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POR PAULA PONS
Viernes, 21 de octubre 2011, 11:18
No parecía sospechoso aquel señor que debía superar los 70 años y que el sábado pasado en la Plaza de San Agustín fue aupado por encima de una multitud que le jaleó y aplaudió mientras alzaba su brazo con orgullo a los allí presentes. Este señor, digo, no me pareció un antisistema, pero nunca se sabe, puede que por las noches desde su casa se dedique a hackear las webs de bancos y partidos políticos. Tampoco me pareció demasiado radical la familia que llevaba a sus hijos en carrito y portaba una pancarta de 'Stop Desahucios'. Pero quién sabe, igual entre los pañales escondían piedras para reventar escaparates. Y ese grupo de chicas veinteañeras con las caras pintadas de colores que gritaban alegremente consignas, no tenían mucha pinta de extrema izquierda, más bien daban la sensación de no tener ni idea de quién era Marx.
Llego a la conclusión de que ese expresidente nuestro que califica al 15M como de «movimiento radical antisistema de extrema izquierda» vive en un mundo paralelo que no es el mío. Pero es que tener chofer particular, ser miembro de un consejo de administración de una gran empresa y dar conferencias por todo el planeta te debe alejar algo de la realidad. Los que yo vi parecían bastante pacíficos, indignados sí, pero es que tienen problemas para pagar su hipoteca, emanciparse, conseguir un trabajo y un sueldo dignos o llevar a sus hijos a colegios con una educación pública de calidad. Y eso claro, cabrea un poco. Ese «movimiento marginal», como lo denomina, llenó muchas calles de muchas ciudades de muchos países. No me parecieron peligrosos. Al menos, no tanto como esas armas de destrucción masiva que él se empeñó en buscar sin resultado.
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