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Rafael Tamarit, mestre d'arquitectura

JAVIER DOMÍNGUEZ RODRIGO

Viernes, 24 de junio 2011, 02:12

La actual Escuela de Arquitectura -UPV- debe mucho a la excelente labor de su primera dirección -1966- encabezada por Román Jiménez Iranzo, con Rafael Tamarit Pitarch como Subdirector, Pablo Navarro Alvargonzález como Jefe de Estudios, Rafael Tomás Carrascosa como Secretario y con Miguel Pecourt como consejero áulico.

Tamarit tuvo la responsabilidad de crear los Talleres de Proyectos que incluso hoy deben esa filosofía docente que prima la experimentalidad frente a la teoría, la visión artística y humanista frente a un enfoque estrictamente tecnológico, favoreciendo una mirada más pragmática de la arquitectura.

Con treinta promociones a sus espaldas, más de quinientos arquitectos deben buena parte de su formación proyectual a Tamarit. Muchos de ellos han desarrollado hoy brillantes carreras profesionales: Santiago Calatrava, Ignacio Bosch, Vicente Más, José María Lozano, Cristina Grau, Lola Alonso, Julián Esteban Chapapría, Luis Alonso de Armiño,.

Como arquitecto y, sobre todo, como maestro y formador de jóvenes arquitectos, Rafael Tamarit nunca ignoró la enorme responsabilidad que supone satisfacer las necesidades de la sociedad, contribuyendo a aumentar su calidad de vida. Su actitud fue siempre comprometida y cercana, la de quien ofrece constantemente su hombro, su experiencia y su entusiasmo.

Esa personalidad rica, vital y emprendedora es una característica de su producción arquitectónica, asociada durante décadas a los hermanos Juan, José y Vicente Lladró que encontraron en él al diseñador, al arquitecto, al intérprete y sobre todo al consejero y amigo con el que pudieron consolidar una de las empresas valencianas más internacionales.

Su relación con la célebre fábrica de porcelana fue muy temprana, iniciándose con un pequeño edificio (1965) para la familia Lladró en la localidad de Tavernes Blanques.

Incluido en el Docomomo Ibérico el principal interés del conjunto se centra en su atrevido sistema compositivo, especialmente en su fachada noble, resuelta con un revestimiento cerámico azulado característico del autor.

La obra explicita la decidida voluntad moderna y desinhibida de un jovencísimo Tamarit, que regresa a su tierra natal con el sólido bagaje que le otorga el haber sido durante su estancia en la Escuela de Madrid, primero discípulo y más tarde colaborador de figuras tan relevantes de la arquitectura española como Alejandro de la Sota, Julio Cano Lasso y Javier Carvajal.

Prácticamente toda la producción arquitectónica de la factoría Lladró lleva el sello de Tamarit. De hecho el Pabellón de Escultores llegaría a convertirse en uno de los iconos de la marca. Concebido como una gran plataforma flotante es en realidad un gigantesco laboratorio para escultores y creativos.

La internacionalización de su obra nos ha legado ejemplos soberbios de la mejor arquitectura comercial como el Lladró Plaza de Nueva York, el Ginza Building de Tokio, el Rodeo Drive de Beverly Hills.

La exquisita sencillez con que resuelve el difícil encaje en la trama de Manhattan y la gran sutileza con que concibe la fachada principal cuyo gesto preciosista resume el carácter del valenciano y alumbra uno de los más brillantes episodios de la edilicia moderna en la gran manzana.

Cuando Rafael Tamarit acomete la ejecución de esos proyectos lleva décadas acreditado como uno de los mejores interioristas valencianos. Sus tiendas: Don Carlos, Clive, Alejandro Soler, Pavimentos Guillén, Cafetería Tívoli,. le convirtieron muy pronto en uno de los diseñadores más cotizados de la ciudad.

Potentes marquesinas de acero, escaleras de plancha metálica, protocolo moderno, nuevos materiales, control riguroso e intimista del espacio,., caracterizan su vocabulario en aquella primera etapa.

Otras obras como el Pechicán, el complejo Turístico Bravíssimo o el edificio Novedades en el corazón de la "city" suponen una clara llamada de atención en la escena arquitectónica local que en la década de los setenta continuaba anclada en el casticismo.

Hoy su herencia, como su propia trayectoria sigue ofreciendo facetas inéditas y sorprendentes. Realmente fue un arquitecto visionario que se anticipó a su tiempo facilitando la internacionalización del diseño valenciano, siendo hoy reconocido como parte indiscutible del ADN de la ETSAV.

Ejemplo de buen oficio, amante de la docencia y siempre comprometido con la arquitectura, su manera de ejercer el magisterio y su obra forman ya parte de la historia de la arquitectura del siglo XX.

Porque incluso hoy, nuestro septuagenario maestro sigue empeñado en enseñar a sus alumnos y colaboradores a valorar y amar la Arquitectura, a reivindicar el Proyecto como disciplina, a remover las ideas ya que le sigue apasionando lo mucho que todavía se puede hacer por el futuro de esta ciudad. Por ello, los valencianos estamos en deuda con la generosidad y el optimismo de Rafael Tamarit y para sus compañeros de docencia será imposible llenar su vacío, pues no podríamos permitirnos el lujo de renunciar a su excelencia.

Por esa razón, deseamos que su pensamiento y enseñanza pervivan entre nuestros jóvenes estudiantes con la misma firmeza y originalidad que siempre provocó su obra.

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