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FERNANDO MIÑANA
Lunes, 29 de agosto 2011, 18:51
Aquel verano del 38 fue terrible. Las dos españas se arracaban las entrañas y regaban de sangre la tierra. Pero en algunos sitios fue más terrible aún, más cruenta la guerra fratricida, más enconada la lucha. El bando nacional había tomado Vinaroz el 14 de abril de 1938 e intuía un paseo hasta Valencia. Hasta que topó con la línea XYZ, la defensa que se extendió desde Almenara hasta Santa Cruz de Moya, pasando por Segorge, Jérica y Viver, escenario de una batalla decisiva que tuvo su influencia en la historia.
El Ayuntamiento de Viver quiere avivar el recuerdo de aquella prueba de resistencia, aquella oposición que evitó el avance franquista hasta Valencia, y auspicia, con fondos europeos y de la conselleria de Turismo, jornadas como las de ayer, en las que se recreó la vida en las trincheras que se escarbaron frente a Viver. O como la de hace tres años, cuando se reprodujo la batalla con aviones y todo.
Matías Alonso se entusiasma con este episodio de la Guerra Civil. De ahí que en 2000 creara con otra gente el Grupo de recreación XYZ. Matías conoce de sobra las trincheras que ayer vio la gente, algunas intactas desde que surcaron el cerro de San Roque en 1938. «Las de los nacionales estaban hechas a base de hormigón; las de la línea XYZ, piedra sobre piedra, excavando dentro de la tierra, y aguantaron mejor, pues eran fruto de un conocimiento exhaustivo del terreno».
Los franquistas avanzaron desde Barracas hasta Viver, adonde llegaron el 20 de julio de 1938. El ataque nacional se prolongó durante varios días y el punto álgido de la batalla de Viver se produjo el día 23. «La línea XYZ era como una cebolla, cada capa era más dura que la anterior», rememora Blas Vicente, integrante de BCM Patrimonio y Arqueología, quien se esfuerza por revalorizar el empeño de la 54 División Republicana, responsable, frente a Viver, de la contención del avance nacional.
La resistencia estaba muy bien urdida. La primera línea, en cuanto se rompía, sabía perfectamente adónde salir disparada en su repliegue. Eso no evitó muchos enfrentamientos cuerpo a cuerpo que se cobraron más de 10.000 vidas de los dos bandos. Hasta que el día 24 Franco empezó a retirar efectivos para reforzarse en la batalla del Ebro. Un día más tarde, Viver celebró una victoria que «salvó Valencia».
La vida en las trincheras fue un suplicio. En pleno verano, sin apenas sombras y con una escasez de agua insoportable, los dos bandos pasaron cinco días marcados por la incomodidad. El bando nacional iba perfectamente uniformado. Al contrario que sus rivales, como asegura Matías Alonso. «No había comodidades, los desplazamientos se hacían a pie y había mucho nerviosismo. La gente estaba muy delgada y vestía como podía, con camisas rotas, muchos sin botas. No era como en las películas». Soldados desastrados, pero resistentes.
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