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Un sol naciente. El rey que perdió su corona

ZIGOR ALDAMA

Jueves, 12 de mayo 2011, 02:53

La tierra tembló unos segundos, y el tsunami devastó la costa noreste de Japón en unos minutos. Pero el país del Sol Naciente pagará durante años las consecuencias de este seísmo. Han pasado dos meses y el drama continúa. Ya no es una catástrofe natural la que acapara toda la atención, pero la crisis nuclear que desató sigue sacudiendo a la tercera economía mundial como un tsunami a cámara lenta.

Japón vive una tensa calma. Según fuentes de la Embajada nipona en España, no existe contaminación radiactiva salvo en el perímetro de seguridad de 30 kilómetros establecido en torno a la central de Fukushima. Pero la población recela de las informaciones oficiales. «Parece que todo se cuece a fuego lento. No sabemos si el Gobierno dice la verdad, porque la información llega a cuentagotas y cada vez que nos dicen algo es para darnos una mala noticia», se queja Hitomi Suzuki, residente en Sendai, la principal concentración urbana de la zona afectada, e hija de habitantes de Fukushima que todavía no han podido regresar a su hogar. «Que esta semana hayan dejado entrar a sus casas a unas cuantas familias nos alegra mucho. Nuestros recuerdos están allí y nos gustaría salvar algunos».

La legación diplomática japonesa en Madrid asegura a V que ya no se registra ningún problema de abastecimiento de alimentos en Japón, aunque en algunos sí que se ha detectado radiactividad. Y, dicen, la normalidad es casi total fuera de la franja costera nororiental de Honshu. Oskar Díaz, un joven español empleado en una empresa japonesa en Tokio, corrobora este dato. «Aquí no ha cambiado casi nada. En mi empresa ya está todo normalizado. El aire acondicionado funciona y no hace falta apagar la mitad de las luces», cuenta. Y predice: «En verano vendrá lo peor porque no hay aire acondicionado para todos y se dispara el consumo de energía». De hecho, la de Fukushima no es la única central nuclear que se ha desconectado de la red. La de Hamaoka, situada también en una franja costera de gran actividad sísmica, ha cerrado. Así, el suministro energético se resiente y supone un grave lastre para la tímida recuperación económica que se vaticinaba antes del particular 11-M nipón. «Las empresas están trasladando horas de producción a fines de semana y festivos, cuando cae la tensión general en la red, mientras que la industria pesada, que consume más electricidad, ha trabajado durante todo el puente de mayo y compensará esos días a sus empleados», reconocen desde la Embajada japonesa.

«Los comerciantes de ciudades como Tokio han reducido o eliminado temporalmente la iluminación ornamental en fachadas y escaparates», añaden. «Y la mitad de las farolas se siguen apagando de noche», apostilla Díaz. Sin duda, esta es una nueva muestra de civismo por parte de una sociedad que ha dado una lección al mundo. Sin embargo, y a pesar de que la solidaridad ha desbordado las previsiones -la marca Triumph desveló ayer en Tokio un conjunto de ropa interior decorado con mensajes de apoyo en casi todos los idiomas- el país se enfrenta ahora a una importante sequía en la industria del turismo.

«Hemos constatado que muchos turistas españoles, atraídos por Japón, nos comentan su temor a que los ciudadanos japoneses los consideren insensibles por ir a pasarlo bien en un país azotado por tal catástrofe», explican desde la Embajada. «Pero viajar a Japón también es un acto de solidaridad muy importante, y la tradicional hospitalidad japonesa será aún mayor en estas circunstancias», explican desde la legación diplomática. «Ahora es cuando más necesitamos al mundo», agrega Saoto Takeuchi, guía turística de la ciudad de Kioto. No en vano, se estima que la reconstrucción de la zona afectada costará unos 215.000 millones de euros.

Como reconoció el primer ministro nipón, Naoto Kan, esta es la peor crisis que ha vivido Japón desde la Segunda Guerra Mundial. Pero, como añade el embajador de Japón en España, Takahashi Fumiaki, «del mismo modo que el país se reconstruyó milagrosamente en la posguerra, toda la población japonesa en su conjunto sumará esfuerzos para crear un Japón renovado, con el fin de reconstruir lo antes posible las regiones afectadas y avanzar en la creación de ciudades sólidas capaces de resistir catástrofes».

La reverencia de Akihito

Los emperadores han querido dar ejemplo. Esta catástrofe será recordada también por haber humanizado la principal figura del Trono del Crisantemo. El emperador ya sorprendió a propios y extraños con una aparición televisada, la primera, cinco días después de la tragedia. Desde entonces, y junto a su esposa, ha visitado centros en los que residen temporalmente los afectados. Ambos se desplazaron ayer a Fukushima, aunque se quedaron a 62 kilómetros de la central y fuera del perímetro de seguridad. La imagen que recoge la reverencia de la pareja frente a los escombros es un poderoso símbolo del final de una deidad.

Los políticos japoneses también han 'bajado a la tierra'. Anteayer, Kan decidió renunciar a su sueldo como primer ministro, una medida que puede preceder a la impopular subida de impuestos que todos temen. «Es evidente que alguien tiene que pagar la reconstrucción», analiza Shigeru Okawa, economista de la Universidad de Tokio. «El país ya sufre un endeudamiento que supera de largo al de Grecia, y TEPCO -la compañía propietaria de Fukushima y blanco de todas las críticas- no puede hacer frente al ingente desembolso que se requiere».

Y eso que las indemnizaciones no satisfacen a nadie. Aunque todavía no hay confirmación oficial, todo apunta a que TEPCO tiene intención de pagar un millón de yenes (poco más de 8.300 euros) a cada familia afectada por la crisis nuclear, una cantidad que se reduciría hasta los 750.000 yenes (unos 6.200 euros) para quienes vivan solos. «Es totalmente insuficiente para comenzar una nueva vida», se lamenta Hitomi Suzuki, que ya ha acogido a sus progenitores en Sendai. «Quienes viven en Fukushima no podrán volver jamás al pueblo, y con ese dinero tampoco podrán establecerse en ninguna otra parte. Me temo que las viviendas temporales van a terminar siendo definitivas». Allí viven actualmente más de 130.000 personas.

No obstante, el embajador de Japón en Madrid confía en que la hoja de ruta que ha diseñado TEPCO para acabar con el drama de Fukushima dé resultados en tres meses. «Las medidas más inmediatas son las de refrigeración, contención, monitorización y descontaminación. Al mismo tiempo se van a crear instalaciones de almacenaje y tratamiento de agua con elevados niveles de radioactividad... pero no hay peligro para la salud».

No obstante, los vecinos de Japón desconfían. En China, los productos procedentes del archipiélago sufren una debacle de ventas, e incluso hay cadenas de supermercados que han retirado todas las importaciones alimentarias, mientras que los restaurantes de comida japonesa, en los que rara vez se sirve producto nipón, están casi vacíos. Los telediarios han dejado de incluir en sus previsiones meteorológicas la dirección del viento que sopla en Fukushima. Sin embargo, chinos y coreanos critican la falta de transparencia que ha dejado una mancha indeleble en la impecable reputación de Japón.

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