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Siguiendo la ruta del hielo
Escapadas

Siguiendo la ruta del hielo

El Bosc de Manesa, en Barx, es una microrreserva de flora y el punto de conexión entre dos antiguas neveras naturales

BEATRIZ RODRIGO

Viernes, 15 de abril 2011, 11:32

Enfrente del pico más característico de la comarca de la Safor, el Mondúver, y a la entrada de Barx, está el Bosc de Manesa, una microrreserva natural de flora desconocida por muchos y que sin embargo, conserva multitud de especies florales, muchas de ellas endémicas, que hacen de este espacio un paraje singular. Además, la ruta que lleva y que atraviesa el bosque es ya de por si un gran hallazgo.

De hecho, el camino fue descubierto hace tan sólo diez años por un grupo de excursionistas y expertos en botánica siguiendo la que se puede considerar como la ruta del hielo.

Y es que tanto en la subida hacía la microrreserva como inmersa en el propio bosque se conservan dos antiguas neveras de producción y almacenamiento de hielo producido por el agua de lluvia, de manera que Manesa sirve como punto de conexión entre ambas. El grupo de expertos que abrió el camino basó su búsqueda en esta antigua ruta que posiblemente realizaban los animales de carga para bajar el hielo a la población de Barx.

Incluso hay tramos en los que aún se conserva el empedrado por dónde se pasaba hasta llegar a las neveras, y la subida dibuja pronunciadas eses para que fuera más fácil el transporte.

El camino comienza a la entrada del pueblo, más o menos desde el cementerio municipal., done hay una explanada en la que se pueden dejar los vehículos. Allí se encuentra la que se ha bautizado como la 'nevereta de baix', en la que además de producirse hielo, se almacenaba. La subida inicial es la más costosa, pero las vistas sin duda compensan: abajo, el municipio de Barx, enfrente el Mondúver y de fondo, el mar.

Bosque de carrascas

Por el camino, el guía, Xavier Ródenas, explica que el terreno está lleno de simas, es decir, cavidades naturales. Después de esta subida inicial, sorprendentemente poblada por carrascas, la superficie se allana y ya se puede observar la llegada de la primavera con las flores blancas del gamón e incluso alguna orquídea que tímidamente comienza a asomar.

Después de un descanso en un plano bajo pinos rodeno y envueltos de romero, lentisco, timón y pebrella, el camino continúa hacia la nevera más antigua, en la que sólo se producía hielo. Ya muy abandonada y cubierta por vegetación, Xavier Ródenas aprovecha para reivindicar su conservación como patrimonio natural e histórico de la comarca.

El camino se estrecha y, esta vez, en fila de a uno, los excursionistas se adentran ya en el Bosc de Manesa propiamente dicho, que se sitúa paralelo al barranco que lleva su mismo nombre. Se puede observar así la microrreserva como si de un jardín botánico se tratara y precisamente en la mejor época del año, pues es ahora cuando comienza a florecer.

Presidida por un bosque de carrascas, alcornoques y fresnos, entre ellos se entremezclan linos silvestres, brezos, coscoja, sanguinarias, margallón, estepas con flores multicolores... Una gran variedad de especies que hacen del Bosc de Manesa uno de los tres bosques 'más bosques' de la comarca.

Y esto es así porque que a un conjunto arbóreo se pueda llamar bosque depende de la naturalidad, de la heterogeneidad del mismo. Es decir, el hecho de que haya diferentes especies y de que pertenezcan a edades distintas es lo que convierte un bosque en más auténtico que otro conjunto arbóreo.

Así, la existencia de árboles pequeños, grandes, torcidos, tumbados... Esa heterogeneidad marca la naturalidad. En la Safor hay tres bosques que se caracterizan por estos elementos uno de ellos es el Bosc de Manesa.

Además, aquí se da una peculiaridad, que es la descarbonización, es decir, que es un bosque muy permeable lo que facilita que se limpie mucho con la lluvia. De este modo, el suelo está más limpio, y al estarlo, es más ácido y facilita la proliferación de especies.

Entre ellas, cabe destacar el bosque de alcornoques, ya que hay muy pocos en la Comunitat Valenciana. Pero además de ello, especies endémicas como el hipericón o la 'pesolera valenciana', o conjuntos tan sorprendentes a la vista como un margallón 'emparejado' con un espinal.

Ya en el final del bosque, saliendo de nuevo a la pendiente de la montaña, la vista cambia y ya no se rodean los árboles como si se estuviera visitando un jardín botánico, sino que ahora se pasa por debajo de ellos.

Se deja así detrás las carrascas y alcornoques y se atraviesa un mar de grandes pinos, de manera que el conjunto arbóreo es mucho más homogéneo.

Manesa es sin duda una ruta sencilla y muy agradable especialmente ahora con la llegada de la primavera.

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