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V. LLADRÓ
Jueves, 28 de abril 2011, 02:12
La división territorial de España en provincias es relativamente moderna; data de la primera mitad del siglo XIX; y su consolidación marcó, en nuestro caso, el fin del viejo Reino de Valencia, que, si bien perdió su carácter foral en 1707, mantenía (y siguió manteniendo) un cierto carácter de unidad simbólica o emocional referida a la historia. Además, el antiguo Reino no siempre tuvo tres provincias; hubo un periodo, entre enero de 1822 y noviembre de 1833, en el que fueron cuatro. La cuarta provincia, de tan corta vida, fue la de Játiva, que abarcaba, además de su comarca, La Costera, zonas que hoy son del sur y oeste de la provincia de Valencia, incluyendo el valle de Cofrentes-Ayora, y del norte de la de Alicante, particularmente una porción de la Marina Alta.
Todo ello lo explica con maestría Federico Martínez Roda, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad Cardenal Herrera-CEU, en su libro 'La División Provincial y el final del Reino de Valencia (1810-1833)'. Además de referir el autor multitud de datos historiográficos sobre aquel proceso, en un periodo tan convulso, con alternancias gubernamentales de liberales y absolutistas de Fernando VII, describe diversos hechos curiosísimos, al igual que la efímera existencia de la provincia de Játiva, poco conocidos porque no formaron parte de las enseñanzas escolares.
Por ejemplo, el primer intento de división provincial fue napoleónico. Se proyectó en 1810, cuando la dominación francesa impuso el reinado de José Bonaparte, pero no fraguó por razones obvias. Tenía el estilo de las prefecturas galas y a cada una se le aplicaba una denominación relacionada con accidentes geográficos destacados, especialmente ríos.
El territorio que más o menos coincidiría con la actual provincia de Valencia y gran parte de la de Castellón iba a llamarse Guadalaviar Bajo, y la actual Alicante, que abarcaba también Almansa y Yecla, sería Cabo de la Nao. El norte de Castellón quedaba integrado, junto a lo que hoy es Tarragona, en el Ebro, y su capital sería Tortosa.
Las Cortes de Cádiz ya tratan en serio sobre la conveniencia de repartir el territorio en provincias y lo hacen sobre todo por un criterio de facilitar la recaudación de impuestos, el reparto de contribuciones fiscales. Según Federico Martínez, esta es la principal razón, junto a las nuevas ideas liberales, que impulsa el nacimiento de las provincias y de que el proceso sea relativamente rápido y sin oposición de casi nadie. Resalta el autor que de alguna manera también se trataba de afianzar así el fin del viejo régimen.
Los cuatro criterios que debía presidir el reparto equilibrado del territorio en provincias debían de ser: extensión, población, topografía y tradición histórica, con el fin de que la acción de gobierno pudiera ser «uniforme, espedita (sic) y fácil en todas ellas».
En el proyecto de Felipe Bauzá, en 1913, aparecen las tres provincias valencianas casi como son hoy, incluido el Rincón de Ademuz, pero con la curiosidad de que la de Castellón se llama de 'Segorve', que iba a ser la capital, cosa que no ocurrió. Aquel mapa unía las provincias Vascongadas y tenía la de El Bierzo, que se consolidó en 1822, al igual que la de Játiva. Ambas desaparecen 11 años más tarde. Del territorio de Játiva se adscribe una porción a Alicante, que incluye entonces parte de La Safor, y el resto a la de Valencia, donde es llamativa la ausencia de la Plana de Requena-Utiel, que se suma a Cuenca. Villena tampoco está en Alicante, es de Albacete. Pero en 1851 regresa a Valencia el partido judicial de Requena y Villena a Alicante, quedando Caudete en Albacete, y así han permanecido los límites hasta hoy.
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