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Joselín, en una imagen reciente, con un recuerdo de su familia. :: LP
Valencia reconstruye la vida de Joselín
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Valencia reconstruye la vida de Joselín

La oenegé Menuts del Món hizo de puente entre el orfanato donde vivía y La Fe, donde fue intervenida varias veces y rehabilitada La niña boliviana se quemó el 70% de su cuerpo hace cuatro años

FERNANDO MIÑANA

Jueves, 9 de junio 2011, 10:03

Un incendio, una casa que arde, una madre que muere y un presente achicharrado. Joselín salió con vida de aquella casa. Pero qué vida. Con seis años, esta niña boliviana se encontró, de la noche a la mañana, con quemaduras en el 70 por ciento de su cuerpo, sin el consuelo de una madre y confinada a un orfanato. Una vida hecha trizas.

Cuatro años después Joselín vuelve a casa. Su padre la espera en Santa Cruz de la Sierra, de donde se marchó destrozada y desamparada y adonde regresará, en unos días, recompuesta y feliz. Por el camino ha habido de todo: la aspereza de un orfanato, el viaje a un país desconocido, varias operaciones y una dura rehabilitación. Pero Joselín, con la ayuda de la oenegé Menuts del Món, ha podido con todo.

Esta ONGD encontró a Joselín Míchel Arincibia gracias a una intermediaria de Cruz Roja de Suiza. Menuts del Món, horrorizada por el cruel destino de esta niña desfigurada, olvidada en el Hogar de San Lorenzo, tendió un puente entre el Ministerio de Sanidad de Bolivia y la Conselleria de Sanidad, que la destinó al Hospital La Fe de Valencia y le buscó una plaza en el colegio Niño Jesús.

Joselín llegó con ocho años, un cuerpo maltrecho y mucho miedo. Pero en Valencia encontró el cariño de los voluntarios de la oenegé, que la acogieron en sus casas, y el profesionalismo del equipo médico de cirugía plástica de la doctora Eva López, la encargada de reconstruir la 'corteza' de esta niña.

María José Gómez es una de las personas que ha cuidado de Joselín, admirada allá por donde ha pasado. «Ella es impresionante; es una superviviente», advierte María José, quien ha vivido de cerca la sucesión de operaciones que la niña soportó con entereza. Y la rehabilitación, las sesiones que le preparó Carmen Calvo, la fisioterapeuta que logró que recuperara toda la movilidad.

Después de las largas horas de trabajo físico, del paso por el colegio, llegaba el momento predilecto de Joselín, su cita con la dispersión, con juguetes que no sabía ni que existían y, por encima de todo, su fascinación por los ordenadores y los teléfonos móviles. «No conozco a ninguna persona que se queje menos y, además, se ha recuperado con una facilidad pasmosa», insiste María José, quien se prepara ya para la despedida.

Joselín ya anda y corre con cierta soltura, pero aún le quedan lomas por subir, obstáculos que salvar. Ahora se enfrenta a un nuevo cambio de vida. Deja atrás el cariño y los cuidados de Valencia para reencontrarse con su padre, quien ha rehecho su vida con sus tres hermanos y una nueva mujer en Santa Cruz de la Sierra, la ciudad que se levanta junto al río Piraí, la más poblada de Bolivia. Y, a sus diez años, a las puertas de la adolescencia, deberá aprender a aceptarse, a vivir con una cara diferente. «Aunque su aspecto ha mejorado notablemente, va a ser muy complicado que la parte estética la recupere igual que la movilidad». Por eso hace meses que está en tratamiento psicológico. Para allanar el camino de vuelta a Santa Cruz de la Sierra, donde sólo estará unos meses, pues tendrá que desplazarse al hospital de Coaniquem, en Chile, un referente en niños quemados, para completar su reconstrucción. Por dentro y por fuera.

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