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L.T.
Domingo, 23 de octubre 2011, 02:18
Amor Pérez es donante de médula. A su primo le diagnosticaron leucemia hace unos meses, y desde entonces, nada es lo mismo. La única posibilidad de salvar su vida es someterse a un trasplante de médula, pero ninguno de sus hermanos es compatible. Entonces fue cuando se planteó hacerse ella misma la prueba de compatibilidad. Reconoce que se lo pensó mucho, porque si se hacía donante de médula, tenía que ser con todas las consecuencias. «Yo pensaba que, si era compatible, podía donar de manera directa a mi primo, pero no funciona así».
«Me dijeron que me lo pensara bien porque las posibilidades de ser compatible con él eran pocas y hacerse donante significaba entrar a formar parte de un registro internacional donde se buscan células compatibles para enfermos en espera de trasplante de cualquier parte del mundo. Ahí es cuando dudé. Yo estaba dispuesta a hacerlo por mi primo, pero me preguntaba si también iba a ser capaz de hacerlo por un desconocido», relata. Leyó mucho sobre el tema y se encontró con un mundo hasta entonces desconocido, lleno de dramatismo, pero también de esperanza y solidaridad. «Me estremeció comprobar cuántas personas, muchos de ellos niños, seguían luchando con la esperanza de que alguien como yo tomara la decisión porque esa es la única posibilidad que tienen de curarse», relata. Amor cuenta que iba por la calle y se iba fijando en la gente con la que se cruzaba. Imaginaba que necesitaban un trasplante, intentaba ponerse en su lugar y pensaba si ella sería capaz de ayudarles aunque nada supiera de sus vidas. Ni siquiera su nombre. Y se decidió. «Pensé: Lo voy a hacer. Primero, para que mi primo tenga una posibilidad, y si no puedes ser, para que alguien más la tenga», recuerda.
Se hizo la prueba el pasado 25 de agosto. Nadie la ha llamado desde entonces, lo que de manera implícita quiere decir que, como se temía, nada puede hacer por su primo. Pero tiene claro que si la llaman alguna vez porque su médula es compatible con algún otro enfermo, no dudará en someterse al procedimiento de donación para intentar salvar a un desconocido. «¿Por qué he podido tener tantos prejuicios? Realmente, ¡es tan poco lo que cuesta! Lo tengo muy claro, y quien se vaya a hacer donante ha de tenerlo también. Sería muy duro para el enfermo y su familia que, llegado el momento, el donante se echara para atrás. Le estarías negando a una persona la única posibilidad que tiene de vivir». Amor cree, por su propia experiencia, que los donantes de médula lo son porque conocen a alguien cercano que necesita un trasplante. La solidaridad suele darse en el círculo de familiares y amigos. Pero no va mucho más allá. Cree que existe un gran desconocimiento sobre lo que es la donación de médula ósea. «Hay gente que cree que hablamos de la médula espinal, cuando no es así. Con muy poco esfuerzo puedes dar vida en vida, y, sin embargo, la información no llega bien a la gente.
Igual que se hacen campañas de donación de sangre, debería haber iniciativas de concienciación para que la gente sepa lo poco que cuesta ser donante de médula para lo mucho que se consigue. Es muy importante luchar contra la ignorancia», sostiene. En su opinión, si, por ejemplo, todas las personas que son donantes de sangre tuvieran la suficiente información, «seguro que también se hacían de médula porque son gente muy altruista», afirma.
Habló por teléfono con su primo hace poco. Es biólogo. Sabe bien lo que le pasa. En la conversación, notó que se esforzaba por restar dramatismo a la situación a pesar de que la enfermedad le está deteriorando. «Me contaba cómo ha aprendido a dar valor a lo que hace cada día porque su tiempo se acaba», relata Amor.
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