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J. BATISTA
Miércoles, 11 de mayo 2011, 03:08
El fuego, principal enemigo de los espacios naturales, tiene el camino allanado para causar estragos en el parque del Turia, declarado espacio protegido en 2007 y escenario, por desgracia, de demasiados incendios forestales. La proliferación de la caña común, con un desarrollo imparable en las riberas de los ríos, actúa como un combustible perfecto cuando entra en contacto con una llama. Ha sucedido demasiadas veces como para que no se tomen medidas para su erradicación, siendo además una especie invasora, originaria de Asia y que nada tiene que ver con el hábitat mediterráneo del parque.
La prueba palpable de su capacidad reproductora se encuentra en la zona protegida situada entre los términos municipales de Paterna y Manises, que el pasado febrero sufrió un incendio que arrasó cuatro hectáreas de cañar. Dos meses y medio después, en los espacios afectados han vuelto a rebrotar con fuerza nuevas matas. Hay algunos, como el situado debajo del puente que une ambas poblaciones, donde la altura de los ejemplares está al mismo nivel que antes del incendio, a pesar del escaso tiempo transcurrido.
Aunque en la actualidad la caña es verde, a medida que se acerque el verano se volverá amarilla y comenzará a secarse, con el consiguiente riesgo para la propagación del fuego. Sólo en lo que va de año, el parque ha sufrido la virulencia de tres incendios en zonas donde abunda la especie, y eso que ni siquiera se ha alcanzado la época más seca de la temporada.
El primero se declaró en enero en Vilamarxant, el segundo llegó un mes más tarde en la zona citada y el tercero tuvo lugar el pasado lunes, fruto del incivismo de un vecino de este municipio, que llegó a iniciar varios focos que fueron atajados con presteza por los servicios del Consorcio Provincial de Bomberos. El presunto pirómano fue detenido tras un dispositivo de control organizado por la Policía Local de Riba-roja. El balance fue de media hectárea de cañar calcinada.
El mismo patrón se dio en el fuego de febrero, aunque con mayor afección -cuatro hectáreas-. En este caso intervino otra variable en la ecuación, como fue la basura acumulada en el terreno, que aunque menos inflamable puede actuar como detonante, como sucede con las botellas de cristal. El resultado fue el desalojo de varias personas de la zona, donde hay numerosos huertos, y el corte del puente por el humo y la altura de las llamas.
La situación empieza a ser demasiado familiar tanto para los agricultores como para los viandantes que aprovechan el carril bici para mezclarse con la naturaleza. «Aquí hay cañas para parar un tren. Después de quemarse vuelven a aparecer y nadie viene a limpiar», explica uno de los afectados, que se cubre la cara para evitar los molestos mosquitos que empiezan a proliferar en la ribera del río.
«Es como un círculo vicioso. Cuando hay mucha caña, alguien les pega fuego y desaparecen hasta que vuelven a rebrotar. Debería controlarse más la limpieza del cauce porque podría producirse una catástrofe», apunta Ernesto Julià, un cicloturista de Valencia que acude cada semana al espacio natural.
Barbacoas ilegales
Julià alega que el parque es muy utilizado para pasear, y que el tramo entre Manises y Paterna tiene una gran acogida los días festivos, especialmente familias que acuden a comer junto al río. Aunque está prohibido hacer fuego fuera de las zonas habilitadas -hasta hace poco había braseros bajo el puente, que han desaparecido-, el terreno que circunda los merenderos está sembrado de restos de barbacoas, con los consiguientes vasos de plástico, botellas, botes de refrescos y bolas de papel de plata.
Desde la Coordinadora en Defensa de los Bosques del Turia, con representación en la junta rectora del parque natural, han puesto de relieve en varias ocasiones la importancia de tomar medidas de prevención para evitar incendios. «Es necesario que se lleve a cabo una limpieza de las cañas y de los residuos urbanos que quedan en la zona, y además, que la gente se conciencie de que la basura no se debe dejar en un parque natural», explica su presidente, Ángel Morales, aunque reconoce que «la mayor parte de los usuarios» son respetuosos.
Además, recuerda que se ha insistido a los responsables del espacio protegido de que hay que potenciar la prevención mediante algo tan sencillo como la colocación de carteles en los accesos que anuncien que se entra en un parque natural, con el objetivo de reforzar la concienciación. Ayer explicaba que la normativa que las regula ya está aprobada, aunque falta conocer su dotación presupuestaria.
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