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JUAN ANTONIO MARRAHÍ jmarrahi@lasprovincias.es
Domingo, 10 de julio 2011, 12:02
Fotos íntimas de ex novias difundidas para humillarlas, pederastas camuflados como adolescentes para acceder a menores en los chats, correos electrónicos como trampa para obtener datos bancarios, acoso escolar multiplicado por redes sociales... Cada vez son más las maneras de delinquir con nuevas tecnologías y más los casos de esta naturaleza que acaban en los tribunales valencianos.
El año pasado se dobló el número de acusaciones emitidas por la Fiscalía de Valencia. Actualmente, estima el fiscal coordinador de delitos tecnológico, Fernando Cabedo, se formulan unas 10 acusaciones cada mes por esta especialidad delictiva, que daña el patrimonio, la intimidad, la libertad sexual y otros derechos de los ciudadanos.
Francisco Silla, juez de instrucción de Valencia, considera que es muy difícil cuantificar los casos que llegan a los juzgados. «Sin que se trate de datos rigurosos», matiza, «su número podría rondar los 250 al año en el partido judicial de Valencia que corresponde con su municipio».
Jueces y fiscales coinciden en situar las estafas por internet a la cabeza de los delitos telemáticos que sufren los valencianos. El magistrado también alerta del «aumento de extorsiones a menores por el desarrollo de las redes sociales» y la divulgación de pornografía infantil «por la facilidad de descargas en internet».
A la cabeza en el ranking de daños online en Valencia aparece el 'phishing'. Las redes que diseñan estas estafas averiguan las contraseñas bancarias de las víctimas mediante engaño y, con las claves secretas, sacan dinero de sus cuentas para enviarlas a otras. Un robo puro y duro.
En esta labor de movimiento de fondos, explica Cabedo, intervienen 'mulas' o 'muleros', «personas captadas mediante un falso contrato de trabajo en el que se les ofrece ganar dinero fácil actuando de intermediarios. Su misión es recibir esas transferencias «de alguien a quien no conoce y enviarlo a otra persona de la que tampoco sabe nada» a través de oficinas de envío de dinero. El destino suele ser países del Este de Europa, normalmente de la antigua Unión Soviética.
En febrero de este año, una mujer se presentó preocupada en el cuartel de la Guardia Civil de Segorbe. Aseguraba que estaba recibiendo «continuas llamadas a su teléfono móvil de desconocidos que le pedían favores sexuales». Según estos hombres, su foto aparecía en una página de internet unida al número de teléfono en lo que aparentaba ser un servicio de prostitución.
Casos como este son cada día más frecuentes. Un novio o amigo despechado aprovecha imágenes obtenidas en momentos de confianza para dañar luego la imagen de la ex pareja tras una ruptura. Especialistas de la Guardia Civil rastrearon el falso anuncio, publicitado en una web con servidor en Estados Unidos. Comprobaron que había sido colgado desde el terminal de un valenciano de 33 años. Hace una semana, el hombre fue detenido.
En la persecución de estos ataques, Cabedo ve lógico «crear unas nuevas normas para investigarlos y que se introduzcan en nuestro derecho procesal penal lo antes posible». También ve «muy conveniente un aumento de la formación de jueces y fiscales en cibercrimen y prueba electrónica».
Cooperación internacional
El juez Silla cree que para combatir las intrusiones a través de internet dos de las claves son «una mayor cooperación internacional y la autoprotección de la propia víctima desde el primer momento que se accede a los instrumentos informáticos, hoy casi desde la infancia».
La Conselleria de Justicia ha respondido a esta necesidad con la creación de Protegits, un programa de descarga gratuito preparado para alertar a los padres de posibles conductas peligrosas de sus hijos frente al ordenador. A principios de este año, la policía investigaba una decena de casos de acosos a menores en la red.
La habitación de Silvia está a oscuras. La ventana del Messenger está abierta. «Bichomalo», un pederasta que se presenta como un joven, le pide a «Silvia15» que le mande unas fotos sin ropa. «Silvia15» siente vergüenza. «Me da palo», teclea. «¿Ahora te vas a rajar?», desafía «Bichomalo», que le promete un regalo similar cuando sea el cumpleaños de la joven. Ella acepta. Es un caso real con nombres camuflados. Un simple click y las imágenes son enviadas.
«La vida social de mi hija está en las redes de internet. Su popularidad y consideración en sociedad depende de su perfil en Tuenti. Lo que digan de ella o la cantidad de amigos que tenga son cuestiones que le preocupan y mucho». Son palabras del padre de una menor de 15 años de Valencia.
Los insultos y humillaciones que antes se quedaban en el recreo o en los pasillos han saltado al portátil o al móvil. El Centro Reina Sofía contabiliza más de 80 casos al año en los colegios de la Comunitat Valenciana en su informe más reciente sobre menores como víctimas e infractores.
La cantidad de niñas que sufren estos ataques triplica al de los niños. Los acosos en las redes y foros se producen entre los 11 y los 15 años. Gema García, fiscal de menores de Valencia, constató recientementeque estos ataques entre adolescentes «tienen ya más incidencia en la red que en la calle o en el propio entorno escolar».
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