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J. A. DELÁS
Martes, 14 de junio 2011, 14:37
Si democracia es libertad hasta donde comienzan los derechos de los otros, la plaza del Ayuntamiento es, cada vez, menos democrática. El derecho de un peatón a pasear sin obstáculos en el suelo, el derecho de una floristera a que no orinen junto a su local o el derecho a la higiene en el corazón de la ciudad están desapareciendo.
La acampada del 15-M, que nació como un laboratorio de ideas antes de las elecciones, es ahora un asentamiento donde viven una treintena de personas, la mayoría de tendencia 'okupa', en pésimas condiciones de salubridad. Y lo cierto es que esa falta de higiene está sobrepasando ya las fronteras de sus tiendas de campaña, extendiéndose por las zonas ajardinadas y los accesos peatonales.
Son las 12.30 horas y un tenue sol baña la plaza. Unas 40 personas pululan entre una treintena de caóticas tiendas de campaña. El calor veraniego empieza a aumentar para alegría de las moscas que ven abiertos varios cubos de basura sin tapa junto a una de las lonas del asentamiento.
Los insectos tienen muchas más opciones: un plato con una sustancia reseca bajo un banco público o las cacerolas y platos acumulados en dos carros de supermercado con un cartel que reza «para fregar». E incluso un cuarto de pizza gigante sin dueño aparente, abandonado en una mesa con caballetes.
Varios bancos públicos, concebidos desde siempre para sentarse, han sido tomados por algunos acampados para tender su ropa. De plaza para dentro se leen varias proclamas ecologistas que veneran las plantas y los animales, pero a pocos metros un cubo con agua y ropa afea el césped y un gran cártel rodea el tronco de un árbol. Varias láminas de madera y cartón yacen en otras zonas verdes de la plaza convertidas en vertedero.
El derecho a caminar sin trampas se ha reducido. Tres largos cables surcan la plaza desde sus bordes al asentamiento central. Otro cordón eléctrico pegado a las baldosas con cinta despegada pone en bandeja el tropezón a las muchas personas mayores que acuden a la plaza a pasear.
Peligro para invidentes
Otros mensajes de los 'indignados' abogan por la integración de personas discapacitadas. Sin embargo, los invidentes que quieran ir por la plaza más céntrica de la ciudad se pueden encontrar con un desagradable susto: una maraña de cordajes tensados en el aire, a la altura de una persona, sustentan algunas instalaciones a los árboles y a las farolas. Lo mismo sucede con una gran pancarta amarrada al suelo con garrafas de agua.
La acampada de los 'indignados' ha pasado a convertirse en un bastión 'okupa' sin intención de retirada. Hasta tal punto han hecho suya la plaza los acampados que ayer se tomaron la licencia de levantar las rejillas de desagüe para limpiar los canales, una labor que corresponde a empleados municipales. «Como el Ayuntamiento no limpia, lo hacemos nosotros», expresó uno de los participantes. En la improvisada cuadrilla de limpieza había hasta un niño descalzo.
La pretendida revolución le está saliendo cara a la floristera María José Folgado. «Sufro meadas junto al local y cacas de perro. Todas las mañanas tengo que tirar lejía y un producto plagicida por alrededor. Por la mañana hay mucha, mucha peste», lamenta mientras muestra los trozos de celo de carteles pegados en una pared de su tienda. Otra vendedora de flores asegura que no molestan «demasiado» pero considera «que se deberían de ir ya porque el objetivo con el que se pusieron aquí ya está cumplido».
El número de asistentes a las asambleas del 15-M se ha reducido considerablemente, al igual que su actividad en las redes sociales. Quedan pocos y dispuestos a resistir. La próxima protesta de los concentrados será el jueves a las puertas de Les Corts, contra la corrupción. El domingo por la tarde se manifestarán en la plaza bajo el lema: «No paguemos vuestra crisis».
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