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Habas contadas

F. P. PUCHE

Viernes, 7 de octubre 2011, 02:06

Para los especialistas son habas contadas. Si queremos continuar sin interrupciones nuestro grado de bienestar, si queremos seguir consumiendo electricidad al ritmo que lo estamos haciendo, dos más dos son cuatro: las centrales nucleares son necesarias en España. No se trata de alterar de una forma estrepitosa la distribución porcentual de las fuentes de origen de la energía que consumimos. Pero sí se trata de seguir dando a la electricidad de origen nuclear la misma importancia que ahora tiene: entre el 17 y el 20 por ciento del total.

El grupo valenciano del Capítulo Español del Club de Roma se ha reunido en la Fundación Bancaja para celebrar una nueva sesión dentro del ciclo que está dedicando a la energía, la sostenibilidad y el estado de bienestar. Y fue bien interesante poder escuchar a una serie de voces -técnicos, catedráticos, especialistas- que normalmente no tienen la oportunidad de expresarse con desahogo en unos medios de comunicación donde el ruido siempre supera a las nueces en este campo de la energía nuclear.

Por desgracia, los técnicos dan por perdida la batalla de la comunicación. Como Manuel Toharia dijo en la mesa redonda, «nacida con el pecado original del uso bélico», la energía nuclear no va a poder ganar fácilmente una batalla, la de los prejuicios, que algunos ven enmarcada en «reacciones irracionales» y víctima de una «demonización». Solo una crisis energética grave, solamente el peligro de perder el bienestar, podría hacer que la sociedad volviera la mirada hacia un sistema de producción eléctrica que, lejos de estar herido de muerte por el accidente de Fukusima, ha sido capaz de mostrar, en esta experiencia límite, las raíces de su fortaleza.

China, India, los países emergentes, están construyendo más de una cincuentena de nuevas centrales nucleares. España sigue llena de remilgos, con los partidos contaminados de unas aprensiones que llegan a demonizar, como en el caso de Patraix, las simples estaciones transformadoras de electricidad. Mientras tanto, el asunto del almacén de residuos (ATC), en el que Zarra puso tantas ilusiones, sigue ridículamente congelado por un Gobierno timorato que va a guardar la decisión a su temeroso sucesor.

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