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«Mi escultura sólo la han entendido dos personas, entre ellas Dalí»
EL ABECÉ DE LA CULTURA

«Mi escultura sólo la han entendido dos personas, entre ellas Dalí»

El autor de la Cruz de término de Valencia comenzó a esculpir en las guardias que en 1939 hacía como otorrino en el Hospital Militar de Valencia Antonio Sacramento Escultor y pintor

CONCHA PASTOR

Lunes, 19 de septiembre 2011, 18:00

Antonio Sacramento Antolí Candela es un artista de 96 años que todavía conserva intacto el espíritu creador que comenzó a desarrollar allá por el año 1939, cuando terminó la carrera de Medicina y hacía las guardias en el Hospital Militar de Valencia. Otorrinolaringólogo, pintor, escultor y amante de su familia que, como cada año desde 1950, recala en Las Rotas de Dénia para recargar las pilas y volver a su casa o estudio de Valencia y seguir creando. Acaba de exponer una antología de su obra en el Museo Príncipe Felipe y ya está pensando en ponerse a trabajar para un nuevo proyecto.

-¿Por qué decide formar parte de la exposición 'Los Científicos y su obra artística'?

-Me lo pidió el director del Museo ya que soy médico otorrino, con 82 años de profesión, y con una obra escultórica y pictórica tremenda. Como estoy un poco limitado desde que me operé de una hernia de disco, fue mi hijo Javier quien se encargó de todos los detalles y de mostrar una pequeña antología de mi obra desde 1954 hasta este año que estamos, 2011.

-Pero, ¿no tiene obra nueva?

-Sí, pero decidimos mostrar un poco de todo lo que he hecho a lo largo de mi vida.

-¿De dónde le viene a usted el interés por el arte?

-No lo sé. Mi madre era una soprano lírica famosísima, aunque al casarse con mi padre se bajó de los escenarios. Yo siempre he tenido un gran interés por el mundo del arte: la pintura, la escultura, todo. Recuerdo que cuando estaba estudiando Medicina en la facultad, mientras mis amigos se iban de copas o a jugar a la baraja, yo iba a una librería muy buena en la calle Comedias y me compraba revistas ilustradas, revistas de decoración americanas.

-¿Cómo fueron sus comienzos en la pintura y la escultura?

-Bueno, mi profesión era ejercer como médico otorrino, pero la pintura y la escultura las comencé a cultivar en las guardias que hacía en el año 1939 , en plena guerra, en el Hospital Militar de Valencia, pues era el jefe de la sección de Otorrinolaringología. En aquellas largas noches empecé con pequeñas esculturas de barro, en las que mi amigo Terencio (padre del dermatólogo Terencio de las Aguas) me inició. Seguí esculpiendo efigies corporales en barro hasta el año 1954, aunque también me dedicaba a pintar cuadros.

-¿Cómo fueron sus inicios en la escultura en hierro?

-Un defecto que tengo en la visión, que se llama discromatopsia, y que me impide distinguir los colores, hizo que me decantase por cultivar la escultura en hierro hasta crear una personalidad propia. Recuerdo que cada vez que pintaba un cuadro, mi mujer Carla era la que me decía los colores que debía utilizar. Pero casi siempre terminábamos riñendo y el final de la obra era desastroso. Estaba muy bien concebido, muy bien dibujado, pero era un desastre, así que opté por esculpir el hierro. Un material que en mis comienzos procedía de derribos y por eso en aquella época eran unas obras residuales.

-¿Cómo definiría su obra?

-Mi pintura se define en una palabra: composiciones, y la escultura la titularía, 'alusiva', siempre tiene una unión con la realidad pero dulcificada y elegantizada. Aunque, siento decirlo, pero la escultura que yo hago sólo la han comprendido dos o tres personas, entre ellas Dalí, porque se dio cuenta de inmediato de que era topología pura. Otro de los que se percató de que era lo que yo hacía fue el creador del Módulo L.

¿Topología?

-Sí. Topología inspirada en la conocida cinta de Möbius, que yo he convertido en esculturas abstractas. Algunas de ellas, como 'Nueve segundos, nueve décimas', me hizo merecedor de la Medalla de Honor en la II Bienal Internacional del Deporte en las Bellas Artes, en el año 1969.

-Un médico, metido a artista y con un reconocimiento...

-Sí, en mi obra escultórica se plasma mucho de mi profesión como médico. Aunque también debo de decir que, tras lograr la medalla que premió mi talento artístico, tanto los médicos como los escultores me tenían una manía tremenda. Siempre estoy en el punto de mira de ambos colectivos, siempre en el límite.

-¿Recuerda a quién vendió su primera escultura?

-La primera que quisieron adquirir fue la conocida como 'La niña de las trenzas', pero no la vendí porque la hice para mi mujer, Carla. Así que creo que la primera la compró un famoso constructor que había en los años 60 que se llamaba Huarte.

-¿Qué le ha dado mayores satisfacciones, la medicina o el arte?

-La medicina, sin duda, me ha proporcionado alegrías muy grandes y mis fracasos médicos me han servido para poder perfeccionarme y crecer en mi profesión y como ser humano.

-Usted siempre ha estado muy vinculado a Dénia...

-Le cuento. En el año 1950, uno de los acreedores que le debía dinero a mi padre tenía una villa estupenda en la zona de Las Rotas y le propuso un trueque de la deuda, con la casa y terrenos lindantes. Mi progenitor me mandó a Dénia con mi mujer para que estudiará la transacción. Por supuesto, Carla quedó impresionada ante la joya que tenía delante y nos quedamos con la finca, que tenía unos 30.000 metros cuadrados. La operación la cerramos, recuerdo, durante la comida que tuvimos en el hotel Morera, el más importante que había por aquel entonces en la calle Marqués de Campo.

-Y, desde entonces, ¿siempre ha pasado largas temporadas en la ciudad de Dénia?

-Antes, como éramos cuatro hermanos, nos turnábamos la casa, después ya iba yo siempre que podía. Ahora estoy operado de una hernia de disco, llevo cuatro tornillos de titanio y estoy muy mermado en mis facultades para poder moverme con total independencia. De hecho, el año pasado no pude ir pero este verano he estado con mi mujer durante todo un mes en el Hotel Les Rotes, un lugar muy acogedor donde, sin duda, me he sentido como en mi casa.

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