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Desde la fábrica de gas del marqués de Campo, en la actual Grabador Esteve, la Audiencia, entonces Fábrica de Tabacos.
El Ensanche o la necesidad de crecer
Valencia

El Ensanche o la necesidad de crecer

El desarrollo urbanístico, oficialmente aprobado en 1887, tomó como modelo el plan Cerdá barcelonés

PPLL

Sábado, 9 de abril 2011, 02:33

Cuando la ciudad, a mediados del siglo XIX, sintió la necesidad de expandirse, el lema de "Valencia necesita crecer" se convirtió en una urgencia. Se necesitaban nuevas viviendas, sin duda; pero sobre todo, se necesitaba renovar el tejido urbano: construir casas modernas en barrios ordenados, de calles anchas y trazados regulares. Es así como nació en Valencia, como en la mayoría de grandes ciudades españolas y europeas, la necesidad de un espacio de Ensanche exterior a las viejas murallas. Que además se ligó a la inevitable anexión a la capital de poblaciones huertanas, entre las que destacaba la milenaria Ruzafa, la más cercana.

Olvidados o superados los proyectos de 1777 y 1858, Valencia, que en 1851 ya había roto la muralla foral para permitir la entrada del ferrocarril hasta las inmediaciones de la plaza de San Francisco, hoy del Ayuntamiento, volvió a señalar las huertas situadas al este de la ronda como el lugar ideal para un crecimiento razonable y moderno.

La crisis laboral derivada de los problemas de la industria textil es la que a fin de cuentas vino a determinar que el gobernador Cirilo Amorós, en 1865, emprendiera el derribo del recinto amurallado con el fin de mitigar los estragos del paro. Con la desaparición del lienzo de muro que iba desde la Aduana (luego Fábrica de Tabacos y ahora Audiencia) hasta el portal de los Judíos (plaza del Picadero, hoy de los Pinazo) y al camino de Ruzafa, el horizonte del Ensanche se vislumbró con claridad.

La ciudad recibió con alegría la pérdida de un muro que la hacía vetusta y dificultaba mucho los movimientos y comunicaciones. Pero todavía se recibió con satisfacción mayor la novedad de que el Ayuntamiento, en 1876, comenzó a aprobar alineaciones de futuras calles, al otro lado de la ronda que había nacido al desaparecer la muralla. Allí, de hecho, se estaba construyendo ya, desde hacía algunos años a tenor de lo planeado por un Ensanche, redactado en 1858, que no tenía aprobación oficial. La primera instalación (entre Navarro Reverter y Grabador Esteve) fue la sede de la compañía del gas del marqués de Campo, que levantó tres grandes depósitos para suministrar a la ciudad.

Ruzafa fue anexionada a Valencia en 1877. Como otros pueblos y pedanías, fueron las dificultades de mantenimiento de sus servicios en tiempos de crisis, las que determinaron la anexión. Como un planeta mayor, Valencia atrajo pedanías y municipios. Y Ruzafa, con su nombre y su larga historia de fundación moruna, continuó su historia junto a Valencia para ser también objetivo de un ensanche que había de ensamblarla muy pronto a la capital.

El empujón del tranvía

El tranvía fue el encargado de dar el empujón final al naciente Ensanche. Cuando el 15 de agosto de 1886 comenzó a circular la línea 5, de circunvalación, todo se hizo más asequible y cercano. El proyecto de Ensanche redactado en 1884 por los arquitectos José Calvo, Luís Ferreres y Joaquín María Arnau, tres primeros espadas de su oficio, consolidó el propósito de crecer sobre lo que eran huertas surcadas por acequias y caminos de herradura.

Sensatos en sus planteamientos, posibilistas, los diseñadores se habían basado en la realización más moderna que España tenía en ese momento: el Plan Cerdá de Barcelona, recién formulado, con sus manzanas regulares y achaflanadas, con cruces perpendiculares y aceras que sorprendían a los valencianos con sus cuatro metros de anchura.

Una Real Orden de 11 de julio de 1887 aprobó el Ensanche. No obstante, la realidad iba por delante de la normativa oficial. El Ayuntamiento, varios años antes, ya tenía un concejal del Ensanche - precisamente Pascual y Genís -mientras la realidad urbana había configurado, siguiendo la trama del plan de 1858, que ahora se respetaba, una primera sección del nuevo barrio que iba desde Colón a Cirilo Amorós configurando las actuales calles de Félix Pizcuela, Pizarro, Isabel la Católica y Hernán Cortés, más la de Sorní, que en un principio se llamaba de don Juan de Austria por ser prolongación de aquella.

El Ensanche, contemplado desde una perspectiva histórica, fue consecuencia de un proceso natural más que de un fenómeno especulativo. Desde la nueva acera de la calle de Colón, donde se levantaron al principio casas de corte burgués de tres o cuatro plantas, la urbanización se fue extendiendo en las últimas décadas del siglo XIX, con interesantes ejemplos modernistas.

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