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CÉSAR GAVELA
Domingo, 17 de abril 2011, 02:25
Cinco siglos de Reino de Valencia legitiman a nuestra autonomía, una de las más históricas de España. Pero esa certeza histórica debe convivir con una realidad no menos verdadera y más reciente: los casi dos siglos de fecunda existencia de la división provincial.
España ha sido durante mucho tiempo la suma de cincuenta provincias. Y el sentimiento provincial es fortísimo, incluso en comunidades tan ilustres como Cataluña o Galicia. En cuanto al País Vasco, allí las diputaciones provinciales son sencillamente invencibles.
Alicante es una de las provincias más potentes de España. La cuarta en población, después de Madrid, Barcelona y Valencia. Con solo cinco mil kilómetros cuadrados, su demografía dobla o casi a la de Asturias, Aragón, Baleares o Extremadura. Supera en mucho a Murcia y empata con Canarias. Se acerca a la población total de Galicia y las dos Castillas. Triplica a Navarra y Cantabria y sextuplica a la Rioja.
Otro rasgo admirable de Alicante es su variedad. Porque en su breve y accidentada cartografía hay ciudades que parecen de regiones muy distintas. Entre Denia y Villena hay un mundo; entre Alcoy y Torrevieja, o entre Benidorm y Orihuela. Incluso sus dos grandes urbes, Alicante y Elche, pese a estar tan cerca parecen antagónicas.
El alicantinismo no solo existe en el burdo interés de unos señoritos políticos o inmobiliarios del centro de la ciudad de Alicante. También es un sentimiento popular, basado en su vínculo con Madrid y Castilla y con su vivir un poco de espaldas al resto de los valencianos.
La solución es obvia y consiste en la recíproca apertura de los otros valencianos hacia los alicantinos y viceversa. Ello, además, no supondrá perder ningún rasgo identitario. Porque el asunto consiste en sumar, no en sustituir. Ningún alicantino dejará de serlo si, además, acepta la histórica y actual realidad valenciana. De la que forman parte principal.
La ciudad de Valencia está obligada a dar el primer paso. Por su tamaño, por su histórico desdén hacia el sur, y por ser el 'cap i casal'. Sin olvidar que es bueno que la Comunidad Valenciana se 'alicantinice' más, si se acepta ese concepto.
Porque es en Alicante donde mejor se revela la plural realidad valenciana, así como el protagonismo de la población extranjera. Allí, además, conviven muy bien lo valenciano y lo castellano, no en vano es la patria de creadores del idioma tan brillantes como Gabriel Miró en castellano y Enric Valor en valenciano. Y tantos otros, algunos geniales como Azorín o Miguel Hernández.
Alicante es la provincia valenciana más universalista. Pero es necesario remover los obstáculos que dificultan a los alicantinos la toma de conciencia de formar parte del gran escenario cívico que es la Comunidad Valenciana. Una región de más de cinco millones de habitantes que les atañe y les pertenece plenamente.
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