veces templada a veces fiera, que ha ido moldeando el litoral al parecer que marcan las olas. Pero Euskadi ofrece mucho más al visitante que la mera contemplación de su paisaje. Las posibilidades de ocio son casi infinitas: desde la realización de rutas para visitar entornos preciosistas, hasta la degustación de los deliciosos pescados y mariscos que nadan en sus dominios, pasando por la práctica del turismo activo.

Deportes

La Costa vasca invita al movimiento y si hay una actividad que año a año va adquiriendo mayor importancia, ésa es el surf. Desde que a finales de los años cincuenta, este deporte penetrara en el País Vasco a través de la localidad francesa de Biarritz, el número de surfistas ha ido creciendo de forma exponencial en las playas. Basta con echar un vistazo a las distintas escuelas que, desde San Sebastián a Getxo, enseñan su práctica a cientos de jóvenes. No sólo del circuito amateur se nutre la costa vasca. Mundaka, por poner un ejemplo, se ha convertido en destino de peregrinaje para surfistas de todo el mundo porque en su costa se forma una de las olas más perfectas y apreciadas de Europa, mientras que Zarautz y Sopelana cuentan con importantes campeonatos dentro del circuito europeo.

Y el surf es sólo la punta del iceberg en lo que se refiere a la práctica de deportes acuáticos: submarinismo, piragüismo, kayaks... El mar abierto, así como las amplias rías y las bahías más seguras, proporcionan un sinfín de posibilidades entre las cuales también se encontraría la navegación. De hecho, una buena forma de conocer el litoral vasco sería visitando sus ocho puertos deportivos (Hondarribia, San Sebastián, Orio, Getaria, Zumaia, Bermeo y Getxo).

Y, por qué no, también podemos apostar por un paseo en barco más tranquilo para disfrutar de los paisajes y del avistamiento de aves y cetáceos. Paseos como los que se ofrecen en la bahía de Txingudi, el río Urola, los alrededores de Getaria, la ría de Bilbao y la desembocadura de la ría de Mundaka (Urdaibai).

Sin perder de vista el mar, el visitante también puede apostar por otras prácticas igual de saludables como el senderismo, merced a la amplia red de rutas señalizadas, más o menos exigentes, que permiten conocer todo el litoral vasco como el GR-121, que parte desde Hondarribia y llega a Mutriku, y el que une Getxo con Plencia. Por no hablar del resto de actividades propias del turismo activo.

A saber, paseos a caballo, vuelos en globo, en avioneta y parapente, paseos en bicicleta, paintball, tiro con arco, orientación, escalada y un largo etcétera.

Lugares

Junto con la oferta deportiva, la Costa de Euskadi tiene muchos más tesoros que ofrecer al visitante. San Sebastián se convierte en uno de los destinos obligados para los amantes de las vistas espectaculares.

Pasear por la bahía de La Concha, contemplar la isla de Santa Clara que parece proteger al arenal y acercarse hasta el Peine del Viento de Eduardo Chillida es visita obligada.

Luego, si nos queda tiempo, podemos subir al monte Igeldo para disfrutar del asombroso paisaje que configura esta ciudad. Otro entorno que fácilmente puede dejarnos con la boca abierta es San Juan de Gaztelugatxe, en Bermeo (Vizcaya). Se trata de una isla coronada por una pequeña ermita y unida a tierra por 231 escaleras. Casi parece una ensoñación.

No falta tampoco la oferta cultural en torno al mar. Los turistas no deberían dejar pasar la oportunidad de acercarse a los puertos de Lekeitio, Pasai San Pedro y Bermeo. Allí se pueden visitar tres barcos pesqueros, testigos mudos de la captura de las más suculentas piezas, convertidos ahora en museo. Los hay, también, más tradicionales como el Museo Naval en San Sebastián, el Museo del Pescador en Bermeo y, por qué no, el Aquarium de San Sebastián.

Estos y muchos otros, como el Museo Nautilus de Mutriku, son perfectos para descubrir todos los secretos y riquezas que atesora el Cantábrico entre sus olas. Para quien prefiera visitar un pueblecito de larga tradición pesquera, Hondarribia sería una elección ideal, con sus decenas de casas de muros blancos y balconadas y ventanas de vivos colores.

Pero a veces basta con darse un pequeño chapuzón en un paraje idílico y de eso el País Vasco también sabe un rato.

A la ya mencionada playa de La Concha, en San Sebastián, podemos unir otros arenales de carácter igualmente familiar como el de Astondo, en Gorliz, e Istuntza, en Lekeitio. Si buscamos algo más joven, las playas de Ondarreta, en San Sebastián, y Plentzia son fantásticas. Finalmente, si buscamos un oasis de arena virginal, podemos acudir a playas como la de Laga, en el término municipal de Ibarrangelu, y Ogeia, en Ispaster.

Gastronomía

Claro que, después de tanta actividad, lo suyo es reponer fuerzas, y qué mejor que un trocito de cocina vasca para ello. Parte de la fama internacional que tienen los fogones vascos se debe a que lo capturado en el Cantábrico forma una parte imprescindible en los ingredientes del recetario. La preferencia clara se encuentra en los pescados blancos poco grasos y en unas preparaciones que huyen de los aditamentos y miman y extraen del producto todo su potencial.

De todas las especies que podemos encontrar en el mar Cantábrico, el bacalao es uno de los protagonistas indiscutibles, ya sea a la vizcaína o al pil pil. Le siguen en importancia los chipirones, el besugo, la merluza, las anchoas del Cantábrico -recuperadas ahora tras un parón biológico-, el chicharro, las sardinas y pescados azules como el bonito del norte y el atún rojo, que se utiliza para realizar un cocido marinero muy típico de la zona, el marmitako. Pero hay mucho más que probar: percebes, angulas, kokotxas y txangurros, entre otros, son un buen manjar que llevarse a la boca, sin olvidar los aperitivos oficiales de los puertos vascos, las karrakelas -pequeños caracolillos de mar- y las kiskillas, sin olvidar los tradicionales pintxos.

Nada mejor que regar todos estos manjares con un buen txakoli, un vino blanco joven que cuenta ya con tres Denominaciones de Origen Protegidas.

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